Q u i n c e .

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8 de diciembre de 2018

Después de haber recorrido el centro comercial de arriba abajo, mi padre y yo encontramos finalmente el regalo de Navidad perfecto para Jake. Quería regalarle algo relacionado con los ordenadores, pero era muy difícil encontrar un accesorio que no tuviera ya, y comprarle otra vez algo relacionado con sus videojuegos favoritos se me hacía muy repetitivo. Era el único regalo que me faltaba por comprar; los otros los había escogido sin mayor dificultad. Una colonia para mi madre, un paquete enorme de chocolatinas para Mark, unas velas preciosas con olores agradables para que Samantha... A Ethan le había comprado un libro sobre ilustración digital, ya que le habían regalado una tablet por su cumpleaños y aún estaba aprendiendo a utilizarla. Incluso había encontrado, por casualidad, un regalo para Kate. En una de las tiendas que habíamos visitado vendían llaveros. Vi uno con una nota musical y la inicial de su nombre y decidí comprárselo.

Solo me faltaba conseguir el regalo de Jake y el de mi padre, pero este último lo compraría cuando él no estuviese presente, así que en realidad el de Jake era el único restante.

—Si no ves nada que te convenza, siempre puedes encargar un llavero personalizado —sugirió mi padre—. Creo que en la tienda en la que hemos estado antes los venden.

—Ya le he comprado un llavero a su hermana. No quiero ser tan poco original.

—No eres poco original. Te lo estás pensando demasiado, a él le gustará cualquier cosa que le des.

—Pero es que no quiero darle cualquier cosa... Él ha hecho mucho por mí, me gustaría agradecérselo de alguna forma.

No es que me sintiese en deuda con él por haber sido y ser un buen amigo, simplemente quería darle las gracias por su paciencia, su comprensión y lo mucho que aportaba a mi vida. Había odiado la Navidad durante muchos años, pero esta vez quería sacarle el mayor partido posible. Quería dedicarle esas fechas a mis seres queridos: a pasar tiempo con ellos, demostrarles lo importantes que eran para mí... Los regalos eran parte de eso. Aunque muchas personas los consideren meramente comercial, dar y recibir regalos podía llegar a ser precioso. El simple hecho de pasarse horas pensando en la otra persona, buscando algo que podría gustarle, que podría hacerle ilusión o que tuviese un significado especial para vuestra relación... A mí me parecía maravilloso.

Por eso no me importó pasar una hora más entrando y saliendo de las tiendas del centro comercial. Mi padre tampoco se quejó. Después de todo, yo le había ayudado a escoger los regalos para Sophie y Jessica. Tuve que meterme en el perfil de Instagram de esta última para dar con algo que pudiese hacerla feliz. No me importaba su regalo, pero a mi padre sí y por eso me esforcé hasta hallar algo decente.

Al final decidí rendirme. Ya buscaría el regalo perfecto para Jake por internet. Sin embargo, justo cuando estábamos a punto de dar la vuelta para ir a casa, algo en el escaparate de una tienda para bebés llamó mi atención. Mi padre me miró extrañado cuando le pedí que entrase conmigo.

En un baúl, justo al lado del escaparate, había un peluche de una abeja. Era peludito y adorable, pero no era la apariencia ni el tacto lo que me hizo comprarle. Supe que me lo llevaría porque pensé en Jake nada más verlo y sonreí. El peluche en sí no tenía un gran valor, pero a mí me traía recuerdos de todas esas horas que habíamos pasado juntos en clase de biología. Si nadaba entre esos recuerdos, podía ver con claridad la cara de concentración de Jake mientras trazaba las líneas de una abejita en mi libreta y la sonrisa divertida que decoraba su rostro cada vez que yo le reñía por no atender a clase.

Mi padre no hizo preguntas cuando cogí el peluche y lo llevé hacia el mostrador.

Volvimos a casa en coche y envolvimos los regalos juntos. O, más bien, él se dedicaba a hacerlo mientras yo cortaba cinta adhesiva y se la iba pasando de vez en cuando.

Emily & Jake ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora