11. Las Tres Entidades De Las Mazmorras

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~Narra Arturo~

Llegamos a la mazmorra donde mi padre José se halla prisionero. Un conducto de piedra con forma de arco, unas rejas cubren la entrada. Al intentar abrir la puerta encontramos un dichoso candado.

―Estaba convencido de que el único candado que pudiera percibir sería el de mi
corazón. ―Bromeo.

―¿Estás poético? ―Sonríe Brooke. ―El truco de la horquilla está pasado de moda. ¿Tienes una alternativa?

―Ábrete Sésamo.

A pesar de las circunstancias, estamos estableciendo un vínculo.

―¿Sabes qué? ―Pregunta Brooke agarrando una piedra de tamaño notable del suelo y golpeándola contra otra más grande. ―A partir de ahora las cosas las vamos a hacer a mi manera. ―Concluye rompiendo terminantemente el candado.

A medida que nos vamos adentrando en el lugar, bajando por escaleras de piedra arenisca, la oscuridad es más densa por lo que hay varias antorchas sujetándose en las paredes. Accedemos a una sala vacía, a simple vista parece el interior de una pirámide.

―Siento decirlo pero... espero que tu padre no nos esté tomando el pelo. ―Susurro.

―No digas eso por favor, no quiero recordarlo.

Desde la esquina de la habitación se aproxima un niño de unos cuatro años que sujeta tres velas. Brooke y yo nos miramos confusos.

―Soy el primer guardián, para pasar al siguiente espacio deberéis de elegir con sabiduría una de estas tres velas. ―Dice el niño convencido.

―¿Pero y este niño? Estás de coña. ―Carcajeo.

Brooke no me devuelve el chiste. Seguirá afectada por lo de su padre...

―La última. ―Elige la pelirroja.

―¿Qué es lo que más te aterra? ―Pregunta el niño macabro.

―Nada. ―Dice Brooke.

El niño cambia su expresión facial. Arrugando sus cejas en diagonal. Está mosqueado.

―¿Qué es lo que más te aterra? ―Pregunta el niño dibujando una pequeña sonrisa.

―Esto es absurdo, Brooke. ―Digo.

―Me asustan los niños como tú ¿vale? ―Se enfurece.

―Incorrecto. ―Acaba el pequeño.

El niño abre la boca y de ella sale una lengua viscosa de dos metros de longitud.
Salimos por patas y al llegar a la salida no comprendemos porqué no se abre, hasta que vemos que hay un nuevo candado. Temblamos como un azogado.

―¡Brooke! ¡Tienes que decirle lo que
quiere!―Intento convencerla.

Brooke sufre un ataque de pánico y en cuestión de segundos cae al suelo.

―¡Por favor Brooke! ¡No te rindas ahora!

La lengua glutinosa nos rodea como hace una serpiente. Y lentamente va disminuyendo el espacio.

―¡Le tengo miedo a mi propio ser!

El niño recoge su lengua y desaparece en la luz tenue de la sala.
La puerta a la siguiente habitación se abre. Es el segundo guardián; un energúmeno desagradable y malhumorado. En la cuenca del ojo derecha, como parche, tiene una pequeño rubí.

―Soy el segundo guardián, si me robáis el rubí pasaréis a la siguiente habitación.

El ogro golpea el suelo con sus manos gigantescas. Y se tambalea inclinándose hacia nosotros un poco.
Intento acercar la mano pero me la agarra y me lanza al suelo, haciendo una llave. Me retuerzo en el suelo y chillo un poco del dolor. Brooke agarra una antorcha y lo ahuyenta durante un rato.

―¡¿Cómo lo hacemos Arturo?! No tenemos herramientas.

―¡Distráelo!

Voy por detrás y me engancho a la espalda del bárbaro. Este hace lo posible para deshacerse de mi, siento que estoy montando un toro bravo de feria.
El ogro saca su técnica de la cual no éramos conscientes. Una llamarada sale disparada hacia Brooke desde su dedo índice. Y con esta habilidad forma un círculo pequeño para que no podamos salir de él. Somos presas fáciles. Brooke, serenada, se quita el zapato con un poco de tacón y se lo clava en el ojo izquierdo. Él grita del dolor. Aunque sabe que tiene a la pelirroja delante y se arroja a ella, con la finalidad de aplastarla hasta la asfixia.
En este preciso momento, el tiempo va lento.
Agarro el zapato clavado en el ojo y se lo extraigo, luego le atravieso con él la yugular. Comienza a sangrar y sangrar. Eso no impide que el gigante vaya a caer encima de la chica, esta corre y se desliza por debajo de sus piernas. Es un momento épico y de trabajo en equipo. Una vez fallecido en el suelo y desangrándose, le robamos el rubí.

―¡Pan comido! ―Brooke besa el rubí y me abraza.

Me ruborizo.

Vamos a la siguiente habitación. Está cubierta con enredaderas y flores parecido a un bosque de hadas.
Destaca principalmente, en medio de la sala, un árbol en el que una mujer está reposando. Blanca como la nieve. Luce un vestido puro y blanquecino parcialmente transparente, adornado con encajes y capas de seda. El aprecio de su silueta, la sencillez, la pulcritud, la belleza natural.

En definitiva, Brooke se queda embobada y yo también.

―Soy la tercera guardiana, para pasar al otro extremo debéis elegir entre dos opciones. ―Su voz es cálida.

No me apetece volver a tener que elegir pero, asumiré cualquier riesgo para encontrar respuestas y... a mi padre.

―La primera es que me regaléis ese rubí de ahí y la segunda es un maravilloso beso en los
labios. ―Señala sus morros con simplicidad e inocencia.

No podemos dejar de admirarla, es hipnotizante.
La muchacha se me acerca y me acaricia de vez en cuando. Va por detrás de mi y desliza suavemente sus suaves manos por mi cuello.

―Tenéis que elegir: el rubí o el beso. ―Dice prácticamente murmurando a dos dedos de mi oreja.

La doncella roza sus labios por mi cogote. Pretende provocarme, saciarme, controlarme. Me contengo y procuro resistirme ante su deseo de salirse con la suya.

―El... rubí. ―Reclamo a Brooke la joya pero esta no reacciona ante mis palabras. ―Brooke, dame el rubí por favor.

―No te está prestando atención. Deberás de optar por la otra opción. ―Propone sin irse de mi lado.

Se pega a mi y nuestra piel establece contacto físico. Cuando esta se me eriza, ella se aleja. La fuente de mis deseos quería que no se fuera pero a la vez contenía rabia y mi subconsciente pedía a gritos que eligiera el rubí.

―¿Porqué no haces los honores y me das un beso?

―Porque no te quiero. ―Mi tono es cortante.

La chica se sorprende.

―¿No soy lo suficientemente
hermosa? ―Pregunta decepcionada.

―No es eso, es que no te conozco y no me fío de ti.

Ella se deshace en lágrimas.

―¡Deseas a otra mujer! ―Solloza.

Y cabe decir que tiene razón.

―¡Espera! ―Despierta Brooke.

Elevo el mentón dejando ver mi cara de sorpresa.
Sus labios se funden delante de mis narices. Se atraen y hay tensión por mi parte en el ambiente. La mujer bella conduce a Brooke hacia el árbol.
Se quita el vestido y su cuerpo despampanante emite una luz que ocupa toda la sala. Mis párpados se entrecierran por sentido común y al desaparecer la luz, Brooke y ella también se desvanecen.

―¿Brooke? ―Pregunto al árbol. ―¡¿Brooke?!

No puedo creer lo que ven mis ojos, Brooke ha desaparecido. ¡Ha caído en su tentación! ¡Ha caído en las manos de una emboscada!

Surcando Las AguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora