Capítulo 34

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En menos de 10 minutos, ya me encontraba en el lugar. No voy a mentir, en el momento que salí del taxi y cerré la puerta, me dieron ganas de regresar y salir huyendo, pero huir no era lo que necesitaba ahora.

Fui hasta la entrada, dejé mi donativo y pasé con la frente en alto. En sí la ciudad de Nueva York me causaba nostalgia, pero este lugar estaba acabando conmigo poco a poco.

Muchas, cientos de personas, recorriendo ambas fuentes en busca de algún nombre familiar. Padres, hijos... hijos sin padres... hombres y mujeres que alguna vez fueron hermanos y hoy en día perdieron a alguien... viejos amigos, todos aquí reunidos para lo mismo.

Me senté en una de las bancas laterales para respirar un poco, y después de unos 30 minutos, la imagen más conmovedora que haya visto se presentó frente a mis ojos. Una señora bastante mayor, tal vez tendría unos 70 años, con un abrigo enorme y de la mano llevaba a un pequeño de máximo unos 8 años. El pequeño llevaba una bandera de Estados Unidos y la mujer una rosa. Ambos se acercaron a mirar los nombres, hasta que encontraron el que buscaban. Dos nombres. La señora abrazó al pequeño. Estuvieron ahí por un largo tiempo y yo sólo me quedé mirando.

La escena era una de las más tristes que había visto, sin embargo, quería ver como terminaba. Después de un rato, la señora colocó la rosa en el extremo de la placa, y el pequeño colocó la bandera del lado opuesto. Ambos juntaron sus manos en señal de que estaban orando, minutos después el pequeño dio un beso en su mano y la colocó sobre los nombres. —Me hacen mucha falta.—El pequeño niño susurró.

La señora dejó un beso sobre su cabeza, tomó su mano y ambos salieron del lugar. Después de que se marcharon, no pude más con mi curiosidad y fui hasta ahí a ver el pequeño altar que habían hecho. "Henry & Yonara Smith", sus padres, supuse. —Bueno... supongo que no puedo quejarme. Alguien la está pasando peor.

En definitiva, este lugar estaba acabando conmigo. Recorrí ambos memoriales, en busca del nombre que quiero, pero nada. Más de 3000 nombres y por ningún lado el que busco. Regresé al pequeño museo que construyeron, nada excepcional, pero estaba lleno de recuerdos... malos recuerdos. Desde cascos de bomberos que fallecieron el labor, hasta viejos relojes, anteojos, billeteras con fotos en ellas, ropa, todo lo recuperado de aquella escena, se conservaba en un perfecto estado. Recorrí todo, cada vitrina y comprendía 100% al resto de familias que se encontraban llorando o llenándose de recuerdos que enfermaban. Yo, lamentablemente, era una de ellas. Era increíble como las cosas habían cambiado en tan poco tiempo.

Estuve 3 horas y había sido suficiente para mí. Cumplí mi cometido.

Hace un mes, jamás me había imaginé ser capaz de venir a este lugar y lo había hecho, lo hice el día de hoy. De alguna manera, estaba orgullosa de mi misma. Me dirigía a la salida cuando me percaté que cerca de la salida había una vitrina más, con fotografías y objetos. No me gustaría volver a casa y saber que algo me faltó, así que caminé hasta ella.

Lo que más me llamó la atención, fue que en el fondo, en una especie de pergamino estaba escrita la frase: "Aquí yacerán por siempre las piscas de su alma." Medieval... pero muy lindo.

Casi tan lindo que podría decir que fue de las mejores cosas que han pasado en este día y eso que parecía comenzar. Casi al terminar, mis ojos se clavaron en una sola cosa. Una sola cosa que en fracción de segundos, hizo que mi estómago se retorciera y mis ojos se humedecieran. Cualquiera en el mundo pudo haberlo tenido... pero este sabía de quién era, estaba totalmente segura. Mi corazón se contraía a medida de que veía el broche. Un broche dorado, en forma de jaula, con dos aves saliendo de ella, en sus ojos tenían brillo incrustado. Era inconfundible, era el broche que yo le di a Lisa hace años, muchos años atrás.

A prueba [CHAELISA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora