Capítulo 19: Escocia, tú y yo.

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Miércoles 9 de agosto, 2017  

      Mucho hacía que no iba por casa de su hija, veía a Natalia todas las semanas, hablaban o, mensajeaban, casi todos los días, pero solo en contadas ocasiones cuando Natalia hacía alguna comida especial pasaba por allí. Sole y Natalia se dieron un par de besos, Natalia corrió a su habitación donde terminaba de vestirse, Sole tras cotillear los últimos cambios hechos en el pequeño, pero coqueto, ático de su hija pequeña se acercó a la habitación. Muchas eran las preguntas que tenía, pocas eran las respuestas que esperaba recibir, pues, poco sabía sobre aquel amigo con el que su hija parecía irse últimamente de vacaciones y mucho lo que quería saber. Por eso, cuando el fin de semana anterior había estado comiendo en su casa aprovechó para ofrecerse a llevarla al aeropuerto.

     Si algo sabía era que Natalia iba a intentar eludir darle respuestas y, tampoco iba a agobiarla con preguntas. Nunca jamás se había metido en la vida sentimental de sus hijos, pero aquella relación de amistad empezaba a intrigarle, sobre todo porque veía peligrar el tener a su hija cerca, a no verla todas las semanas por tenerla a kilómetros de distancia.

―La verdad es que reconozco que el tatuaje es muy bonito, sin contar lo curiosa posición estratégica de los lunares ―Sonrió al sonriente rostro de su hija, se fijó en el brillo especial de sus ojos, tan iguales a los del padre―. Sabes, siempre quise hacerme uno, pero nunca me atreví.

―Nunca me lo contaste, ¿y qué querías tatuarte?

―Una mariquita, siempre me gustaron.

―Lo sé, recuerdo que la abuela contaba que te pasabas las horas observándolas. Nunca es tarde.

―Cariño, a estas alturas no voy a hacérmelo.

―Mamá, no digas tonterías, nadie dice que tienes la edad que tienes. Yo quiero llegar a los sesenta así ―Besó y abrazó a su madre―. Si quieres cuando regrese de Escocia podemos ir al salón donde me lo hice yo ―Guiñó un ojo a su madre y la volvió a besar―. Seguro que a papá le encantará.

―Hablando de Escocia… ―Sole miró a su hija, una sonrisa asomó a sus labios adelantando el tema del que quería hablar.―. Este Mike y tú sois muy amigos, ¿no?

―Sí, así es.

―¿Solo amigos?

―Sí, solo amigos ―Cogió la cazadora de cuero y la metió en su bandolera.―. ¿No te ofrecerías a llevarme al aeropuerto para someterme a un tercer grado?

―Hija, a un tercer grado no, pero alguna información sí me gustaría tener ―Salió de la habitación seguida por Natalia y su maleta―. No te voy a engañar, he visto vuestras fotografías juntos en Instagram, pero no he cometido ningún delito, las has publicado tú y me tienes entre tus amistades.

―Ya, ya lo sé, mamá ―Revisó que todo estuviera en orden, cerró la puerta de la terraza y tras apagar la luz del salón, pues, solo eran las siete de la mañana y el sol no iluminaba lo suficiente.―. No te recrimino, es más te agradezco que no me hicieras estas preguntas el domingo, a veces creo que tus hijos…

―Tus hermanos…―replicó con sorna.

―Sí, bueno, los muy cabritos de Luis y Antonio, a veces tengo la impresión que siguen creyendo que sigo siendo la adolescente a la que controlaban.

―Tus hermanos te adoran y lo sabes.

―Claro que lo sé y, yo a ellos, pero controlaban a todo chico que se me acercaba.

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