Debra odiaba la soledad.
Era una de las primeras cosas que había experimentado desde que era niña, pero no por eso había dejado de temerle. Era como una sombra que siempre la perseguía, la acechaba, que esperaba pacientemente por ella, pues sabía que fuera como fuese, Debra en algún momento se quedaría sola.
Luego de que Tim se fue, la situación empeoró. Sentía el corazón bombeando contra su pecho, las manos frías, sudadas y sin poder quedarse quietas. Se entretuvo en la larga lista de tareas que le faltaba por hacer ese fin de semana. Con Kate y su trabajo, el tiempo que tenía para todo lo demás era mínimo.
Se esforzó por mantener la mente ocupada, por respirar y calmarse, pero era como si su mente estuviera lejos del control de su cuerpo, y fuera la ansiedad quien hubiera tomado el mando.
Así que cuando su teléfono sonó, casi al mediodía, sufrió un pequeño sobresalto, al tener los nervios en tensión durante tanto tiempo.
―¿Hola, Debra? ―escuchó la ronca voz de Amanda al otro lado de la línea.
Recordó lo ebria que estuvo la noche anterior, de seguro tenía una resaca terrible. Pero de ser así, ¿por qué la llamaría a ella?
―Hola, Amanda. ¿Está todo bien? ―preguntó con cautela.
―Sí, bueno, más o menos. Anoche me comporté como una perra, y quería disculparme.
Debra todavía no sabía cómo sentirse con respecto a lo que Amanda había dicho. Puede que Tim tuviera razón y la mujer hubiese hablado sin pensar; sin embargo, eso no eliminaba lo mal que ella se había sentido. ¿Tenía sentido enojarse con Amanda? ¿O debía ir por el lado amable y decirle que no fue nada y que todo estaba olvidado? Aún era muy pronto para decidir.
―Ok, gracias... ―masculló ella, incómoda.
―No, no, me refiero a disculparme de verdad. Pensaba en que podíamos salir mañana, tomar algo, no sé...
―Mañana en la tarde llega Kate, así que...
―En la mañana, perfecto ―la cortó Amanda―. Ahora si me disculpas, voy a dormir. Tengo una jaqueca que me está matando. Nos vemos mañana, linda.
Debra apenas alcanzó a despedirse antes de que la otra mujer cortara la llamada. Había cosas en las que Amanda nunca cambiaba.
***
Quedaron en un bonito café cerca de su departamento para desayunar.
Debra estaba noventa por ciento segura de que Tim había tenido algo que ver en esa repentina cita entre ellas dos. Era evidente que no quería que la mujer con la que salía y su mejor amiga estuvieran en malos términos.
Quiso hablar con él durante la noche, se sentía particularmente sola, aunque la ansiedad por fin disminuyó algo; sin embargo, él no atendió el teléfono. Trató de no pensar en ello, aunque no era propio de él no escribirle o devolverle la llamada. Solo era su ansiedad hablando.
Esa mañana de domingo el clima era cálido, el aire ligero. Días así ponían a Debra de buen humor, siempre había detestado el frío.
Amanda la recibió menos efusivamente que de costumbre. Le dio la impresión de estar frente a una niña regañada, cuyos padres reprendieron y la instaron a pedir disculpas.
Pasaron unos minutos pidiendo comida y café. Podía notar cómo Amanda se removía incómoda en el asiento, miraba por la ventana y jugueteaba con una servilleta, sin saber cómo abordar el tema que las traía allí.
Compadeciéndose de ella, Debra inició la conversación de una forma más indirecta.
―¿Cómo está Quentin?
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Amor y Wasabi [TERMINADA]
Любовные романыTim Kobayashi es un joven chef que quiere ser el mejor. Sin embargo, su sueño se ve más lejano cuando lo despiden del restaurante donde trabaja y se conforma con dar clases de cocina. Su suerte parece cambiar de repente cuando conoce a Debra, una...