Capítulo 1: Lo Que Suceda En Grecia Se Queda en Grecia.

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Agosto 2015

     La cálida voz de Adam Levine se inmiscuyó en sus sueños, Natalia abrió los ojos, apartó la enmarañada melena de Marga de su cara antes de girarse y estirar el brazo para alcanzar el móvil. Tarareando la canción, que tanto le gustaba y la despertaba cada día, se levantó de la cama con su característica sonrisa iluminando su rostro.

     Marga metió la cabeza debajo de la almohada, jamás había entendido la desbordante alegría con la que su amiga se levantaba por la mañana, soltó un gruñido a modo de queja y le lanzó la almohada dando buena cuenta de su pésima puntería y de su poca afabilidad al despertar.

―Algunas personas intentamos dormir ―Se quejó cubriéndose la cabeza con la sábana.

―Haberte quedado en casa de tu hermana y tu cuñado ―Le hizo burla desde la puerta del baño―, y no remolonees te recuerdo que en una hora tenemos que estar abajo.

―Joder, ¿cómo puedes tener tanta energía desde tan temprano? ―Más dormida que despierta volvió a quejarse sin salir de debajo de la sábana.

―Tal vez porque yo no bebí anoche lo que otras sí.

―¡Era mi despedida de soltera! ―gruñó sentándose en la cama.

―¿Lo de anoche también? Nena, estoy por creer que le has dicho que sí a Daniel para tener una juerga de seis días. ―rio entrando en el baño.

     Una somnolienta Marga se levantó de la cama y se arrastró hasta la abierta puerta del baño donde Natalia se despojaba de la camiseta y metía bajo la ducha. Con la familiaridad dada por tantos años de amistad Marga se bajó las bragas y se sentó en el váter, pues, las ganas de orinar comenzaban a ser acuciantes. Raro era que no se hubiese despertado de madrugada teniendo en cuenta los innumerables gin-tonics que habían caído tras la cena con su futuro marido y todos sus amigos la noche anterior.

―No te quejes te he dado la excusa perfecta para viajar por las islas griegas, igual conoces a un griego impresionante.

―Yo no me quejo, te recuerdo que eres tú la que lo has hecho y… ―Asomó la cabeza por la mampara―, ¿para qué quiero yo un griego?

―Y yo que sé, como desde que tú y Juan lo dejasteis no has vuelto a salir con nadie. ―Marga se miró en el espejo―. Puaff, espero coger algo de color en el barco, estoy mustia, no quiero lucir así el próximo sábado.

―Ya verás que sí.

―Eres una cabrona, tú estás bronceada.

―¿Para qué crees que quería este ático? ¿Por las vistas al de tu hermana e Ismael? Ya te digo yo que no, me enamoré de la terraza y de los fines de semana al sol.

     De manera sincrónica a unos mil ochocientos kilómetros de distancia de Madrid, y, por aquello de los husos horarios, una hora antes, Mike no dejó que Adam Levine comenzara a entonar el Lost Stars para abrir los ojos, llevaba un rato despierto en la cama, siempre le pasaba lo mismo cuando tenía que viajar, le obsesionaba no escuchar el despertador y, no llegar a tiempo al aeropuerto. Más aún aquella vez, casi un año llevaban preparando el crucero por las islas griegas con motivo de la despedida de soltero de uno de sus mejores amigos. Sin levantarse de la cama buscó el nombre de Paul en el móvil, sabía que si no lo llamaba para despertarlo corrían el riesgo que no lo hiciera y, por ende, ni él ni Sean llegaran al aeropuerto.

      Largos segundos tardó Paul en dar señales de vida al otro lado de la línea, Mike no cortó la llamada hasta no oírlo entrar en el baño y abrir el agua de la ducha, pues, no hubiese sido la primera vez que tras llamarlo volvía a quedarse dormido y llegar tarde.

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