Capítulo 32:

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Después de ese día empecé a ver las cosas de otra manera. No tenía muy claro porqué pero empecé a estar hastiada de tener que ir a misa todos los domingos, de tener que vestir de forma tan recatada y de tener que sonreír a todo de forma educada, como si estuviese complaciente con todo, cuando la realidad era que odiaba todas y cada una de las cosas que tenía que hacer para ser la hija perfecta que aún creían que era. Ese domingo en misa tuve ganas de aporrearle a mi padre por obligarme a hablar con Junior, era un chico que me despertaba de todo menos amistad. Mad intentó salvarme pero su padre no la dejó, parecía que ahí se habían aliado todos para encasquetármelo. No pude remediar ser un poco borde al despedirme de él y dejar en el aire que podríamos ir a Central Park, como ya me dijo el día anterior. A mí me entraban ganas de vomitar solo de pensar en perder una tarde sentada en un banco, aburrida, y viendo pasar la vida ante mis ojos.

El aire de Nueva York estaba empezando a ser extremadamente húmedo y el frío crudo que tanta fama tenía, parecía que estaba cerca de aparecer. Ya daba un poco igual como me vistiese para salir de casa porque iba tapada con el grueso abrigo, la bufanda y el gorro de lana, parecía un muñeco de nieve con vida. Tras la misa, cuando subí a la parte trasera del coche de mi padre y me apreté contra mi hermano para entrar en calor, viví lo que sería la primera pelea seria que iba a tener con mis padres.

- Vas a quedar con Junior para ese paseo, no le vas a hacer ese feo.

- ¿Qué feo? No somos amigos, no quiero quedar con él. -No me solía negar a nada, así que esa respuesta pareció rebotar a mis padres sobre manera.

- Es un buen chico, y de buena familia. Vas a quedar con él. -Miré a mi madre atónita. ¿De buena familia? ¿Qué era eso, la época victoriana?

- ¡No me gusta! No voy a darle esperanzas para nada. No voy a salir con él. -No llegué a gritar pero estuve a punto.

- ¡Vas a quedar con él y punto! -Gritó mi padre como si mi opinión no contase.

Por Dios, ¿de verdad esperaban que el mejor pretendiente al que pudiese aspirar su hija fuese ese chico? Pero no pude hacer otra cosa más que acatar y callarme. Si ellos me iban a obligar a eso ya me encargaría yo de darle tan mala imagen que no quisiese quedar conmigo. No sabía qué me pasaba pero se me hacía una tortura pensar en quedar con alguien que no fuese Jaden, estaba pendiente del móvil por si me escribía, recordaba lo ocurrido después de la batalla en mi mente una y otra vez intentando sentir de nuevo las sensaciones que tuve y no era tonta, sabía que esos eran síntomas delatores de que algo estaba pasando en mis sentimientos.

Misteriosamente, cuando estaba con él no sentía el nerviosismo de que fuese a pasarme nada grave, era cierto que me había puesto muy nerviosa ante el ataque de aquel chico que me agarró del brazo, pero no fue igual que las veces anteriores. Con él estaba relajada, solo disfrutaba de lo que estaba haciendo. Me gustaba hablar con él, también tenía sus historias, yo había estado recluida en un molde y él no lo había tenido, y eso lo hacía ser como era. Su pasado estaba cargado de convulsiones y solo quería saber más y más y ser yo la persona a la que le contase lo que se le pasaba por la cabeza. Quería decirle a mis padres que iba a estudiar con Mad y escaparme por ahí para vivir Nueva York.

Desde que había empezado a hacer esas cosas, me había dado cuenta de muchas cosas que hasta ese momento habían estado escondidas tras una nube de niebla. Cosas sin importancia que me hacían sentir bien. El olor característico de Nueva York, esa mezcla del gas que soltaban los coches al circular en combinación con los puestos de comida de la calle, el olor característico de las lavanderías y como se veía el sol cuando se escondía y reflejaba sus últimos rallos sobre las escaleras de incendios. Me estaba empezando a acostumbrar al tráfico, caminaba por las calles como si no existiera, obviándolo y solo percatándome de él cuando iba a cruzar por una carretera, las masas de gente a mi alrededor ya no me provocaban tanta ansiedad, solo me movía con ellas al ritmo de lo que estuviésemos hablando y escuchando la música que sonaba por los auriculares.

New York State of MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora