17. Manos Al Ataque Por La Certidumbre

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~Narra Arturo~

La reunión cede a abandonar la sala y salimos de nuestro escondrijo. Por fortuna, se han olvidado de cerrar el proyector y presenciamos las imágenes de las que tanto anhelábamos contemplar.

―Gabriel, ¡pasa las diapositivas! ―Le ordeno.

Mientras más avanza, más nos asombramos.
Imágenes de las instalaciones, de Mike, de mi padre y los otros tripulantes, de nosotros... y de Brooke.

―¡Para! ¡Para ahí! ―Digo con los dedos de la mano estirados hacia él. ―Ella, yo, ¡la conozco!

―¿De qué la conoces? ―Interroga él.

―Somos amigos, me ayudó en la busca de mi padre.

La puerta se abre.

―Sí, somos grandes amigos. ―Dice la voz mujeriega de antes, posándome la mano en el hombro izquierdo.

Al darme la vuelta, Brooke me lanza una sonrisa con picardía.

―¡BROOKE!

―¡Arturo! ¿Cómo te va?

―Pero... ¿tú? En la mazmorra...

A ella solo se le ocurre mofarse del momento.

Más adelante, somos transportados de nuevo a otro lugar, concretamente a un laboratorio.
Blanca, Elena y Lázaro están sujetos a unos sillones, con ataduras de cuero. Un pañuelo opaco cubre su visión. A su vez, llevan puesto un traje espontáneo; como si se quisiera demostrar alguna emoción en particular a través de ellos.
Por otro lado, en particular cerca del material de laboratorio, en un escritorio blanco, se encuentra un porta objetos con distintas muestras de ADN, que son comparadas con unas que no parecen humanas. Están siendo supervisadas por un duo de científicos.
Distintos tubos de ensayo contraen substancias no seguras. Por si fuera poco, al fondo de la sala, separada de la parte anterior por cristales ondulados y neutros, hay sujetas al techo especies exóticas de hibernáculos, de dos metros de largo y un metro de ancho.
Yo, manejado por la curiosidad, me dejo llevar y asimismo engullo el líquido que segregan mis glándulas salivales.

―No te preocupes Arturo, tus compañeros han firmado conforme están de acuerdo sobre los posibles daños y efectos secundarios que pueden comportar las inyecciones
letales. ―Dice Brooke con psicopatía.

―¿Porqué? ―Cuestiono con
contrariedad. ―Acabar con ellos no es la solución.

―Ya ha surgido, no hay posibilidades de cambiarme de opinión. Y ahora comienza el tan esperado espectáculo.

―Primero dame una explicación lógica, ¿porqué no me respondes Brooke?

Su rostro se torna de tonalidades frías, perturbada.
Su cabello pierde luminosidad y brillo. La piel se me eriza. Hay tensión en el ambiente, el tiempo está repleto de melancolía.

―Porque... Porque... ―O'Kelly duda ante su propia voluntad.  ―Los humanos vivís del egocentrismo, subestimáis a los demás seres vivos, que como no; trabajan día y noche para salvar vuestro culo. Aunque en realidad, solo tenéis miedo.

―Puede que sea así. Pero no es razón para arrebatarnos la vida. Es contradictorio porque en vez de discutirlo te aferras a una única idea, a la muerte. No es la solución a tus problemas, convives con ello el resto de tu vida.

―Cierto Arturo. Esa es la causa por la que tu padre y sus esbirros fueron condenados tanto como a estar encerrados como a la ceguera completa.

―¿Qué intentas decirme? ―Pregunto dudoso.

―Tu padre asesinó a sangre fría a mi madre. No es por nada, pero tuvieron una aventura mientras tu progenitora derramaba en una copa de plata todos y cada uno de sus llantos. Y tú dabas por sentado que tu padre era tu superhéroe, cuando en realidad os abandonó en la soledad.

―¡¿Qué?! ―Un grito sin aliento sale de mi.

―Toma asiento.

Brooke señala la salida y los científicos abandonan la habitación. En la mesa de trabajo de estos, hay dos sillas giratorias. O'Kelly me cede asiento y ella sigue mis pasos.

―Todo comenzó un día cualquiera. Nuestra civilización había aterrizado en la Tierra siglos atrás. Tenía tu edad por el entonces. La Ciudad De La Esperanza era nuestro hogar, un refugio. Cometimos el grave error de subir a la superficie para estudiar vuestra naturaleza, queríamos intentar conjuntar con vosotros, forjar una tregua. Por mala fortuna, los humanos no querían compartir, hubo una confrontación y mandaron tropas para nuestra destrucción y esclavitud. Fallecieron y fueron víctimas de la violación muchas crías inocentes, Arturo. Invadieron nuestros laboratorios y experimentaron con nosotros. Con el tiempo, se enterraron los hechos y quedó en el olvido. Se transformó en una simple leyenda urbana, en la que algunos tenían fe y otros rechazaban a creer. Mike Molina, un desventurado y insignificante pescador, en cierta parte, usó a tu padre y su inteligencia para intentar controlarnos. Él sabía que aún custodiábamos los estudios y los secretos que intentaban ocultar los humanos. Pensó en utilizarnos en contra de su propia raza y así gobernar el planeta en su totalidad. Él no consiguió entrar pero tu padre y parte de la tripulación sí. Tu padre hizo un pacto con la logia del que no estábamos enterados; quería seguir lo que no fue zanjado. Tiempo después, José encontró a mi familia y aprovechó de que mi padre sufre Alzheimer para cortejar a la princesa Jeanette y asentarse con ella en mi propia casa. Mamá encerró a mi padre en un maloliente lugar con una bestia desgarradora fruto de un experimento y se quedó con tu padre. No tardaron en echarme a la calle también, al enterarse de que creé una organización para defender nuestros derechos que acabó en lo que es hoy en día; una masacre, ya que nos controlamos unos a otros por medio de tatuajes y indagamos ayuda de planetas próximos para seguir con la venganza, cada vez crecemos más y nos estamos preparando desordenadamente. Había una plaga de monstruos, y no me refiero a los que tú crees, sino a la raza humana. Pero yo solo era una niña... José descubrió que la viva y linda imagen de mi progenitora era solamente un disfraz y horrorizado por su verdadera identidad, se hizo con un objeto punzo penetrante y acabó con ella allí mismo, sin remordimientos, en mi casual presencia. Se lo confesé a la población. Le dejaron ciego y lo encerraron bajo llave, lo mismo con los demás humanos, menos la secta. Hicieron lo que tenían que hacer. Ahora yo me aseguro de que sufráis venganza pura. ¿Qué harías tú para proteger a los tuyos? ¿Removerías agua y tierra hasta poner paz?

Brooke me lo cuenta todo sinceramente, al atar todos los cabos solo me queda una cosa: me derrumbo de rodillas y por mucho que intento quedarme despierto, el alma se desprende de mi cuerpo y acabo tendido en el suelo, jadeante y mudo.

Surcando Las AguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora