~Narra Blanca~
Mi nombre es Blanca.
Arturo no da señales de vida desde el lunes por la mañana. Gabriel había quedado con él ese día por la tarde y lo dejó plantado. Cuando fue a su casa a preguntar, su madre dijo que no había vuelto aún del trabajo y era muy extraño. Han pasado mucho más de cuarenta y ocho horas y los agentes de policía, investigadores, etc. Han buscado desde los pies hasta la cabeza de la ciudad y han deducido que sigue en el mar.
―¡¿Cómo que sigue en el mar?! ―Pregunta la madre de Arturo. ―¡¿Me estáis diciendo que mi hijo está muerto?!
―Cálmese mujer; su hijo no tiene por qué haber fallecido. ―El agente de policía
suspira. ―Se supone que todos los barcos llevan un localizador. Si rastreamos el buque, sabremos dónde se encuentra, a no ser...―¡¿A no ser qué?! ―Grita desesperada la madre.
―Que el barco se haya hundido o haya sido destruido.
La madre de Arturo se pone la mano en la cabeza y se tumba en el sofá de su casa.
―Señora... Las probabilidades son escasas; los barcos pesqueros tienen un límite de pesca, de esa franja hasta la costa sabe que es improbable, el oleaje no es fuerte y nunca acechan tormentas.
―¿Y si han pasado esos límites? ―A la madre de Arturo se le agrandan los ojos como los de un búho.
El policía se acaricia la barbilla por un segundo.
―Señora, no se ponga en lo peor.
En la sala hay silencio. El policía finaliza la conversación:
―Hacemos lo que podemos, usted quédese aquí.
Y sale de la casa.
Nosotros sus amigos, hemos estado contemplando el panorama cada segundo del día.
―Señora... ―Empieza Gabriel. ―Yo estoy seguro de que su hijo está bien.
Elena se añade a la conversación:
―Lo encontraremos.
Yo me levanto del sillón en el que estaba y grito:
―¡EXACTO! ¡Lo encontraremos nosotros mismos!
Lázaro me mira.
―¿Qué dices Blanca? ―Me agarra del brazo y me vuelve a sentar. ―¿Qué dices?
Me levanto otra vez y sigo con mi pequeño discurso.
―Elena, tú tienes un yate ¿verdad?
―Eh... Sí, pero es propiedad de mi padre.
―Tu padre era muy afín al padre de Arturo, seguro que nos lo deja.
Lázaro me volvió a agarrar del brazo.
―Blanca, sé que quieres contribuir y ayudar lo máximo posible, pero esto es demasiado...
―¿Cómo vamos a conducir un barco
solos? ―Pregunta Gabriel.Miro a Elena.
―Uy no... No, no, ¡no! Mi padre lleva siglos sin montar ese trasto.
―¿Y para qué lo tiene entonces? ¿Qué decís, os apuntáis? ―Digo entusiasmada.
Los tres se miran entre ellos, la madre de Arturo se ha dormido en lágrimas. Salimos de la casa de Arturo y nos dirigimos a la de Elena. Una vez allí, nos atiende su madre.
―¿Qué queréis? ―Pregunta la madre de Elena.
―Mamá... ¿Está por casualidad aquí, papá?
―Está el desván con sus cosas como siempre ¿por qué?
―Nada.
Subimos al desván. Este está lleno de papeles y mapas con lugares marcados y líneas en rojo. Esparcidos por todas partes.
―Hola, ¿qué tal estás? ―Pregunta Elena.
―Bien cariño, un poco abrumado, ¿tú?
―Necesitamos tu ayuda urgentemente, señor Cruz. ―Digo.
Javier Cruz, padre de Elena Cruz gira su silla rotatoria ciento ochenta grados a la izquierda.
―Oh, tenemos visita. Espera, falta Arturo
¿no? ―Se extraña Javier.Elena nos mira. Parece ser que Javier no sale mucho de este desván. La que trabaja y los mantiene es la madre de Elena. "Desde que el padre de Arturo desapareció, hace cosas raras en el desván" recuerdo que me dijo una vez.
―Arturo lleva desaparecido desde el lunes por la mañana. ―Contesta Gabriel.
Javier se levanta de la silla alertado.
―¡¿Qué?! ―Y luego se pone las manos en la cara arrastrando el rostro de medio
dormido. ―Debo estar soñando.―Se fue a trabajar en el barco de pesca y ni él ni ninguno de los que iban allí
ha vuelto. ―Cuenta Lázaro.―Esa sucia rata... Lo ha vuelto
a intentar. ―Dice el padre de Elena con tono despectivo.―Papá, ¿a quién llamas rata? ―Pregunta confundida.
―Mike, el "patrón" del barco; ni patrón ni leches. ―Sigue Javier.
―Cuente señor Cruz. ―Propongo.
―He estado intentando impedirlo,
¡de veras! ― Dice señalando los mapas que tiene esparcidos por todas partes. ―Ese viejo dice ser quien no es, desafortunadamente nadie me cree, me toman por loco: Sucedió hace mucho tiempo... José era tripulante, como yo. Él no quería pescar en sí, él quería ser parte de este ecosistema, de una forma u otra. Si bien su trabajo era una excusa para estudiar el mar y sus maravillas, pues él no tenía estudios escolares para ser lo que quería llegar a ser. Era tan inteligente, que sabía demasiado. El mismo sucio mentiroso que da órdenes a vuestro amigo es el que nos desvió la ruta y nos metió en un buen lío. En esos tiempos se rumoreaba de un punto en el mapa, mucho más allá de los límites de pesca. En determinadas ocasiones, un rayo caía justamente ahí. Se contaba que si estabas allí en el punto exacto en el momento exacto te despertarías en un lugar secreto y oculto en las profundidades del mar. Es una locura, ya lo creo... Pero estoy seguro de que era cierto. Mike se aprovechó de la inteligencia del padre de Álvaro, ya que sabía que este le ayudaría a llegar ahí y así conseguir la clave del control sobre el mundo. Esa vez no salió bien. Una ola inmensa nos arrebató el barco. Por suerte yo sobreviví y Mike y un tripulante con mucha masa muscular también. No sé si sobrevivir es el término correcto, porque o José llegó a la ciudad de la Esperanza o murió ahogado. ¡Estoy seguro de que lo vuelve a intentar pero con su hijo!―¿Ciudad de la Esperanza? ―Pregunta Gabriel.
―Sí, ahí hacen experimentos con cosas raras y están haciendo un plan para controlarnos a todos. Por supuesto sé todo esto gracias a Mike.
―Una ciudad bajo el agua... ¡Esto me sobrepasa! ―Dice Lázaro.
―Queremos que nos lleves allí. ―Digo segura de mi misma.
Javier se levanta y me agarra de los hombros.
―¡Sí! Es lo que yo he estado intentando todos estos años, pero... lamentablemente no puede ser.
―¡¿Por qué?! ―Me indigno.
―¿Quieres arriesgar tu vida muchacha? ¿Y la de tus amigos?
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Surcando Las Aguas
Science FictionUn joven pescador se ahoga durante una fuerte ventisca. Sin embargo, sigue vivo.