~Narra Blanca~
―¿Qué están diciendo? ―Pregunto a Elena, refiriéndome a los dos malhechores.
―Hablan en alemán.
―Qué alivio... ojalá yo también
supiera. ―Anhela Lázaro.―¡Esperad! Están planeando como deshacerse de nosotros. ―Elena atiende con más profundidad la conversación. ―Nos van a llevar con el líder, que presuntamente deliberará qué acciones tomar.
―Buenas desde luego que no... ―Anuncia Lázaro.
El hombre giboso con careta y su ayudante el inexperto nos sacan del Ranger.
Entramos a rastras en aquel rascacielos, los individuos que trabajan allí nos miran como seres despreciables y recibimos algún que otro intento de salivajo.
El período tiempo que recurre en moverse por ascensor no se me había hecho tan extenso en la vida. Al desplegarse la abertura, novedosos sujetos nos transportan hacia la sala de la que tanto daba oídos Elena. Nos posan en asientos y luego resguardan la habitación, amparando también el jerarca que se halla frente a nosotros, con su silla giratoria se dirige a nosotros, luego endereza la espalda decididamente.
Sus matices cobrizas, una viva y consistente pelambrera que irradia la sala. Sus ojos violetas están muy por delante de los nuestros. Sus labios carnosos coloreados también de rojo carmesí, se mueven con frecuencia; se está preparando para hablar.―Os preguntaréis porqué habéis sido trasladados aquí, acompañados de mi presencia. ―Comienza.
―¿Quién es usted? ―Interrumpe Lázaro.
―Mi nombre es Brooke, Brooke O' Kelly, un placer. ―Cuenta estrechando la mano.
―El placer NO es nuestro. ―Lázaro aparta su mano rápidamente.
―Mi turno... ¿a qué se debe vuestra presencia aquí, en La Ciudad De La Esperanza? ―Brooke se pone modo serio.
―Un amigo apareció aquí por error, fuimos a buscarle sin estar al tanto de las posibles secuelas. ―Explico con total sinceridad.
―Arturo... pues a mi me consta que vuestro amigo sigue aquí por alguna razón.
―No viene ni venimos con mala fe, por favor déjenos ir.―Suplica Elena.
―¿A dónde vais a ir? En este lugar no se puede vivir. Y solo yo sé cómo salir.
―¿Qué le hemos hecho? ―Pregunta Lázaro.
―Bien... de eso venía a hablar yo. ―Confiesa mordiéndose el labio inferior y agarrando unos papeles. Lee profesionalmente lo que pone en ellos.―Tanto vosotros como Arturo y los demás habéis cometido los siguientes delitos penales: Evasión por parte de los reos, allanamiento de morada por parte de Arturo, delito de fuerza en las cosas, atentado a agente de la autoridad, entre otras agresiones, delito de daños en bien ajeno, usurpaciones, delitos contra la intimidad, y hay más.
―¿Y eso quién lo dice? ―Pregunta desconcertada Elena.
La mujer se sobresalta.
―Lo digo yo y lo dice la ley. Os hemos estado vigilando. ―Dice la pelirroja de ojos lilas zanjando el asunto.
―No se equivoque, ustedes han cometido delitos muy graves. Como por ejemplo lo de que nos habéis estado vigilando.
Eso es acoso. ―Afirma Lázaro.―Tal vez, pero ese no es el caso. Sabéis demasiado, por ende pagaréis un precio por ello.
―¿Quiere dinero? ―Pregunta Elena.
Elena sabe perfectamente a lo que se refiere la Srta O' Kelly, otra cosa distinta es que no lo quiera reconocer.
―Eres muy ilusa, pequeña. ―Dice Brooke, ofreciéndole a Elena un caramelo
extraño. ―Hemos decidido no ser tan exigentes y dejar a vuestras manos la manera de la que queréis morir.Los tres engullimos nada, porque la sequedad de la boca, producida debido a la falta de agua mineral nos impide tragar saliva, se deja en el intento.
―Por favor, somos inocentes. ―Balbucea Elena.
―¡No nos merecemos esto! ¡no lo haga por lo que más quiera!―Plañe sin cesar Lázaro.
Primera vez que Lázaro suelta un berrinche que me deja en evidencia. Yo... también lloro, pero me lo aguanto, en todo caso enfrente de esta mujer. No hay que dejar que nos menosprecien y menos en el plan que andamos. La esperanza que nos queda la arrastro yo.
―Hay cuatro opciones: Ahogados, al vacío, aplastados o muerte instantánea. ¿Alguna de vuestra preferencia?
―Pero por todos los cielos, esto es aterrador, ¿no ve lo que está haciendo
caramba? ―Replico consternada.―¿Que si lo veo número sesenta? Claro que lo veo.
―¡No me llamo número sesenta! Usted y sus... lo que quiera que sean están actuando de una manera irresponsable y tarambana. ―Digo deshinchando mis pulmones por completo.
―Muerte instantánea. ―Dice Elena. ―Es conveniente.
―A ver, a ver... ¡Basta! ¡Esto es
inadmisible!―Vocifero con todo mi
ser. ―Escuche Brooke, si usted me altera me veré obligada a llamar a mis padres y le puedo asegurar que, no tienen buena fama de forasteros.―¿Sabes qué? Estabas mejor
calladita. ―Brooke señala a uno de los vigilantes con una cinta americana en mano, me sellan los labios con esta.―Ahora que lo pienso... Me fascina tu melena. ¿Me la prestarías luego de fallecer?―Estás enferma. ―Dice Lázaro apretando los dientes. ―No eres humana.
―En algo tienes razón y sí... no soy
humana. ―Dice con un tono chocarrero.Brooke se levanta y un resplandor intenso sale de ella. Dejando caer una capa de piel que se torna babosa, como el proceso de muda de la piel de una pitón.
―Mutante, monstruo, extraterrestre, alienígena... Me han dicho de todo,
adelante. ―Dice Brooke.Brooke es... semejante al ogro de las mazmorras. En conclusión; estamos inmovilizados por el espanto y las cuerdas que tenemos atadas en las muñecas.
―¿A dónde quieres llegar? ―Pregunta Lázaro, con los ojos irritados.
―Eso mismo me pregunto yo, a veces te lanzas a por tus deseos más insondables, sin razonar siquiera. Y yo quiero controlar todo lo que me rodea, tomar una revancha de la que no seríais capaces de entender, soy así de caprichosa.
―Ojalá ardas en el infierno. ―Dice Lázaro.
―Ya estamos en el infierno querido. Yo soy el infierno.
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Surcando Las Aguas
Ficção CientíficaUn joven pescador se ahoga durante una fuerte ventisca. Sin embargo, sigue vivo.