Capítulo 40

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Cuando me vi alrededor de las cuatro paredes de la casa de Jaden el nudo que tenía en el pecho desde casi el comienzo de la noche viajó hasta mi garganta, intenté tragar saliva para aclarar la garganta y eso hizo que la presión viajase a mis ojos y dos lágrimas calientes y grandes cayeron hasta mi barbilla tan rápidamente que casi ni me di cuenta. Al menos hasta que él se dio la vuelta con cara de preocupación absoluta y me acunó contra su pecho mientras yo sentía que me rompía.

Me parecía verlo todo como en tercera persona. Yo no era la que abrazaba a Jaden, no era la que lloraba, no era la que temblaba mientras la garganta se me desgarraba por todo el miedo que había pasado en las últimas horas. Yo parecía ser alguien que miraba la escena sentada cómodamente en el sofá comiendo un bol de palomitas, como si se tratase de una película de lo más interesante.

Con el tiempo entendí que supongo que es lo que se siente cuando experimentas un estado de shock, que todo lo que vives parece que no lo estás viviendo en realidad. Y más con la conmoción que me dijeron que tenía en la cabeza. Al día siguiente tendría que afrontar muchas cosas para las que no estaba preparada, entre ellas que mis padres se enterasen de que Jaden existía, porque estaba claro que tendría que darles alguna explicación creíble para todas las heridas que tenía y para la factura del seguro médico que les llegaría unos días después.

Pero en ese momento solo quería cerrar los ojos y dormir, dejarme ir y dejar de sentir el dolor corporal que sentía. Aunque antes de poder meterme en la cama una de las puertas del pasillo de arriba se abrió y vi aparecer a Rosa con un bastón que la ayudaba más bien poco, su cara fue tal poema que me asusté del aspecto que tendríamos tanto su hijo como yo.

- ¡¿Pero qué os ha pasado?! -Jaden se tensó detrás de mí, sabía que no quería que su madre supiese la verdad pero estaba segura de que a ella no iba a poder convencerla con la excusa que usé en el hospital.- Mi niña...

Me cogió la cara con las dos manos y me besó la mejilla derecha, la cual debía de estar llena de sangre, polvo y lágrimas, por lo que me pareció un poco desagradable, pero a la vez me consoló tanto que rompí a llorar después. Rosa miraba a su hijo con tanta preocupación como me miraba a mí, pero detrás de aquella preocupación había algo que no sabía si era enfado o el instinto maternal diciéndole que se había comportado como un imbécil.

Me obligó a darme una ducha antes de acostarme, me dijo que me sentiría mejor y tenía razón, arrancarte una costra de suciedad y dolor siempre es placentero. Me puse una camiseta prestada de Jaden y mientras me secaba un poco el pelo con la toalla los escuché hablar fuera del baño. Estaba poniéndolo a caldo, aunque de vez en cuando soltaba alguna palabra de preocupación por el disparo que se había llevado, tras saber que no era grave y que se pondría bien, el resto fue todo reprimenda. Por haberse metido en aquello, por haberme llevado con él y por el resto de cosas que sucedieron. Jaden hablaba duro, enfadado, sabía que no era por mí o por su madre, también era por la situación.

Cuando salí del baño los dos me miraron y Jaden me invitó a acostarme en su cama, no sé que hizo después de eso porque me dormí en cuanto mi cabeza tocó la almohada, de hecho tengo el recuerdo de que alguien me arropara mejor porque probablemente no me había dado ni tiempo a hacerlo a mí. Soñé cosas feas, cosas que no me dejaron descansar del todo bien. Oscuridad y violencia, recuerdo mi corazón acelerado en un par de ocasiones, pero al menos cuando abrí los ojos con la luz fuerte y penetrante del día sentí que había dormido las horas suficientes para poder afrontar lo que quedaba del día con algo más de energía.

Al darme la vuelta en la cama vi que Jaden estaba durmiendo a mis pies, en un colchón que debía de ser el de la cama de su hermano, con la espalda hacia arriba y el brazo herido acomodado de una forma algo extraña pero que supuse que era la única en la que no le hacía daño. Miré sus tatuajes ahora que podía contemplarlos sin prisas bajo el sol. Cruzando el omoplato derecho tenía tres pájaros que podían ser perfectamente gaviotas, que volaban hacía lo que parecía ser un atardecer. Una pantera bastante estilizada saltando hacia su costado izquierdo, intentado alcanzar una presa invisible, unos números romanos que no podía distinguir del todo se colaban hacia el costado que no quedaba a mi vista, y además de la frase de aquella canción que rezaba en su antebrazo, tenía el otro plagado de cosas varias que supuse que quizá se las había hecho en aquella época en la que todos queremos ser más mayores. Unas iniciales, una corona, unas garras, palabras sueltas como "humble" o "hungry". Todo se entremezclaba de forma caótica en su piel y me encantaba. Me gustaba ese caos, para mi representaba libertad. La libertad de hacer y sentir lo que tu corazón quisiera.

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