Hace un mes de lo ocurrido y seguimos afectados. Aunque nadie saca el tema y en parte es bueno. La policía nos interrogó al respecto, decidimos guardarlo en secreto y no decir nada más allá de: "nos desorientamos en medio del mar Mediterráneo". A mamá no le hablé con franqueza tampoco. No querría dañarla más de lo que está.
Nos hallamos estirados en la arena de la cala, como habitualmente. El atardecer sigue su curso y lo contemplamos satisfechos. Me lanzo como pez al agua y rompo el silencio que quería ser escuchado.
―Blanca ¿podemos hablar un momento?
―¿Sí?
―En privado por favor.
―Oye no te enrolles Charles Boyer. ―Ríe Lázaro.
A pesar de que estamos tras las rocas, bajo el tono por si las moscas.
―Blanca, hay algo que no os he contado.
―Oye oye, ¿estás bien? ―Pregunta entre tanto me soba los hombros.
―¿Quieres que te sea sincero? Pues no, no lo estoy.
―¿Y eso?
―Mi padre es un asesino.
A Blanca le baja la temperatura, quizá por el ambiente, que está refrescando en virtud del crepúsculo. Se lame los labios y procede a hablar con un tono débil.
―Vale...
―¿Te acuerdas de que lo soltamos de las mazmorras? ¿Sabes a dónde pudo ir?
―No yo... Arturo no llegué a conocer a tu...
―Imagina de lo que será capaz, esta pugna ha sido inaugurada. Acabé con la vida de una justiciera, eso es todo. ¡Me arrepiento hostia!
―Me estás asustando... ―Confiesa Blanca hechando pequeños pasos hacia atrás.
―Te quiero Blanca, llevo loco por ti, trastornado desde que me dejaste construir contigo aquel castillo de arena en esta misma playa. Mi primer y único flechazo. El amor duele.
Coloco su mano en mi pecho, donde se ubica mi corazón.
―Lo más atroz es que no puedo protegerte.
―Arturo... creo que debes dejarlo estar.
Siento un dolor punzante, un devastar en mí, internamente. Tal vez estoy perdiendo la cabeza, sufriendo la mala pasada que han jugado mis recuerdos.
―Lo siento.
Después de manifestar estas palabras, me volteo y acelero el ritmo, en dirección al agua.
Blanca pretende interponerse en mi decisión, voceando mi nombre sin pelos en la lengua. Sin demora, mis demás amigos se enteran de la situación, teniendo la misma reacción que ella.Correr en la vida ha sido mi fuerte, ahora lo creo necesario, mi cuerpo lo desea y así sea.
Chapoteo en el mar, cada vez voy notando más el desnivel de la arena, hasta que el agua me cubre el cuello, ya no toco fondo. La mar está en calma, de lo contrario, el furor que resiste en mi me desazona, por mucho que intento armarme de paciencia. Daría lo que fuera por un respiro.―¡ARTURO! ¡DÉJATE DE COÑAS! ―Percibo salir de Lázaro.
Siento la acogedora compañía de un cuerpo humano.
Es Elena que me abre los brazos, Blanca también está y Gabriel y Lázaro.
Están dirigiéndome a la orilla a rastras.―Esperad, no hace falta. ―Afirmo a mis compañeros. ―Necesitaba un baño, eso es todo.
―¿Eso es todo? ¿Estás de guasa? ―Pregunta Gabriel jadeante.
―No sé como te tomas la percepción de las cosas, Arturo. Casi te da un jamacuco según la testigo. ―Afirma Lázaro mencionando a Blanca.
―¿Qué te crees que estabas
haciendo? ―Blanca me posa su mano en la frente. ―Estás ardiendo.―No, yo diría que tiene frío. ¿No veis que está tiritando? ―Dice Elena.
―Lo siento, perdonadme por favor. ―Imploro perdón.
―Sí, tú solo tranquilízate. ―Pide Blanca marcando un cálido y mojado ósculo en mi faz.
―Volvamos, será mejor irse temprano. No vaya a ser que los guardacostas exijan respuestas ante nuestra ausencia. ―Concluye Lázaro.
―Y nos constipemos. ―Afirma Elena.
Accedo a volver a casa, pero por mucho que intento avanzar algo me retiene en el acto.
―Brindemos Bitter Kas en mi casa, papá nos acogerá con historias
extravagantes. ―Cachondea Elena.―Tú y la bebida burbujeante rosada para los que dicen ser mayores, que hortera. ―Dice Gabriel con sorna.
―Atónita me has dejado. ―Burla ella como respuesta. Riéndose falsamente.
―¡Oye! No... no puedo nadar. ―Confieso.
―¿Acaso te está engullendo el mar? Porque no lo creo. ―Ríe Lázaro aclarando que el agua está tranquila.
―No, esto es diferente. ―Contesto.
Ellos se alejan y yo me quedo estático.
―Esto si que no tiene gracia ¡Arturo! ―Me llama Blanca.
Y es cuando una mano intrusa choca con mi pie, agarrándome el tobillo con fuerza, estirando hacia abajo.
Me desgañito y mis amigos vienen a por mi. La mano me arrastra mar adentro.―¡ARTURO! ―Gritan voces dispersas, que no logro distinguir debido a que estoy bajo el agua.
Lucho por salir a flote y el esfuerzo resulta en vano.
Vuelvo a sentir el momento en el que estuve a punto de ahogarme, en cuestión de segundos.
La superficie no queda a mi alcance, sigo bajando y bajando hasta no poder recibir la ínfima luz de la luna. Pienso en mi padre y si debe sentir algo así con su ceguera. Un cosquilleo recorre mi cuerpo y siento como voy soltando el poco oxígeno que me queda.
Entonces, la entidad me suelta y lidio con mis escasas fuerzas, arreglándomelas para subir de vuelta. Casi, casi lo consigo; estoy al instante de emerger del agua.
Mi brazo es la primera parte de mi cuerpo que sale airoso. En cuanto saco la cabeza tomo aire a pleno pulmón y vuelvo a sumergirme únicamente por cinco segundos.
Blanca me aferra a su pecho rápidamente y escupo por inercia el agua que había alcanzado a tragar. Arraso los ojos de lágrimas, hipando como un crío.
La entidad no se siente complacida y sale a la luz, dejándonos absolutamente a todos petrificados.―Aún no hemos acabado. ―Declaran unos ojos color púrpura.

ESTÁS LEYENDO
Surcando Las Aguas
Fiksi IlmiahUn joven pescador se ahoga durante una fuerte ventisca. Sin embargo, sigue vivo.