Tres

23 3 0
                                    

Su mamá había perdido toda confianza en ella desde la muerte de Robin. Había quedado tan destrozada que pasó una semana sin comer y tuvieron que llevarla al hospital. Hace poco, se le metió en la cabeza la idea de que quería suicidarse y la obligó a ir con la psicóloga.

Lo que era peor, le dio la tarea de vigilarla a Vera.

No culpaba a Vera por estar molesta con ella. Le habían dado una responsabilidad que no quería solo porque era la mayor. Elly respetaba su espacio y que tenía un grupo de amigos al que no era invitada. Si uno de sus amigos iba con ellas en el bus, no tenía problemas en darles su espacio.

Pero no por eso debía dejarla tirada.

—No estuvo bien. Antes que los amigos, eres su hermana.

Elly negó. —No somos realmente unidas.

—Pero son familia, tiene una responsabilidad contigo.

—Es mi hermana, no mi niñera— dijo Elly. —Lo que le pide mi mamá es demasiado. Ella tiene su vida y no necesita que su depresiva hermana menor se la arruine.

La sonrisa de Fred desapareció. —Sigue sin estar bien. Si yo tuviera una hermana...— algo en su garganta le impidió seguir la frase. —Si yo tuviera un hermano menor, estaría ahí para él a pesar de todo. Si no quería volver contigo a casa al menos debería haberte avisado.

Elly no podía negar eso. Cayó la noche y empezaba a hacer frío. No había llevado un abrigo porque suponía que a esa hora ya iba a estar en casa, bajo las mantas y leyendo en su cama.

Fred se quitó el chaleco y con una rapidez sorprendente lo colocó sobre su espalda.

—¿Qué haces aquí a esta hora?— le preguntó.

—Estaba tomando fotos.

—¿Vives muy lejos?

—No, vivo cerca, pero no me quieren en casa.

Elly no podía creer que dijera algo tan triste como si fuera un comentario sobre el clima. Su sonrisa había desaparecido por unos segundos, pero la obligó a aparecer de nuevo.

Se les acercó el guardia. —Srta. Salvage, su padre la está esperando.

Elly se quitó el chaleco y se lo devolvió. —¿Te veo el sábado en la terapia?— le dijo. No fue por lástima o porque creía que merecía un trato mejor en su hogar, solo quería hacerle saber que al menos era deseado en algún lugar.

Fred pareció sorprendido. —Claro. Nos vemos.

Tomó sus cosas y salió del edificio, caminando hacia la furgoneta de su papá. Se sentó en el asiento del copiloto y acomodó su mochila entre las piernas.

—¿Quién es ese cabeza de cobre?— le preguntó su papá.

Una sonrisa se formó en el rostro de Elly.

—Un amigo.

XxX

Antes de abrir la puerta, Elly pudo escuchar el escándalo que había dentro. Abrió la puerta y encontró a su mamá y Vera discutiendo acaloradamente en la cocina.

—¡Ya dije que lo siento! ¡Lo olvidé, cometí un error! También soy humana.

—¡Ese no es el punto, jovencita! Te encargué volver juntas a casa y no solo no cumpliste, sino que te fuiste sin decirle a nadie. Te pedí que cuidaras a Elly e hiciste todo lo contrario.

—¿Dices que voy a tener que cuidarla hasta mi graduación? ¡No está hecha de cristal! ¡Tiene jodidos 16 años! ¿Has pensado que también merezco vivir mi vida?

La Búsqueda del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora