―Lo sentimos mucho, pero has sido eliminado de America's Pro Chef ―dijo el presentador, con tono de lástima fingida―. Por favor, ven a despedirte y entrega tu chaqueta.
Tim estaba paralizado. Tenía las manos tras la espalda, aferrándose a los puños de su chaqueta de chef. No se la quitarían... no podían quitársela tan pronto.
Y al menos por hoy, no lo harían. Fue John, un talentoso chef de Kentucky, el que vio por terminado su camino en el concurso. Había sido un desafío con ingredientes al azar, otro episodio en el que Tim no había sobresalido, y en el que hasta el último segundo temió irse a casa. Desde el reto italiano, lo carcomía la sensación de que si no hacía algo para resaltar pronto, los jueces lo eliminarían por mediocre.
Sin embargo, no pudo dejar de pensar en Debra y en la cena de la noche anterior; aunque le hubiese gustado decir que la mágica velada que pasó con ella le había brindado inspiración, la realidad era que estuvo inquieto, sin poder dormir hasta casi el amanecer. Nada útil cuando al día siguiente tienes una competición culinaria de alto nivel.
Terminaron ese día de grabación como siempre, se despidieron del concursante eliminado, luego pasaron uno a uno para una rápida entrevista sobre sus impresiones de ese desafío, y por último iban a los vestidores a dejar sus chaquetas y largarse. Empezaba a oscurecer fuera del estudio cuando los chefs restantes comenzaron a salir. Tim iba solo, pero algunos participantes empezaban a fraternizar entre ellos, y charlaban en grupos mientras salían.
―¡Oye, Kobayashi! ―escuchó que lo llamaban.
Tim se volteó y distinguió a Alessandro, Monique y Mike en el grupo que se acercaba a él.
―Vamos por unos tragos, ¿te anotas? ―lo invitó Alessandro.
El joven chef tuvo muchos problemas ese día, le tocaron los peores ingredientes para combinar y por poco no se quema su terrina. Se veía agotado, todos lo estaban.
―¿Les queda energía para salir a beber? ―preguntó Tim, quien también cargaba a cuestas su cuota de cansancio.
―Después de este reto del demonio nos lo merecemos ―repuso Alessandro.
―Y con un poco de suerte, Alessandro se embriagará lo suficiente como para contarnos el secreto de su risotto de pulpo ―bromeó Monique.
―Puedo contarte otros secretos si quieres, nena ―contestó el joven chef, mientras ponía su brazo alrededor de los hombros de su compañera.
No logró su cometido, pues enseguida la chef le dio un codazo en las costillas que lo hizo guardar distancia. Sin duda, Monique sabía cómo manejarse en una cocina llena de hombres, una cualidad que Tim respetaba y admiraba de sus colegas femeninas.
―No tienes que ir si no quieres, pero queríamos incluir a todos. Tú también estás invitada, ¿oíste? ―prosiguió Monique, pero ya no se dirigía a él, sino a alguien detrás.
Al girarse vio a Naoko, digna y elegante, incluso en un par de jeans, viéndolos con una expresión que Tim sabía bien que era de aburrimiento.
―No, gracias ―dijo la mujer, secamente―. Y tú tampoco deberías, Tim.
―¿Yo? ―soltó Tim, sorprendido.
―Oye, puede que tú te creas mejor que todos, pero no metas a Kobayashi en el paquete ―intervino Alessandro.
―Perdona si no me atrae la idea de salir a beber con mis rivales. Ya veremos si algo de eso les sirve en el próximo reto ―Acto seguido, Naoko les dio la espalda y se alejó del grupo de cocineros enfurecidos.
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Amor y Wasabi [TERMINADA]
RomanceTim Kobayashi es un joven chef que quiere ser el mejor. Sin embargo, su sueño se ve más lejano cuando lo despiden del restaurante donde trabaja y se conforma con dar clases de cocina. Su suerte parece cambiar de repente cuando conoce a Debra, una...