Capítulo 6

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El día siguiente llegó rápido, aunque no fue porque hubiese dormido del tirón. Más bien había sido una de la peores noche de mi vida. Me había despertado alrededor de seis veces por los ruidos de la ciudad. Ambulancias, coches de policía, gente gritando de plena madrugada. Sabía que en algún momento mi cerebro se acostumbraría y no me costaría tanto dormir, pero hasta que ese momento llegara iba a pasar más de una noche mala.

Ese día era domingo así que no podía saltarme el desayuno en familia, era algo impensable si no quería que mi padre me echase la bronca del siglo. Tras eso subí a vestirme, se nos había echado el tiempo encima y teníamos que llegar a la Iglesia antes de la hora de la misa, menos mal que lo haríamos en coche en lugar de pegarnos la caminata de nuevo. La ropa que escogí fue una falda de vuelo negra por debajo de la rodilla y una blusa rosa palo adornada con un pequeño lazo en el cuello. Hasta yo me veía más recatada de lo normal. Me puse unas manoletinas también negras y la elegante cruz de plata que mi padre me regaló en mi último cumpleaños. Cuando me miré en el espejo estuve contenta con el resultado, realmente nadie podía ponerme ni una pega, iba impecable.

El camino a la iglesia en coche fue de apenas quince minutos, y porque había bastante tráfico. Entramos y nos sentamos en unos de los primeros bancos, había bastante gente, desde luego el párroco debía de ser muy agradable para haberse ganado tantos fieles. Movía la pierna arriba y debajo de forma automática cuando mi madre me tocó el brazo con suavidad. Cuando estábamos en la iglesia la forma de hablar y de actuar era casi etérea, me obligaban casi a hablar en susurros.

- Cariño, ve al coche y coge mi bolso. Tengo la cartera dentro y sin ella no podemos hacer la donación.

Cogí las llaves que me tendía y salí en silencio hasta el exterior. Cuando cogí lo que mi madre me había pedido vi aparecer por la esquina un coche de un color muy llamativo. Era amarillo bronce. Cuando se acercó un poco más vi que era un Ford FX4, era un coche muy alto y con grandes ruedas. Se paró enfrente de la Iglesia y una chica salió del interior de forma muy aturullada. Iba vestida con una falda de tablas de color azul marino también bastante larga y una blusa beige la cual se iba abrochando mientras andaba hacia la entrada.

Tenía el pelo moreno y bastante más ondulado que el mío, pude intuir que era un poco más alta que yo y su tono de piel era de un tostado envidiable. Cuando la vi de espaldas me alarmé al ver que llevaba la blusa sacada por fuera y las manoletinas de chancleta. Si entraba así la iban a matar.

- ¡Eh, eh! Espera un momento. -Dije mientras iba medio corriendo hacia ella. Cuando me miró vi sus ojos azules como el cielo. Siempre le había tenido envidia a mi hermano por tenerlos también de ese color, sin embargo yo había heredado el color verde al que ya me había acostumbrado.- Llevas la camisa por fuera, y los zapatos... -Le señalé todo lo que estaba mal puesto mientras ellas me observaba atentamente.

- ¡Joder! Si es que siempre me pasa igual, no puedo salir los sábados, un día mi padre me va a matar. -No pude evitar sonreír al escuchar la naturalidad con la que hablaba.

- ¿Está ya decente o sigo hecha un mamarracho? -La observé atentamente.

- Está bien. Ya puedes entrar sin que nadie quiera matarte.

- Muchas gracias, guapa. No sé qué habría hecho sin ti. Soy Madison, pero llámame Mad, solo mis padres y el cura me llaman Madison.

- ¿Tú eres la hija de Rick? -Pregunté sorprendida mientras subíamos las escaleras.

- Sí. ¿Quién eres tú? -Preguntó arqueando la ceja de forma cómica.

- Rebecca.

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