1. Arturo

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~Narra Arturo~

Arturo es el nombre que me otorgaron al nacer y me dedico a la pesca.

Mi padre siempre me había enseñado las maravillas que posee el mar, hasta el día que desapareció. Ahora, yo ocupo su lugar entre comillas junto a otros trabajadores.

Yo solo soy un joven, como comprenderás. Aún me quedan muchas cosas por aprender y espero llegar a ser lo que me proponga.

Jamás he ido a la escuela: mi madre quería que yo me internara, pero mi padre insistía en que debía de aprender en casa, con los míos, y que la enseñanza en la escuela era competitiva. Mi papá, José, era un gran explorador y conocedor de las aguas marinas. Ese es mi propósito.

Mis amigos y yo, siempre quedamos en una cala (una playa escondida por rocas).

Blanca

Tiene dieciséis años (un año más que yo). Sus cabellos son largos y dorados. Luce una mirada color miel. Destacan cuatro lunares que lleva en el rostro.
Es de estatura promedio.

Se describiría como: Valiente, responsable, optimista, aventurera.

Lázaro

También tiene dieciséis. Su melena es rubia y rizada salvaje, su mirada es azul clara y eso lo hace atractivo, bueno... hay que decir que sus abdominales también. Mide un metro con ochenta.

Se describiría como: Prudente, coqueto, deportista, cerrado.

Elena

Tiene catorce años. Es morena y con ojos azules. Es un poco ocurrente, un dato interesante es que se suele confundir su edad con su altura.

Se describiría como: Sociable, infantil, inteligente, impaciente.

Gabriel

Tiene mi edad (quince), es muy alto y siempre lleva el pelo de color oscuro. Sus ojos son negro azabache.

Se describiría como: Despistado, trabajador, divertido, muy ágil.
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Juntos desconectamos de la cruel realidad y vivimos aventuras.                                                                   
El domingo de la semana pasada quedamos en la cala, como habitualmente:

Primero llegó Gabriel; es bastante puntual. Posteriormente Elena, luego yo y por último Blanca y Lázaro.

―¿Cómo va? ―Dijo Blanca.

Nos dimos unas palmadas en la espalda y procedimos a quitarnos la ropa. Corrimos hacia el agua como si fuera la última vez que fuéramos a ver el mar y nos pusimos a chapucear y salpicar. La noche acechaba y nos preparamos para ver las estrellas. Esto lo hacemos todos los domingos; al día siguiente ellos van al instituto y yo a trabajar, mejor bien dicho a pescar. La luz de la luna y las estrellas se apoderaban del territorio. Estábamos todos tumbados en la arena. Gabriel y Elena no decían absolutamente nada, estaban pasmados contemplando las constelaciones, mientras que Blanca y Lázaro se agarraban las manos y se lanzaban miradas y caricias. Yo estaba al lado derecho de Blanca y Lázaro al izquierdo. Ella estaba preciosa; la luz de la luna la hacía más poderosa de lo que era y el mar centellaba. Blanca me había atraído desde que nos conocimos, pero... debía esconder esos sentimientos para no romper nuestros lazos de amistad y los del grupo en sí. La única persona que sabe mi secreto es Elena. Que al darse cuenta de que estaba mirando de reojo a Blanca me agarró el brazo y me hizo un gesto con la cabeza de que lo dejara estar.
Al cabo de un rato volvimos a nuestros hogares y a la mañana siguiente, es decir; ahora mismo seguimos con nuestra rutina de entre semana.

Gabriel siempre me acompaña al muelle, que por supuesto es donde trabajo y luego corre como Usain Bolt hacia el instituto.

―Hasta luego Arturo, Acuérdate de lo que hemos dicho ¡Nos vemos por la tarde! ―Y empieza a correr.

Mi barco pesquero está a punto de zarpar. Y el patrón (básicamente el capitán) me ordena que suba inmediatamente si no quiero perder el curro. De un gran salto me introduzco en la cubierta de la embarcación y esta se balancea un poco.

―¡Ten más cuidado muchacho! ―Dice uno de los tripulantes.

El patrón del barco, se llama Mike. Él quiere que le llamemos por su nombre de trabajador, no por su correspondiente (el de pila). Grita mi nombre para que acceda a la cabina, poniendo el piloto automático.

―Siéntate en esa silla ―Me dice con cara de preocupación; acariciándose la abundante barba blanca.

―¿Qué desea patrón? ―Pregunto.

―Te lo comento a ti porque sé que eres muy responsable y porque, por supuesto, ya eres lo suficientemente maduro como para gestionarlo. ―Dice agarrando una silla de madera y sentándose.

Me empiezo a preocupar yo también...

―Hoy será diferente, desviaremos la ruta y pondremos a rumbo hacia otro destino.

―¿Qué es exactamente lo que me intenta decir? ¿Dónde vamos a pescar? ―Inclino la silla despacio hacia atrás, balanceándome, posando mis manos encima de mi nuca y mostrando los codos hacia ambos lados como si estuviera de chill out.

El patrón agarra un mapa y lo esparce en la mesa.

―¿En busca del tesoro de la isla
perdida? ―Bromeo.

Me mira con cara de manzanas agrias y cuando me doy cuenta de que lo dice en serio, vuelvo a mi posición.

―No. ―Se coloca las gafas ― Algo mucho mejor, algo extraordinario. Que nos dará algo mejor que riquezas. ―Dice acariciándose las manos.

―Venga patrón, ¿qué hay mejor que un
tesoro? ―Vuelvo a bromear.

―Poder. El control absoluto de nuestro planeta. Tal vez es arriesgado, pero valdrá la pena...

Comienzo a sentir escalofríos y malas vibraciones.

―Patrón... ―Intento reflexionar ―¿Esto es ilegal?

Mike me mira y luego me ordena que se lo comente a la tripulación. Salgo de la cabina y propongo el plan a mis compañeros. A mí no me parece una buena idea, ya que hay unos límites en alta mar, los cuales un simple barco pesquero no puede cruzar porque no hay autorización y pescar peces a partir de ahí es un delito.

―¿Pero qué dice? ―Pregunta mofándose uno de los trabajadores, su nombre es Jacobo.―Aparta ratón, déjame hablar con el patrón.

La tripulación comienza a reír ante la situación y Mike se ve obligado a salir. Antes de que Jacobo entre en la cabina, el patrón se presenta seriamente delante de sus narices.

―Vuelve a tu posición. ―Dice con voz ronca.

La tripulación deja de reír y se pone firme.

―Esto no es un juego. Nos hemos involucrado en una expedición en la que debemos trabajar duro. Quién me deje satisfecho, será beneficiado con un millón de euros.

¡Un millón de euros! ¡Dios Santo, qué locura! ¡Somos muy pobres y nos ofrece una barbaridad!

―¡Yo digo de abortar la misión! ―Dice Jacobo convencido, echándose hacia atrás.

Mike observa el mar, inspirado.

―¡Es todo una trola! Solo está
bromeando. ―Ríe con nerviosismo Jacobo.

―Si no quieres venir, abandona la nave. ―Dice el patrón Mike.

Todos se miran sorprendidos, yo me incluyo. Estamos en alta mar, ya muy alejados de la costa. ¿A dónde va a ir? No disponemos de botes, únicamente chalecos salvavidas. Jacobo mira el paisaje; solamente hay agua y más agua. No tiene elección. Vuelve a su posición.

―Perfecto, ¡A trabajar! ―Finaliza Mike.

Surcando Las AguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora