Extra 3: Dante

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A diferencia de otros profesores, él no vivía en el edificio principal. Arrendaba un lugar pequeño en el centro y estaba pocos minutos en auto. Le gustaba su espacio personal y creía que su vida privada no debía interferir con el trabajo.

O al menos así era, hasta comienzos de ese año.

Lo entendía, Aldrich era la mejor escuela de la ciudad y entre las mejores del país. Pero ojalá sus padres hubieran pensado en lo que sería para él tener a su hermanita en su lugar de trabajo. Se enorgullecía de ella por haber entrado, pero no era su niñero, ahora era su profesor.

—Su hermana es bastante entusiasta— lo felicitó su colega, la maestra Belcher.

—No piense en ella como mi hermana. Es una alumna como todos los demás.

Si creían que iba a darle favoritismos por ser familia, estaba muy equivocado. Al contrario, iba a ser más estricto con ella por las mismas razones. Y esperaba que sus colegas hicieran lo mismo.

—¡Danno!— escuchó que lo llamaban.

La maestra Belcher sonrió, como si fuera un espectáculo de amor entre hermanos y se despidió. Otros alumnos la escucharon y pudo sentir sus orejas arder, pero de enfado.

Cuando se acercó, la detuvo en seco.

—¿Cuál era la regla?— dijo, con tono estricto para apartar a los otros alumnos. —En la escuela ya no soy tu hermano, así que me tratarás con el mismo respecto que a los otros maestros.

Ella hizo una mueca. —Bien, Sr. Quinn.

—Gracias— dijo con ironía cargada. —¿Qué quieres, Robin?

La joven de apenas un metro y medio se jaló su larga coleta pelirroja. —¿Irás a la cena el viernes? Mamá me pidió que te preguntara.

—Le acabo de confirmar en la mañana que iré.

—Bien, se lo confirmaré de nuevo. ¿Compraste un regalo?

Asintió, queriendo terminar esa conversación. Despachó a su hermana lo más rápido que pudo y se dirigió a su siguiente clase. Su asistente, Nora Collins, lo esperó fuera de la sala de maestros con las guías impresas para su siguiente clase.

—Buen trabajo— le dijo, tomando la mitad de la pila.

—No sabía que tuviera una hermana, Sr. Quinn.

Suspiró, algo molesto. —Sí, pero es igual que el resto de alumnos para mí.

—Se ve como una buena chica.

Y lo era. Robin era algo entusiasta, pero en el fondo era una buena persona. Tenía un corazón de oro y en parte agradecía tenerla bajo su vigilancia, así se aseguraría de que las malas juntas en Aldrich no fueran influencia en ella. Pero nunca diría eso en voz alta, menos ante sus padres. Ya tenía claro quienes eran las malas hierbas en la escuela. 

Como CJ Brock, por ejemplo.

Buena o mala suerte, vio a la hora del almuerzo a Robin en una mesa junto a CJ. Alzó una ceja y anotó mentalmente informarle sobre la mala influencia cuando tuviera oportunidad. Por ahora no se lo diría a sus padres, no quería más problemas de los que ya tenía.

El n°1 en su lista era conseguir un regalo de aniversario antes del viernes.

XxX

La casa de la familia estaba ubicada en el lado elegante de la ciudad. Se las había heredado el abuelo Quinn antes de mudarse al campo con la abuela Quinn. Aunque era un barrio adinerado, sus padres no fueron influenciados por los vecinos y siempre hicieron las cosas a su manera.

Se llevó a Robin consigo en el auto después de clases el viernes y esperó a que saliera el tema de las amistades. Aunque Robin era una chica brillante y confiaba en ella, nunca tuvo muchos amigos y no creía que CJ Shaw fuera la mejor opción para comenzar.

—¿Te adaptaste bien a la escuela?

—Oh, ¿Así que en el auto ya no eres el Sr. Quinn?

—No seas inmadura y responde.

—Me ha ido bien. Ya hice dos amigos.

Aprovechó la apertura. —Te vi hablando con CJ Brock en el almuerzo hace unos días. No creo que sea una buena influencia para ti, puedes conseguir mejores amigos.

—No escucharé consejos de alguien que a los 23 años nunca tuvo amigos.

—Hablo en serio. Esa chica es problemática.

—Ni siquiera la conoces, ¿Sabes su verdadero nombre?— inquirió Robin. —No le has dado una oportunidad, como todo lo demás en tu vida. Quédate fuera de mis asuntos, Danno.

Jamás tuvo ese trato de "típica adolescente" por parte de Robin y no supo que decirle. Tenía razón, nunca le dio una oportunidad a CJ, pero no necesitaba hacerlo. Conocía a los de ese tipo, siempre estaban en todas las escuelas, incluso cuando él mismo había sido un estudiante.

Solo quería protegerla. En el fondo seguía siendo su hermanita.

Llegaron a la casa y su mamá ya los esperaba en el pórtico. Los recibió a ambos con un abrazo y un beso en la frente. Ya le había pasado una cabeza y media de alto cuando era más joven, pero Robin se había quedado pequeña como ella. A pesar de eso, seguía siendo hermosa.

Su mamá seguía viéndose joven a pesar de haber pasado los 40, y en la calle a menudo creían que eran hermanos en vez de madre-hijo. Su respuesta siempre eran buenos genes, pero con el caso de su papá era lo mismo. Haber sido padres jóvenes tenía ciertos beneficios.

Fue lo mismo con su papá. No era el típico padre carente de afecto, estaba lleno de cariño por sus dos hijos, en especial por Robin. Al parecer su padre nunca estuvo muy interesado en él y estaba dispuesto a no cometer los mismos errores de su abuelo.

Sus abuelos maternos no pudieron llegar del campo, pero mandaron una caja llena de frutas de su cosecha. Lo mismo para la tía Vera, que estaba ocupada con su propia familia en Francia.

Miró las fotos repartidas por toda la casa y sintió nostalgia.

Su nacimiento fue caótico. Tras un tiempo separados, sus padres se reencontraron. Su mamá había entrado hace poco a la universidad y salió de sorpresa. Fue un escándalo y el abuelo Quinn quería que se casaran para que no hablaran a sus espaldas, pero se negaron. No estaban listos para casarse, pero decidieron criarlo juntos y ver  si podían seguir como pareja.

Todo salió bien. Dos años después se casaron y cinco años después de la boda llegó Robin.

—¿Qué estás mirando, Danny?

La abrazó por la cintura y observaron juntos las fotos. A veces encontraba fotos de personas que nunca había visto, como una chica muy bonita junto a su mamá cuando tenía la edad de Robin, o incluso más joven. Sabía que esa foto no había sido tomada por su padre.

—Siempre me pregunté quien es esa chica— señaló.

Su mamá suspiró y apoyó la cabeza en su hombro. —Esa es Robin.

—No, no lo es. Robin está en la cocina con papá.

Su mamá sonrió. —No nuestra Robin. Esa es mi Robin— dijo. —Tuve una amiga llamada así cuando era joven. Falleció, por eso nombré así a tu hermana.

No conocía esa historia, pero parecía significar mucho para su mamá. No iba a presionarla para saber los detalles, pero esperaba poder escucharla algún día. Sus padres estaban llenos de ese tipo de historias, a veces tristes y a veces alegres, pero ninguna de la que se arrepintieran.

Todas las buenas historias de amor incluían un poco de locura.

La Búsqueda del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora