Capítulo 3

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Al cabo de casi media hora conseguimos nuestras maletas, entre tanta masa de gente era difícil moverse y leer las señales que colgaban del techo indicándote por donde salir de ese aeropuerto del infierno. Desde luego no era un sitio que me gustaría frecuentar con asiduidad. Cuando salimos por la puerta donde te solía recibir la gente que te esperaba en el destino vi a mi padre con un ramo de rosas amarillas y una sonrisa que casi le llegaba de oreja a oreja. Eran las flores favoritas de mi madre y a ella se le iluminaron los ojos al verlas.

Se abrazaron al reencontrase y mi madre metió la cara en su regalo mientras mi padre nos besaba la frente con tanta suavidad que casi ni noté el contacto. Nos dirigió a la salida y vimos el coche nuevo, era un Volvo XC40 en color blanco. Se notaba que el sueldo en este empleo era mucho mejor que en el anterior. El maletero era amplio y cupo todo sin problema.

- ¿Qué tal el vuelo? -Preguntó cuando subimos al interior del vehículo.

- Bien, no ha habido ni una turbulencia. -Alegó mi madre.

- Sí que ha habido, una al final. -Siguió la conversación mi hermano.

Yo no dije nada, miraba por la ventana viendo como nos alejábamos de las afueras y comenzábamos a entrar en el interior de esa enorme ciudad. Era abrumador ver a tanta gente por las calles, ni siquiera sabía cómo podían no chocarse con el resto de personas que caminaban en dirección contraria. Cuando llevábamos más de veinte minutos circulando por las calles, el coche se paró en un semáforo y yo aproveché para bajar la ventanilla, hacía un bochorno diferente al de Texas, pero no dejaba de ser calor.

Cuando el cristal descendió una música que no estaba acostumbrada a escuchar se adentró en el coche, miré de dónde venía y vi que un grupo de chicos negros se movía al ritmo del sonido. Saqué el móvil para que el reconocimiento de música me dijese de qué canción se trataba. Resultó ser "Stell D.R.E", era de los noventa y para los chicos que la escuchaban parecía tener un gran significado.

- Sube la ventanilla, Rebecca. -Dijo mi padre más serio de la cuenta. Hice lo que me pedía sin pensar en qué pasaba por su cabeza.

- ¿Dónde está la casa? -Pregunté en respuesta a su orden.

- En Harlem, es una zona de Manhattan. Os va a gustar, no está lejos de Central Park y es la única zona en la que se pueden alquilar casas sin que tenga que soportar una hora de tráfico hasta el trabajo. No tiene un gran jardín como en Texas pero Dios nos ha recompensado por el esfuerzo. -Asentí pensativa mientras intentaba ubicar la zona que me había dicho mi padre en el mapa.- Mi compañero de trabajo vive también por el barrio, su hija es de tu edad, seguro que os lleváis bien.

Sonreí de forma amigable y cordial e intenté imaginarme la casa que mi padre nos había descrito. No nos había mandado fotos porque quería que fuese una sorpresa. Estaba claro que no me esperaba nada exagerado porque en esa zona era imposible, pero sí que me sorprendió cuando aparcó frente a ella.

Era una casa adosada con la fachada de ladrillo visto, tenía tres plantas y a la puerta de entrada se accedía por unas escaleras de obra. Me recordó a la casa en la que vivía Robin en "Cómo conocí a vuestra madre", era el mismo tipo de construcción. La barandilla de las escaleras era negra y parecía que lo que originalmente había sido un pasamanos de madera había sido sustituido por el metal pelado. Había un par de ventanas en cada planta y los visillos traslúcidos ocultaban el interior. Bajamos las maletas del coche y cuando entramos en la casa me sorprendió ver que era más grande lo que parecía por fuera. Al entrar había un recibidor con un armario empotrado donde podías dejar la ropa de abrigo y los zapatos, el suelo era de parqué oscuro y los muebles de madera clara para hacer parecer las estancias aún más espaciosas. El salón-comedor estaba a la derecha de la entrada, tenía un sofá grande y un par de sillones de color beige enfrente de una televisión de tamaño normal. La mesa era de un tono similar al suelo que contrataba con las sillas del mismo color que el sofá.

Al fondo del pasillo había una pequeña puerta que llevaba a un aseo, tras él venía la cocina con muebles blancos y negros. Por dentro estaba totalmente reformada, nada de lo que esperas al verla desde fuera. En la planta central había una gran habitación de matrimonio con baño incorporado en el interior y un vestidor donde podríamos meter nuestra ropa prácticamente toda la familia.

Al lado de las escaleras había una puerta tras la cual había una habitación más pequeña, probablemente la de mi hermano, y en la planta superior estaba lo que iba a hacer mi espacio. Era un fastidio tener que subir tantas escaleras, pero el resultado lo merecía. La habitación tenía vigas en el techo como mi habitación anterior, la cama era de matrimonio y el cabecero era de barras negras muy finas, además, tenía un banquito a los pies de la cama de un tono azul cielo precioso. El escritorio de madera blanca estaba bajo un ventanal que se asomaba a una pequeña terraza. El armario era espacioso y había un espejo a la derecha de este donde podía observarme de cuerpo entero. En la misma planta había otro baño que era a la vez cuarto de la colada, pero no me importaba lo más mínimo, tener mi propio espacio iba a ser algo genial, era el primer regalo que me daba esa ciudad. 

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