V e i n t i d ó s .

29K 2.9K 1.4K
                                    

Según el médico, me había fracturado el radio con la caída. No era demasiado grave, pero tendría que estar en reposo un par de semanas. Me recomendaron que no volviese a patinar hasta entonces y luego me escayolaron el brazo. La chica que me llevó al hospital, Audrey, estuvo conmigo en todo momento.

Me dejó cerca del edificio donde vivía mi madre —y ahora yo también— y se marchó después de que nos despidiéramos y de que yo volviera a darle las gracias. Subí a casa. Volvía a estar sola y ahora ni siquiera podía patinar para quitarme de encima la sensación de angustia que llevaba conmigo a todas partes desde que Jake se había ido al gimnasio el día anterior.

Llamé a mi madre, tal y como ella me había dicho que hiciera, pero no me respondió. Mejor; aún no estaba preparada para el sermón que me iba a echar. Luego le mandé un mensaje a mi padre contándole lo de la fractura del brazo. Sentía que estaba preocupándole en vano, pero le había prometido que no iba a ocultarle nada más, así que no me quedaba otra.

Abrí también el chat que compartía con Jake.

Jake:
¿Quieres que me acerque esta tarde a tu casa?

Sí.

Emily:
No hace falta, voy a descansar un poco y mañana ya iré a clase y tal. ♡

No quería hacer que todo tratase de mí. Él ya tenía suficiente con el estrés de los exámenes y con lo que fuera que no quería contarme. No me parecía justo que tuviera que venir a consolarme también y, además, estaba harta de comportarme como si estuviera hecha de cristal a su alrededor. Era mi novio, no mi niñera. Si nuestra relación se resumía en él cuidando de mí incluso cuando sus propios problemas ya le agobiaban, entonces no tardaría en cansarse, y yo no podría culparle por ello.

Jake:
Vale. Descansa. ♡

Yo misma le había dicho que no viniera, y aún así me sentía decepcionada. Necesitaba un disfraz de payasa con urgencia, porque eso era exactamente en lo que me estaba convirtiendo.

Y me dolía el brazo cada vez que intentaba moverlo.

La semana no podía empezar peor.

Como cocinar estaba fuera de cuestión, me comí solo un yogur con manzana y uvas. Mi padre me llamó en cuanto volví a sentarme en el sofá. Le conté lo ocurrido, asegurándole repetidas veces que la fractura no era nada demasiado grave y que en unas semanas podría volver a patinar como siempre.

Estuve a punto de pedirle que no colgara la llamada aún, pero al final no lo hice y volví a quedarme a solas y en silencio en casa. Cerré los ojos y me tumbé sobre el sofá. No recordaba haberme sentido tan sola desde... bueno, desde el colegio.

Empecé a arrepentirme de haberle dicho a Jake que no viniera. Al final, cogí el teléfono y marqué su número. Quería hablar con él, aunque solo fueran unos minutos. Lo suficiente como para encontrarme un poco mejor y para no sentirlo tan lejos.

Escuché el primer pitido. Luego vino el segundo. Y el tercero.

—Lo sentimos, el número al que ha llamado no está disponible en estos momentos.

Ni siquiera se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que pudiera estar ocupado. Me quedé mirando el móvil y me pasé una mano por el pelo. De pronto, sentí ganas de llorar. Cerré los ojos otra vez y me abracé las piernas tumbada. En algún momento, conseguí quedarme dormida.

Me desperté dos horas más tarde. Mi madre aún no había llegado a casa, pero el cielo comenzaba a oscurecerse. Debían ser las seis de la tarde. Me levanté, cogí mi móvil y fui hasta la cocina para servirme un vaso de agua. Me senté en uno de los taburetes que rodeaban la isla y me metí en Instagram.

Emily & Jake ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora