24 de diciembre de 2018
Mi parte favorita de la Navidad siempre ha sido la de los regalos. No por los que recibes, sino por los que das.
Ese día mi padre y yo estábamos sentados en el suelo del salón, junto al árbol de Navidad que habíamos montado semanas atrás. Fuera nevaba, aunque era una nieva muy fina que no alcanzaría a dejar la ciudad blanca.
Nos habíamos pasado una gran parte de la tarde cocinando —era parte de la rutina de Noche buena— porque mi padre quería cenar algo tradicional, y yo algo sano. Sabía que al día siguiente iba a tener que comer cosas pesadas en casa de mis abuelos y por eso quería cenar lo más ligero posible la noche anterior.
Observé los regalos que se hallaban bajo el abeto artificial. Habían más de los que esperaba y, ya que yo solo había colocado uno, no me costó llegar a la conclusión de que el resto debían de ser para mí. Le pedí que abriera el suyo primero porque me hacía mucha ilusión ver su reacción.
—Es de parte de mamá también —dije.
Le había pedido ayuda porque yo sola no podía pagar el precio de una cámara de vídeo y ella había aportado el dinero encantada. Estaba de buen humor porque los festivos siempre la animaban y, además, decía que para ella era importante que mi padre pudiese grabar todos los certámenes que ella se perdía por culpa del trabajo. Después empezó a quejarse de que hubiesen organizado el último concurso un viernes porque a ella le venía fatal, pero esa ya es otra historia. El caso es que había recaudado el suficiente dinero como para comprarle una cámara buena a mi padre.
Y, por la reacción que tuvo cuando desenvolvió su regalo, sabía que había sido una buena inversión.
—Vaya, haces que eche de menos los años en los que solo tú recibías regalosAhora me cuesta mucho encontrar algo que esté al nivel de lo que me das tú —rio—. Gracias, cariño.
Puso la cámara en el suelo y me dio un abrazo que me hizo sonreír.
—Llamaré a Cristine más tarde para darle las gracias a ella también.
—Pues tendrás suerte si te coge el teléfono —bromeé—. Se ha ido a cenar con unas compañeras de trabajo que están igual de solteras que ella. Cuando yo llegue a su casa probablemente me la encuentre resacosa y muerta de sueño.
Papá soltó una carcajada. Una de las cosas que más agradecía era que, pese a todo, mis padres mantenían una buena relación. Incluso podía bromear sobre uno de ellos con el otro y su respuesta siempre era respetuosa. Nunca hablaban mal del otro —al menos, no en mi presencia—.
—Toma, abre el mío primero. —Me tendió un paquete mediano envuelto con el mismo papel rojo que envolvía el regalo que yo le había dado. Lo rasgué con cuidado y me quedé mirando el objeto que había dentro.
—Es... Seguro que le doy bastante uso cuando lleguen los exámenes de febrero.
Leí el título del libro que sostenía entre mis manos una vez más. Historia para alumnos de educación secundaria.
No sabía qué más decir. Es cierto que yo era feliz con cualquier cosa que me regalase, pero de ahí a emocionarme por un libro de historia había un gran paso. Se hizo un silencio un poco incómodo durante unos segundos, hasta que mi padre estalló a carcajadas.
No me lo puedo creer...
—Tendría que haber estrenado la cámara para grabar este momento —se burló. Le puse mala cara, pero él me ignoró y me entregó el siguiente paquete, uno grande y cuadrado—. Aquí está el de verdad.
Pesaba un montón. Al abrirlo, me encontré con una caja de color café que tenía dibujados en la tapa unos periódicos y una lupa. En la parte superior se podía leer: Sherlock Holmes, Detective asesor. Era un juego de mesa.
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Emily & Jake ✔️
RomanceDe la amistad al amor no hay solo un paso. Hay muros y barreras que hay que estar dispuesto a derribar o a dejar caer. ... Emily tiene un pasado que le gustaría dejar atrás, unos miedos de los que no le ha hablado nadie. A lo largo de los años ha id...