22: Bullabesa

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―Ok, escupe la sopa ―lo interpeló Amanda por teléfono―. ¿Qué tal tu cita con nuestra querida Debra?

―¿Tenemos que hablar de eso ahora? Voy tarde al estudio ―se quejó Tim. 

Como cosa rara, esa mañana había dormido de más, y justo en ese momento estaba desayunando, terminando de vestirse y hablando con su amiga al mismo tiempo. En su defensa, estaba acostumbrado a dormir hasta tarde y trabajar de noche en el restaurante, por lo que el cambio a horario matutino seguía constándole. 

―Que si tienes sueño, que si vas tarde, que si tienes una cita... ya no hay tiempo para mí ―dijo Amanda, melodramática―. Supongo que es lo que pasa cuando los polluelos comienzan a volar por sí solos...

Tim suspiró. Ella en serio sabía cómo colmar su paciencia. 

―Nos fue bien. Vimos una película, después Kate quiso ir al arcade así que...

―Espera, ¿Kate? ―lo interrumpió su amiga―. ¿Llevó a su hija a la cita, en serio?

―En realidad... ―Tim terminó de engullir un pedazo de tostada―. Yo le dije que la llevara. Era eso o no tener cita en lo absoluto. 

―Así que te autocondenaste a no tener sexo esa noche, ¿eh?

―Nos gusta ir lento ―repuso él. 

No le había contado a Amanda sobre lo que pasó la otra noche con Debra. En parte, porque le parecío que era algo que debía quedar entre ellos dos. Y, por otro lado, sabía bien que su amiga no tenía escrúpulos, y lo último que necesitaba Debra era que hicieran bromas sobre ese incidente. 

―Si siguen así de lento se van a aburrir ―le advirtió Amanda―. En fin, te llamaba para decirte que tengo cita para probarme vestidos de novia. El martes a las cuatro. Y tienes que ir. 

―No sé nada sobre vestidos de novia, no te voy a ser de utilidad...

―Lo sé, pero son los deberes de una dama de honor. Te enviaré la dirección más tarde. 

―Bien ―cedió Tim―. Ahora sí, me tengo que ir o no llegaré a tiempo.

―Buena suerte, Timmy. Recuerda que eres el mejor ―Y dicho esto, Amanda colgó. 

Tim jamás se lo diría en persona, pero esas palabras de aliento de su amiga eran justo lo que necesitaba.

***

Aunque ya llevaba casi dos meses en el concurso, Tim jamás se acostumbraría a esa sensación en el estómago que lo aquejaba cada vez que estaba cerca del estudio de televisión. Era como si todas sus entrañas estuvieran de repente en caída libre, sus manos sudaban y sus pies hormigueaban.

Ni en las pruebas más duras del Instituto Culinario había experimentado algo igual. Por supuesto, en la escuela lo máximo que podía pasar era que reprobara, pero luego tendría la oportunidad de intentarlo otra vez. En cambio, esta era la vida real, y si fallaba, no solo lo afectaría de por vida, sino que lo verían millones de personas.

Estacionó su auto cerca de la entrada, pero cuando entró al estudio supo que no se quedarían mucho tiempo. La producción se estaba preparando para salir.

Había sido de los últimos participantes en llegar, otra vez. Los demás ya abordaban una camioneta vans negra, idéntica a las que los trasladaron a Napa. ¿A qué cruel desafío los llevarían esta vez?

Tim se sentó junto a Callum, quien lo saludó cordialmente. Alessandro, ubicado en el puesto de atrás, evitó mirarlo y se removió incómodo en su asiento. Advirtió que Naoko estaba en la última fila, ocupando dos puestos solo porque podía. Ella no tuvo problemas en devolverle la mirada, pero Tim hubiese preferido que no lo hiciera. Después del incidente en la sala de entrevistas, la sutil relación de camaradería que había entablado con los demás concursantes se fue en picada, y la tregua tácita que había logrado con Naoko ahora era una guerra declarada.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora