3. Ciudad De La Esperanza

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Abro los ojos. Veo una la luz ¿Estaré en el cielo? No, es la luz de una linterna bastante grande. Cuando recupero conciencia percibo que estoy en un hospital. Al lado derecho tiene una ventana y veo edificios.

―Buenos días, dormilón. ―Es la voz de una mujer, giro la cabeza al lado izquierdo, es una enfermera.

―¿Dónde estoy?

―En el hospital, ¿dónde vas a estar,
sino? ―Dice riéndose.

―¿Por qué estoy en el hospital?

La enfermera me acaricia la cara.

―Descansa. ―Me dice con el mismo tono que pone mi madre.

Su voz es muy relajante, me acabo durmiendo... ¡No! No me duermo.

―¡Me ahogué y sigo vivo!

―Lo entenderás cuando te den el alta, no podrías comerte tanta información sin haber descansado antes. ―Finaliza la enfermera y se va de la habitación.

Espero segundos, minutos, una hora, una hora y cuarto... Cuando por fin viene alguien. Es la enfermera de antes.

―Va muchacho. ―Dice haciendo un gesto brusco con la cabeza de como que me puedo ir.

Me levanto.

―Eh espera, deja que te quite esto... ―Me quita el tubo endotraqueal y los demás chismes.

―Tienes ropa nueva ahí, en el baño.

Entro al baño y me pongo la tal ropa. No es la misma que llevaba; supongo que se rompió o algo así. Me veo raro. Llevo puestos unos pantalones tejanos azules y una camisa blanca. Jamás habría imaginado que me vestiría tan... Formal.

Salgo de la habitación y me guío por las líneas de colores que hay en el suelo. Llego a la recepción y pregunto.

―Buenos... ―Miro la hora del reloj de pared que está detrás de la recepcionista, son las cuatro de la tarde. ―Buenas tardes.

―Buenas tardes, ¿se ha perdido? ―Pregunta la recepcionista bajándose las gafas.

―No lo sé.

Me mira con cara de no querer perder el tiempo y atiende una llamada que estaba en espera. Me voy de allí, sin saber dónde, por qué, cuando. Al salir, el aire es bastante fresco, sin embargo hace calor. Efectivamente estoy en una ciudad. No sé qué ciudad ni que es realmente lo que pasó. Me dispongo a buscar respuestas y comienzo a andar sin rumbo alguno, con el fin de encontrar a alguien que me lea los pensamientos y me ayude. Miro el cielo, es un cielo normal, pero no hay aviones, ni helicópteros, nada volátil.

Me empieza a picar el brazo y me rasco, mientras hago esta acción me miro el brazo y me doy cuenta de que me han tatuado un número: 43                                                                                        ¿Por qué me habrán hecho tal estupidez? Agrego una pregunta más a mi libreta mental de preguntas. Me acerco a la primera persona que veo a mi alcance y le pregunto:

―¿Para qué sirve este número? ―Pregunto a un hombre que sujeta una maleta.

―Joven, ¿te has dado un golpe en la cabeza? Es tu número de identificación. ―Me dice con prisas.

―Ah, gracias.

Pregunto a otra persona y me dice lo mismo: "¿Estás bien? Es tu número de identificación, muchacho." Sigo buscando y veo a alguien, "esta vez tiene que funcionar" me digo a mi mismo.

―Perdone, ¿qué es este número, dónde estoy y por qué es todo tan extraño?

La chica me mira, me analiza y se le agrandan los ojos.

―Estás en la ciudad de la esperanza.

―¿Qué? Oye mira... No sé si me estoy volviendo loco pero necesito respuestas. Estaba en un barco, llegué aquí y un rayo cayó sobre la embarcación, el mar me arrastró hacia las profundidades y me ahogué. Sin embargo sigo vivo. ―Explico sin coger aire.

La chica me mira desconcertada, sin palabras que decir. Un momento... Esto lo he visto antes: Un hombre con barba parecido a papá y una chica que no tengo ni idea de quién es. ¿Serán estas personas las que tienen las respuestas a mis preguntas?

―Sígueme. ―Me dice.

La sigo y me lleva a un callejón. Posteriormente entramos en una casa muy rara y nos atiende una señora mayor un tanto peculiar: Parece una bruja.

―Amélie... ―En vez de seguir hablando con palabras lo hace con lenguaje de signos.

Amélie me hace un gesto con la mano de que venga y me acompaña a sentarme en una silla. La última vez que me senté en una silla, me contaron una barbaridad.

―¿Cuál es tu nombre? ―Me pregunta Amélie.

―Eh, Peter. ―Miento.

―Peter, ¿has llegado de la superficie? ―Me pregunta con un tono neutral.

―Sí, mi barco se hundió y yo... Pensé que me ahogaba, pero aparecí aquí.

―¿Por qué quisiste arriesgarte? ¿Vienes a buscar algo en concreto?

Doy un puño contra la mesa involuntariamente.

―¡NO! Yo... Soy pescador. Nuestro capitán nos involucró a la tripulación y a mí. Verá, solo soy un joven que necesita volver a casa.

La anciana comienza a explicarme a qué me estoy enfrentando:

―Corres grave peligro. Si ellos saben que estás aquí, no dudarán en aniquilarte. Somos fruto de un experimento, por así llamarlo. La mayor parte de los individuos que residen aquí no son humanos. Te encuentras en una burbuja de aire, este aire se regenera gracias a una especie de máquina. Cuesta creer que este oxígeno sea artificial. Y también cuesta asimilar que existe una ciudad en las profundidades del mar.

Me quedo pasmado, sin saber que acción tomar.

―¿Una ciudad bajo el mar? ¿Oxígeno artificial? Necesito un vaso de agua.

Las dos mujeres se lanzan una mirada.

―Pero... Aquí solo tenemos agua
marina. ―Dice la chica.

―Esa es otra Peter. ―Me tendré que acostumbrar a que me llamen
Peter. ―Probablemente mueras de sed o de hambre, a no ser que vayas al edificio más alto de esta ciudad. Allí trabajan y viven seres humanos como tú. ―Dice la anciana.

―De acuerdo, sé dónde ir y por qué debo ir, pero sigo sin saber de qué va todo esto del poder...

La anciana ordena a la muchacha que abandone la habitación.

―El poder... Todo lo que llevas observando desde que llegaste es exótico y exclusivo. Muchos de nosotros los "inhumanos" hemos sido mandados varias veces
al exterior. ―Sigue contando Amélie.

―¿Qué es lo que intentan hacer con
vosotros? ―Pregunto por curiosidad.

El silencio absoluto se apodera de la sala por unos instantes.

―Como te he dicho: hemos sido mandados varias veces al exterior. Jamás te imaginarías el porqué de las razones.

No entiendo nada.

―¿Cuál es el porqué de las razones? ¿Qué va a suceder?

―Sabes demasiado, vete y no vuelvas por aquí.

―¡No! ¡Dígame, qué quieren hacer con la raza humana!

―Olvídalo, y ¡márchate!

Me echa a escobazos y mis piernas andan dirección el edificio alto.

Surcando Las AguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora