22. Manos frías

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'Cause I feel safe in your arms
And she's got dashes in her stars
I hope you both, come around
This way

Dasher, Gerard Way ft. Lydia Night

Tras el festival cultural empiezan días un poco más fríos. No ha llegado completamente el invierno, pero el viento comienza a dejarse sentir. Eijiro lo nota porque Bakugo está más irritable que de costumbre y es menos rápido en sus entrenamientos. Todavía lo supera con relativa facilidad, porque es pura fuerza bruta, pero le cuesta más tiempo. Izuku, en cambio, le gana con mucha más facilidad y se sienta a horcajadas sobre él, con sus manos atrapadas, hasta que le pide que lo bese o que se le quite de encima, lo que ocurra primero. Izuku siempre lo hace decir «por favor». Eijiro se ríe mientras Katsuki está todavía rojo de furia.

Los días son buenos. Por primera vez parece que pueden disfrutar plenamente sus días como estudiantes de UA y, como adolescentes preocupados, sin saber cuando podría avecinarse la tempestad, se entregan a darse la mano por debajo de las mesas y escabullirse siempre que tienen oportunidad.

Resulta ciertamente encantador ver como Izuku y Katsuki intentan recuperar el tiempo perdido. Lo hacen con cautela siempre, respetando los límites del otro. Siempre invitan a Eijiro, que se estira como un puente entre los dos. Sabe, también, que han tenido algunas pláticas serias, porque Katsuki le dijo a Eijiro. «Todavía teníamos cosas que solucionar; no parecía justo embarrártelas encima, sin avisar». Y Eijiro lo agradece. Ese esfuerzo por tomarlo en cuenta, por sanar su relación para que ninguno de los tres sufra por los pedazos desgastados entre los tres.

Alguien llama a su puerta. No duda quien es. Siempre es Katsuki.

Se supone que no deben compartir cama, pero el menor de los problemas de Aizawa es que sus alumnos estén durmiendo, apretados, en la misma cama matrimonial.

—¿No puedes dormir? —pregunta, cuando abre la puerta.

—Frío —espeta Katsuki, irremediablemente enojado con el clima—. ¿Puedo dormir aquí?

—Pasa.

Eijiro le hace un espacio y Katsuki entra arrastrando su propio cobertor. Para Eijiro, que no tiene problemas con el clima, aquello es una exageración, pero no juzga.

Katsuki se acomoda del lado de la pared, sin darle oportunidad a él de elegir. Eijiro lo deja. Parece necesitarlo.

—¿Quieres un abrazo? —le dice, en un tono medio burlón—. ¿Para mantener el calor?

Katsuki bufa, no parece tomárselo bien. Y eso alarma a Eijiro, porque está acostumbrado a que Katsuki no se tome a mal aquella clase de expresiones. Incluso a que las considere bienvenidas y se ría con él.

—El frío es una mierda —declara, con voz seca.

—Vamos, no es para tanto, a veces hay nieve y...

—Eijiro —interrumpe Katsuki, dándose la vuelta—, con el frío sudo menos —declara, con la voz más baja, como si sólo admitir eso fuera una debilidad—. Tengo que hacerle cambios a mi traje, mierda. No puedo estar listo si no sudo, si no mantengo el calor... Y..., carajo, estoy acostumbrado a estar listo. Voy a ser un héroe. Necesito estar listo todo el tiempo y... Si ocurre algo, no podría...

Eijiro lo abraza. Las palabras de Katsuki se están haciendo mucho más erráticas, por todos lados. Lo único que se le ocurre es abrazarlo para consolar aquella desesperación que alcanza a sentirse. No quiere que Katsuki entre en un bucle sobre no sentirse suficiente y Eijiro sabe que a veces los tiene, cuando los oculte con mucho cuidado. Por eso, lo rodea con sus brazos y le ofrece casa en su pecho. Katsuki no se resiste al gesto y, de repente, parece que respira mucho más tranquilo

—Podrías usar guantes, para dormir —sugiere él; no se le ocurre otra cosa, eso parece lo adecuado—. Que mantengan el calor.

—Mi mamá prometió que buscaría unos. Ya sabes, ella y mi papá. Diseñan cosas. Conocen gente —explica Katsuki. No se suelta del abrazo—. Mientras tanto, tengo que aguantar y mi vida es una mierda porque odio el chingado frío.

Eijiro suelta un poco el abrazo para ofrecerle una mano.

—Tengo una idea.

Es una idea malísima. Pésima. Pero podría funcionar o, al menos, podría entretenerlos.

—¿Qué demonios...?

—Dame tu mano —le dice a Katsuki. El otro le hace caso y Eijiro la aprieta en la suya—. ¿Ves? Así se puede controlar más fácil el calor. Sudas más. —Katsyki bufa—. ¡Vamos! ¡Es como un abrigo para tus manos!

Katsuki se ríe.

—Idiota. Pero deberías tener cuidado —advierte—. Si el sudor se acumula...

—Confío en que tienes perfecto control sobre tu singularidad. Nunca te he oído activarlo mientras duermes excepto con... —se corta, sin querer decir lo que sigue.

«... las pesadillas». Pero cada vez son menos frecuentes. No tiene caso mencionarlo.

—Además, mi piel puede soportar las explosiones. Confío en ti, Katsuki —le asegura y no dice ninguna mentira. Le ha confiado su vida antes, dormir con sus manos entrelazadas es lo menos—. Vamos, dame la otra mano.

Le ofrece también la otra y Katsuki la toma.

—Abrigos para mis manos... —Se ríe tras eso. Tiene una risa ronca, extraña. Pero a Eijiro lo hace feliz oírla. Saber que Katsuki está feliz—. Es lo más idiota que has dicho en mucho tiempo, idiota.

Eijiro sonríe, le muestra todos los dientes; se acerca a Katsuki y le da un pequeño beso en la frente.

—Ey, no tengo cinco años —lo escucha quejarse, ya con los ojos cerrados.

Eijiro lo hace de nuevo y luego besa cada uno de sus párpados. Katsuki sólo bufa.

—Eres un cursi, maldita sea, eso es lo que eres, Eijiro, carajo, un cursi...

Eijiro suelta una risa bajita.

—Encantado de ser un cursi por ti, Katsuki.

—Idiota. —Luego de eso hay una pausa demasiado larga. Eijiro cree que Katsuki cayó dormido y se dispone a hacer lo mismo, cuando, de manera apenas audible, escucha otras palabras más—: Gracias, Eijiro.

—No hay de qué —musita en el mismo tono de voz bajo.

Se duerme con una sonrisa pintada en la cara.

***

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They're Soulmates, Your Honor [Kiribakudeku/Kirikatsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora