Capítulo 35

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POV ROSÉ

Me quedé completamente inmóvil y con el corazón a mil por hora, al verla salir de la cafetería. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo aparecía así de la nada? ¿En realidad sería ella?

—Linda ¿Estás bien? —Una voz me sacó de mis pensamientos.

—¿Qué? ¿Perdón?

—Que si estás bien. Estás muy pálida, querida. ¿Pasó algo? —Yo estaba atónita. Completamente indefensa y me era imposible formular una oración, pero como pude lo logré.

—Y-yo... lo siento, señora. Debo salir un momento. —Tomé mi bolso y el libro a la velocidad de la luz y salí disparada hacia la salida. Un par de lágrimas habían  comenzado a caer anticipadamente. Para mi sorpresa, esta avenida no estaba muy transitada por peatones, así que nunca la perdí de vista. Corrí y corrí hasta que por fin la alcancé y me detuve detrás de ella. ¿Qué iba a decir? ¿Qué se supone que pasaría ahora? Tenía demasiado sentimientos y todos se enfocaban hacia una sola persona. Me tragué cualquier miedo e inseguridad que estuviese sintiendo. Cuidadosamente toqué su hombro y la tomé por el brazo, ella se volteó a mirarme.

Después de mucho tiempo, después de tres años de quién sabe como haberme levantado día a día, de haber extrañado hasta el más mínimo defecto de ella, de haberla extrañado como a nadie, sus ojos volvieron a mirarme. Una parte de mí seguía en la nube, pensando que todo era un sueño, pero no, claro que no, esto era real. Ella estaba aquí, más hermosa que nunca y estaba parada frente a mí. Con un poco de espuma en los labios, con los ojos finamente delineados, con su flequillo perfecto, con su cabello suelto y perfectamente ondulado. Era ella, estaba aquí, estaba viva.

Llevé ambas manos a mis labios para contener un grito... no estoy segura de qué, pero mi cuerpo pedía gritar, y por accidente, dejé caer el libro que ella misma había escrito. Mi cuerpo estaba apunto de explotar en emociones. Ella sólo me miraba como si no me conociera, como si no fuera ella. Sin embargo, tenía una expresión de "te recuerdo" en el rostro.

—Dios mío... Lisa.

(POV LISA)

Había estado tan sólo un poco más de la mitad del primer turno en mi trabajo. Maya me cubría el resto del día, ya que Joel y yo iríamos a Brooklyn a visitar a sus hermanos y algunos más de la familia. Me levanté con buen ánimo el día de hoy y no entendía porqué, pero sé que debía disfrutar todo lo que durara.

Pensé en salir de trabajar e ir a empacar para esta tarde, pero tuve un enorme pero extraño por la hora, antojo de un café y un panqueque de mi cafetería favorita de toda la ciudad.

Caminé hasta el lugar y pedí lo usual, latte de vainilla, mi favorito desde siempre... supongo.  Apenas dos minutos después de que salí con mi cosas, en dirección al departamento, algo me detuvo. Hubiera seguido caminando, de no ser porque alguien me tomó del brazo. Volteé esperando que fuera quien sea. Cualquier otra persona, quien fuera, excepto la que tenía frente a mis ojos.

Era ella. La chica con la que siempre soñaba, que siempre veía en mi mente. Estaba parada delante mío, con lágrimas en sus ojos y una clara desesperación en su rostro. Yo... no supe que hacer o qué decir... hasta que ella dejó caer un libro que estaba en sus manos.

—Lisa... —Sí, era claro que nos conocíamos. Me agaché a recoger aquel libro y lo miré por un momento. "Vidas Paralelas" era su título, entonces mi atención se fijó en el autor del libro.

—Lalisa Manoban.

—Lisa por dios... ¡ERES TÚ! ¿Qué pasó? ¿Por qué nunca volviste? —La otra chica estaba rota en llanto y no sabía que decir. ¿Volver? ¿A qué se refiere con volver? Podía sentir que ella me gritaba en medio de la calle, pero mi mente se encontraba en otro lugar. Y en fracción de segundos, mi curiosidad ganó. Abrí el libro y me encontré con lo más surreal hasta ahora. Justo arriba de la biografía del autor, estaba una foto mía. Entonces mi mente se llenó de flashbacks, tan inútiles como las anteriores, pero esta vez, llegaron como bombas.

—Oh dios mío...

—¡LISA! ¿ME ESTÁS ESCUCHANDO?

—¿Cómo te llamas?

—Vete a la mierda. —Ella me arrebató el libro de las manos y dio media vuelta para irse, pero no la dejé. No iba a dejar que se fuese, no ahora que la tenía frente a mí.

—¿Qué? ¡NO! ¡ESPERA!

—¿A qué? ¿A que termines con tus juegos?

—No, no son juegos. No estoy jugando, por favor... te lo suplico... No te vayas, no me dejes aquí, no me dejes en blanco de nuevo. Necesito que me digas tu nombre.

—Mi nombre lo sabes.

—Sí, sé que lo sé. Sé que tú y yo nos conocemos p-porque... porque te he visto.... antes te he visto, en mis sueños, que sólo son recuerdos.

—Lisa... ¿Pero qué...?

—No, escúchame. Sé que te conozco, lo sé porque lo siento aquí. —Apunté a mi corazón. —Pero tienes que entender que y- yo... no recuerdo nada... nada que sea antes del 2002.  Te lo pido de rodillas, no me dejes ahora. Te juro que es verdad, no jugaría con esto jamás y yo... ¡Mierda! tengo un dibujo de ti... ¡Lo hice yo, está en uno de mis cuadernos! Te he visto, sé que te conozco y no tienes idea de lo frustrante que es saberlo, pero no saber quién eres... no saber ni siquiera tu nombre. —La desesperación se apoderó de mí y por un momento me sentí como aquel día en que desperté en el hospital... Con un mundo frente a mí y sin saber nada al respecto.

—N-no... tú no recuerdas nada... ni siquiera a mí.

—Nada. Sólo que hubo un accidente hace un par de años, donde yo estuve presente y... fue catastrófico... estuve en el hospital en estado de coma 6 o 7 meses... no lo sé. Lo último que recuerdo de mi vida es despertar rodeada de paredes blancas y nada más... pero tú... ¿Qué sabes de mí?

—Ese día... fue el peor de mi vida, simplemente el peor.

—Dime... ¿Qué sabes de mí? —Ella estaba completamente perdida. Estaba tan o incluso quizá, más shockeada que yo. Miro hacia la nada por un momento, después sus ojos se volvieron a cruzar con los míos y tristeza fue lo único que pude percibir de ellos.

—Todo. Todo, Lisa...

—Te lo suplico... Tú me conoces, tú sabes quién soy, incluso mejor de lo que yo misma. Ayúdame, ayúdame a reconocerme... No tienes idea de cuanto tiempo esperé esto, el día que alguien me reconociera por las calles, que yo viera pasar por mi lado a alguien que se me hiciera familiar... alguien que pudiera decirme algo sobre mi misma. No tienes idea de cuanto he sufrido sabiendo que yo tenía una vida y de un día para otro se esfumó, tener que iniciar desde cero.

—Dios mío Lisa... tus padres...

—Dime de una vez... ¿Quién eres tú?

—¿Dónde estás viviendo?

—¿Quieres por favor contestar al menos UNA de mis preguntas?

—Responderé lo que quieras... pero no aquí. ¿Dónde estás viviendo?

—En la 57.

—Pidamos un taxi, vamos allá y responderé las preguntas que tengas. ¿Está bien?

—Oh por dios ¡Claro que sí! —No tardó ni 30 segundos en pasar un taxi desocupado. Subimos y le indiqué la dirección al conductor. —¿Ya vas a decirme tu nombre?

—¿Tienes idea de lo difícil que es para mí decirte algo como esto? ¿Tratarte como una extraña? Después de que... bueno, de que tú y yo nos conocemos.

—¿Tienes idea de lo molesto que es que contestes mis preguntas con otra pregunta? Lo siento, no deseo nada más que recordarte. Para mí, tú sí eres una desconocida. —La chica junto a mí sonrió y volvió su mirada hacia la ventana. —¿Qué es tan gracioso?

—Tú... Que eres tú, que no recuerdas nada, a nadie, ni siquiera a ti, pero eres la misma. Mismo carácter y temperamento, solías quejarte de eso siempre.

—Siento que solía hacer muchas otras cosas.

—Roseanne...

—¿Perdón?

—Mi nombre. Me llamo Roseanne.

A prueba [CHAELISA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora