6. Blanca Eres Insaciable

5 2 0
                                    

~Narra Blanca~

Consigo convencer a Javier, el padre de Elena. Y marchamos al muelle.

―Ha sido fácil convencer a tu
padre. ―Susurro a Elena con tono burlón.

―A mí no me juzgues. ―Dice encogiéndose de hombros.

Al subir al yate, Lázaro me detiene durante unos instantes y comienza a bajar el tono de voz para que sus palabras no puedan ser escuchadas por los demás.

―¿Qué es lo que ocurre ahora? ―Le pregunto sabiendo sus intenciones.

―Eres consciente ¿verdad? Es decir... Ya sabes que el tío este está majareta...

―Por favor, no empieces.

Me mira frustrado y decide contribuir, por supuesto que, sin satisfacción alguna.
Javier se frota las manos.

―¡De acuerdo! A partir de ahora nada de burradas. Hay que estar concentrado en todo momento. Tengo una copia del mapa que habrá utilizado el patrón Mike y doy por descontado de que tenemos recursos vitales suficientes. El único inconveniente es que no me acuerdo muy bien como arrancar este trasto.

―Una muy buena manera de iniciar. ―Dice Lázaro notándose el sarcasmo.

Evidentemente, se lleva un coscorrón por mi parte.

―Oh, ¡Eureka! ¡Nos vamos! ―Grita Javier.

Cada vez percibo menos con la vista la costa y debo de confesar que... Estoy aliviada porque; mis padres son muy estrictos y no me dejarían vivir este tipo de aventuras en ninguna ocasión.

―¡Mirad! ¡Una medusa! ―Grita Gabriel con mucha ilusión.

―¿Es que no has visto ninguna en
tu vida? ―Le sigue el juego Elena.

Todos nos echamos unas risas, sin percatarnos de los riesgos que estamos tomando. Lázaro fórmula la primera pregunta que no es un intento para que nos arrepintamos.

―¿Cuánto tiempo nos va a costar esta aventura?

―Unos tres, cuatro días. Tal vez una semana entera si vamos muy calmados. Tranquilos, intentaré que sea el menor posible. ―Responde Javier.

Lázaro me mira con ojos abiertos como platos. Y seguimos hacia delante. Al cabo de unas horas, los problemas aparecen: Gabriel comienza a marearse y le ayudamos a devolver. A Elena, que no para quieta, se le cae un brazalete por la borda... Cosas así.

La puesta de sol es tan hermosa, que me quedo contemplándola recostada desde la proa tapizada con tonalidades marrones y beige. Elena ayuda a su padre en el interior de la cabina y Gabriel se duerme en un sofá de allí dentro también. La mar está rizada, no hay peligro. El viento suave me mueve los cabellos hacia atrás como si estuviera en un anuncio de productos capilares. Noto como alguien se acuesta a mi lado, sin embargo, no aparto la mirada del paisaje.

―No sé exactamente a dónde quieres llegar, pero puedes asegurar que no te dejaré sola en ningún momento. ―Dice Lázaro.

―No es una novedad. ―Le respondo.

El joven coloca suavemente su cabeza encima de mis piernas e intenta llamar mi atención; mirándome con esos ojazos grisáceos irresistibles. Bajo la mirada y le beso la frente. No contento con eso, cuando vuelvo a subir el rostro para seguir contemplando el atardecer me agarra del cuello y me besa en los morros. Sí, Lázaro y yo estamos en una relación.

―Ey, ¡despertad! Me toca a mí dormir. ―Dice Elena bostezando.

Me he dormido junto a Lázaro y por mi reloj de pulsera puedo aclarar que son las once de la noche.

―Perdónanos Elena, te dejamos
descansar. ―Digo medio dormida aún.

Los dos accedemos a la cabina para ayudar. Gabriel sigue frito, tumbado en aquel sofá.

―Oiga Javier... ¿Usted no
está cansado? ―Pregunta Lázaro.

―Tranquilo chico, me paso días enteros sin dormir y aquí estoy; vivo y coleando.

―Bueno, no diría yo que esté tan perfecto, ¿sabe?

Lázaro se va del tema otra vez y le doy un pequeño codazo.

―Podéis seguir durmiendo, no necesito ayuda de momento.

Mi compañero va a seguir descansando pero yo no.

―¿Puedo tocar el mapa? ―Pregunto.

―Sí, Blanca, puedes. Y también puedes ir con tu amigo a descansar.

Me niego y observo el mapa. El destino final está en el agua y no veo ninguna señal de que pueda haber tierra firme.

―¿A caso la isla a la que vamos es diminuta o algo así como secreta? Porque desde luego que en el mapa no hay ninguna por ahí cerca.

―¿Quién ha dicho que vayamos a
una isla? ―Dice confundido. ―Si lo he dicho yo... Perdóname, estaba equivocado.

―¿Hacia dónde vamos Javier?

―Antes de ofrecerte la respuesta a esa pregunta... ¿Me podrías llamar capitán?

¿Capitán? ¿A caso se cree que estamos para bromas?

―¿Hacia dónde vamos? Capitán.

―¡Hacia el infinito y el más allá!

―¡Javier! ―Doy un fuerte chillido.

―Llámame capitán...

―¡Cuidado!

Advierto a Javier de que hay patrullera que está vagando por aquí, seguramente buscando el barco pesquero de Arturo y los demás tripulantes o alguna que otra pista. Javier apaga las luces del yate y nos quedamos a oscuras. Conseguimos despistarlos y finalmente perderlos de milagro.

―Uf, estuvo cerca, gracias Blanca.

―Blanca, eres insaciable. ―Dice Gabriel, que se ha retirado de sus "aposentos".

Surcando Las AguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora