Capítulo 16: Jaden

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No sabía muy bien cuál había sido el impulso que me había llevado a subir hasta esa terraza, de hecho, conforme resonaba el metal oxidado bajo mis zapatillas iba arrepintiéndome de ello, pero cuando la vi salir asustada con ese pijama de mariposas no pude no alegrarme de haberme desviado hasta Harlem. Solo había tenido la intención de disculparme porque sabía que se había asustado, no tenía planeado volver a besarla.

Me apreté las sienes para intentar calmar un poco el dolor de cabeza que tenía, había estado todo el día intentando sacar de la cárcel al tío de la banda que detuvieron. Pero no lo había conseguido, así que tenía que buscarme la manera de sacar bastante pasta en poco tiempo para pagar lo que debía y no meterme en más follones. Y mientras tenía que solventar todo eso, lo que hacía era escalar edificios de noche. ¿Me estaba cansando de ser el tío duro? Evidentemente que no, pero supongo que quería prestarle un poco de atención a algo diferente, algo que no me traía problemas, me gustaba.

Llegué a casa más o menos a la una de la mañana, era de los días que más temprano llegaba y aun así todas las luces estaban apagadas. Cuando aparqué frente a la casa me quedé observándola y pensando en lo diferente que era respecto a las que acababa de ver. No estaba adosada a nada, era una casa pequeña, de dos platas y con unas escaleras de lona para subir hasta la puerta que estaba a poco más de un metro del suelo. La fachada del primer piso era de un color marrón bastante desagradable y la del segundo de un blanco amarillento que era más desagradable aún si cabía. Odiaba esa casa, no porque no fuese bonita, sino porque me traía malos recuerdos, recuerdos que me provocaban incluso asco.

Me bajé del coche dando un portazo y entré intentando no hacer mucho ruido, a mi madre le costaba mucho dormir desde que había empeorado, le habían detectado una enfermedad que afectaba a la válvula mitral del corazón y de la cual no podían operar porque no lo cubría el puto seguro, y costaba más miles de dólares de los que hasta ahora había podido conseguir. Al principio no era muy preocupante, le fue bien con el tratamiento a pesar de que pasábamos más penurias de la cuenta porque los medicamentos eran estúpidamente caros. Pero cuando dejó de funcionar tuve que hacer lo que mi madre me había rogado que no hiciera, meterme en un mundo en el que ella no quería que estuviera. Empecé pasando en alguna esquina, llevaba lo justo a casa para que no faltase comida, pero Denis empezó a confiar en mí y empezó a encargarme cosas más gordas, ganaba más dinero y podíamos darnos el lujo de ahorrar algo para intentar llegar a los gastos de esa operación, pero el empeoramiento de sus síntomas parecía indicar que no me iba a dar tiempo a reunir todo lo que necesitaba.

Saqué una cerveza del frigorífico de la cocina y el motor empezó a sonar, le di una patada a la puerta y el ruido se acalló, del congelador cogí una bandeja de comida preparada y lo metí en el microondas, no es que fuese mi comida favorita pero no iba a ponerme a cocinar nada de madrugada. Puse la televisión lo más bajito que pude y me tumbé en el sofá mientras el líquido de cebada fresco me reconfortaba por dentro. No pude evitar recordar a Becca llegando borracha y trastabillando al andar y al hablar. Me quedé dormido después de cenar, no sabía qué hora era cuando me desperté y conseguí salir del sofá para ir hasta la cama.

La moqueta gris tenía un par de manchas cerca de la cama causadas por los vómitos provocados por mis primeras borracheras. La cama se me había quedado pequeña hacía tiempo, en cuanto sobrepasé el metro setenta con quince años, y de ancho ni hablemos, entraba más bien justo. Me había dejado la ventana un poco abierta y entraba un frío del carajo y maldecí cuando al bajarla chirrió, esperé escuchar algún ruido que me señalase que mi madre se había despertado, pero por fortuna no fue así. Tiré la ropa debajo de la cama y me metí dentro, la calidez del edredón me envolvió y enseguida volví a caer rendido. 

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