19. Reconciliación

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Subimos el ascensor que tanto nos ha acompañado el tiempo transcurrido y llegamos a una planta en la que un inmenso submarino nos deja boquiabiertos ante su presencia.

―Estuve husmeando y encontré este nuevo amiguito. Curiosamente no hay
guardia. ―Explica ansioso Javier.

―¿Papá? ―Dice Elena en medio de su desbarajuste cerebral.

―¿Cómo te va Elena?

―Guay, supongo...

El interior está bastante desarreglado, con cables sobresalientes por en medio, botones por todos lados, mecanismos inimaginables. Como en un reloj.

―¿Sabes cómo manejar esta
cosa? ―Pregunta Gabriel.

―Pues claro que no, por eso me leí las instrucciones previamente.

―Ah, que hay instrucciones... ―Digo pidiendo perdón por mi ignorancia

El viaje de vuelta a casa me lo paso hibernando en los camarotes, aunque antes me he pegado una buena ducha.
Parece que cuando despierto, la mente de mis amigos ya no está nublada y han recobrado sus respectivos ánimos.

―¿Todo bien dormilón? ―Pregunta Blanca divertida. ―Hace nada que hemos vuelto al puerto.

―Huele como en casa ¿verdad? ―Dice Lázaro estirando los brazos.

―O a diésel. ―Afirma con toda la razón Elena.

Al bajar del medio de transporte marítimo, inicia la despedida por el momento.

―Partiendo de que hemos actuado heroicamente... dejando en banda las ocasiones ajetreadas y arduas; he reservado una mesa en la pizzería 'El Forno', mientras navegábamos de vuelta a casa.―Corrobora Blanca, gozosa.

―¡Oh sí, oh sí! ―Brinca Elena de emoción.

―¿Qué me dices, Arturo? ―Blanca agarra sus manos y las pasa por mi cuello. ―Has sido valeroso y osado, te mereces una escultura de piedra en el pueblo y... una buena pizza gratis.

Mis mejillas se vuelven rosadas, sonrío tiernamente, sin dejar de observarla.

―Tú tampoco has estado nada mal... has hecho un denodado esfuerzo independientemente de la opinión
parental. ―Mis ojos grisáceos se tornan de un nuevo color.

―¿Te has fijado en que tu faceta está
cambiando? ―Cuestiona Blanca.

―¿Eso es un alago? ―Bromeo.

Elena conduce a Lázaro y Gabriel hacia otra parte, agradezco su forma de actuar.

―¿A caso lo dudabas? Dime...―Blanca me mima la fisonomía. ―...¿vendrás a cenar?

―No depende de mi, aún tengo que reconciliarme con mi familia. ―Dejo fluir de mis labios un pequeño silbido. ―Y acabar de absorber todo esto.

Blanca se abstiene durante dos segundos.

―No nos evites, vente.

Aparto la mirada pero ella me la vuelve a posicionar agarrándome de la barbilla.

―Arturo ¿hay algo que te preocupe a parte de eso?

Niego rotundamente.

―Venga va, estate en contacto con nosotros
¿vale? ―Finaliza despeinándome mi suntuosa cabellera con sus largas y pulidas uñas y luego introduciéndose las manos en sus bolsillos traseros de los tejanos, pues entonces procede a irse sin dejar rastro.

―¡Un momento Blanca! 

Ella se gira y espera mi respuesta.

―No nada, se me ha olvidado.  ―Exhalo insatisfecho.

Ella sonríe y da media vuelta. No tardo mucho en marchar a casa, debido a que Javier ha descendido finalmente a tierra firme, desde el barco.

―Te acompaño a casa. Me ocuparé de todo el enredo de dar explicaciones, no te preocupes.

―No tienes porqué...

Javier me interrumpe.

―Te lo debo Arturo, te lo debemos.

―A propósito, encontré a mi
padre. ―Cuento mientras andamos hacia mi casa.

―¿Y? ¿Porqué no estaba contigo?

―Mejor hablemos de otra cosa. 

―Hablabais de ir a comer
¿verdad? ―Pregunta Javier.

―Ah... sobre eso, dicen de ir a comer una pizza. No sé en qué punto pero bien.

―Así te despejas un poco, debéis de estar hambrientos.

―En cuanto llegue devoro la nevera, siento decirlo.

Los dos reímos, no puedo creer que esté pisando tierra verdadera y consumiendo aire puro.
A mi madre, al verme, se le cambia el estado de ánimo y me come a besos.

~Narra Blanca~

―Sí, es decir, Arturo tiene que contarnos muchas cosas de las que no somos conscientes aún. ―Dice Elena.

―Yo creo que primero hay que dejarle su espacio. ―Cuenta Lázaro.

―No hace falta que os lo cuente él, para eso estoy yo que lo percibí todo mientras estabais en aquellos sillones sin movilidad. ―Afirma Gabriel.

―¿Le ayudaste al enfrentamiento
con Brooke? ―Pregunto interesada.

―Eh... sí claro... yo le ayudé y acabamos con ella juntos.

―No se yo si suenas convencido Gabriel. ―Ríe Elena.

―Bueno vale, pero yo le hice una llave a uno y cabe decir que me llevo ese mérito. ―Afirma con emoción.

―Por supuesto que sí Gabriel. ―Le digo lo que quiere oír.

―¿Creeréis que nos harán un
homenaje? ―Pregunta Elena.

―No sé, estaría guay ser los héroes del planeta solo por un día. ―Carcajea Lázaro.

―¿Y qué dirá el instituto? ―Sigue preguntando Elena.

―Envidia pura chicos. ―Dice Gabriel brincando de alegría.

―Eso hay que darlo por sentado. ―Contesto riéndole.

En conclusión, famélicos y con ganas de seguir comiéndonos el mundo aunque, al unísono agotados, llegamos a nuestras casas sanos y salvos.

Por encima de todo, reservando el misterio hasta la ocasión adecuada.

Surcando Las AguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora