En sus dos semanas impartiendo clases, Tim descubrió que ser profesor era como hacer huevos benedictinos. Parecía simple, una tontería, hasta que en el primer intento fallabas estrepitosamente en envolver la yema con la clara, y te dabas cuenta de que era un asunto serio.
Por ahora consideraba que no había tenido un fallo propiamente dicho. Sus cuatro estudiantes eran de lo más variados: dos preadolescentes con pasión culinaria, un hombre retirado que necesitaba desesperadamente un hobby, y Debra Schultz, que parecía jamás haber entrado a una cocina en su vida.
No lo malinterpreten, a Tim le caía bien Debra. Era callada como él y en serio parecía esforzarse en seguir al pie de la letra todas sus indicaciones. Sin embargo, el incidente con la harina en la primera clase fue uno de muchos, y Tim se dio cuenta de que si no tenía paciencia y no la instaba a seguir, Debra no tendría la perseverancia suficiente para continuar con sus clases.
Le faltaba una severa dosis de autoconfianza, y aunque él era de las personas menos indicadas para decirle que trabajara en ello, haría un intento por demostrarle a la joven de lo que era capaz.
Llamaron a la puerta de su departamento. Era viernes, y ya era la hora de su clase con Debra. Tim se apresuró a abrir, pero en lugar de su alumna se encontró con Amanda en el umbral.
―Llegué antes que Debra, ¿cierto? ―fue su saludo, entrando sin más.
Amanda se había autoproclamado su secretaria, llevaba la agenda de sus clases, se encargaba de recibir a sus alumnos y de llevar registro de la paga. Aunque jamás se lo diría, Tim agradeció su iniciativa, ya que en lo que respectaba a horarios y organización, él era un completo desastre.
―Ya sabes que sí ―respondió él. Realmente, los saludos comunes sobraban entre él y Amanda.
―Wow, pero qué... ¡¿Qué es eso?!
Tim estaba esperando esa reacción de su amiga. Sobre la barra de desayuno descansaba una gran tina de plástico, y dentro de ella, una langosta viva.
―¿Es tu nueva mascota, Timmy? Quién diría que serías capaz de reemplazar a Mika...
―Es para la clase de hoy ―explicó él.
―¿Qué? No puedes estar hablando en serio ―La mujer lo miró preocupada, creyendo que había perdido la cabeza―. No puedes poner a esa pobre chica a cocinar langosta. ¡Saldrá corriendo de aquí!
―Es una posibilidad.
Su amiga iba a responderle, pero lo consideró y desistió de hacerlo. Después de tantos años conociéndolo, sabía que era imposible que él se detuviera una vez se había propuesto algo.
Y en esta ocasión, Tim estaba decidido a levantar la confianza de su alumna.
Tres tímidos golpes sonaron en la madera de la puerta. Tim se adelantó para abrir, pero Amanda estaba considerablemente más cerca.
―¡Debra, querida! ¿Cómo estás? Pasa, pasa...
La joven mujer entró a la sala de estar. Aunque ya no mostraba el rostro temeroso de la primera clase, los saludos de Debra seguían siendo rígidos e inseguros, sobre todo los dirigidos a él.
―Hola, Tim. Emm... ¿Eso qué es? ―preguntó, advirtiendo la tina de plástico en la cocina.
―Hoy tendremos una clase algo diferente, Debra ―anunció él.
―¿Diferente? ―repitió su alumna, mordiéndose el labio. Un tic nervioso que Tim le había descubierto con el tiempo. Era obvio que no le agradaba la idea.
―Calma, querida. Tim sabe lo que hace ―lo apoyó Amanda, aunque le lanzó una de sus típicas miradas de te lo dije.
Su amiga se fue a su puesto designado en la sala de estar, mientras él y Debra pasaban a la cocina.
ESTÁS LEYENDO
Amor y Wasabi [TERMINADA]
RomanceTim Kobayashi es un joven chef que quiere ser el mejor. Sin embargo, su sueño se ve más lejano cuando lo despiden del restaurante donde trabaja y se conforma con dar clases de cocina. Su suerte parece cambiar de repente cuando conoce a Debra, una...