Veintiséis

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Fred

Por más que la gente llegaba a creer lo contrario, no era del tipo que lloraba con facilidad. Desde muy pequeño su padre le recalcaba que "los hombres no lloran", así que solía reprimir ese lado de sí mismo como algo privado, e incluso estando solo se sentía incómodo al soltar lágrimas.

Los únicos que lograban sacar ese lado de él para desahogarse eran Robert y Elly. Si ellos no estuvieran en su vida, no sabría donde estaría ahora. Quizás no seguiría en este mundo si ellos nunca hubieran existido. Eran el halo de luz que necesitaba para salir de su propia oscuridad.

Todo iba en el camino correcto por primera vez en muchos años. El peso horrible que cargaba en su conciencia había desaparecido, poco a poco se iba recuperando, tenía una novia hermosa, una sobrina preciosa y su exhibición más importante hasta ahora estaba terminada.

Aunque Robert era irremplazable en su vida, sabía que todo eso ocurría gracias a otra persona. Su musa dorada que llegó a su vida como un milagro. Sabía que no estaba bien depender de alguien más para ciertas cosas, pero en ese momento no podía negar que de no ser por Elly no habría llegado tan lejos. Quizás ese peso lo perseguiría por siempre de no ser por ella.

Es por eso que debía continuar. Iba a trabajar duro para convertirse en fotógrafo y demostrar que llevaba las riendas de su vida, tanto a su padre como a los que no creyeron en él. Y cuando todo estuviera en orden, iba a proponerse formalmente. Era joven e ingenuo, lo sabía, pero en algunas cosas no necesitas "tiempo", simplemente lo sabes. Y siempre lo supo con Elly.

Claro, asumiendo que Elly no conociera a alguien más digno en el camino y lo abandonara. Eso lo destrozaría, pero saldría adelante. Quizás le tomaría varios años, pero lo mejor era tener un plan por si acaso. No creía necesitarlo (y tampoco quería), pero las cosas buenas siempre se le terminaban por escapar de las manos. Como Leslie. No quería pasar por eso otra vez.

—¿Cómo crees que le vaya a Elly?

—Ella no es tan frágil como crees— le aseguró Simone.

Fue una respuesta extraña. Jamás había pensado en Elly como alguien frágil. Pensaba en ella como alguien a quien debía alcanzar y a la vez proteger, incluso de sí mismo de ser necesario.

No había recibido mensajes de Elly desde que se fue con la madre de Robin, pero de seguro todo estaba bien. Parecía una mujer civilizada, no es que fuera a atacarla de la nada por la muerte de su hija. Quizás debió ir con ellas, solo para estar seguro. De solo pensarlo se ponía nervioso.

Oh. Quizás a eso se refería Simone. A veces era muy protector con su chica favorita.

Pasaron al Arcoíris por un café cuando amenazó con llover. Simone era muy reservada, el total opuesto de Elly, pero aún así eran buenas amigas. Hablaron un poco, sobre el trabajo de ella como doctora y su exposición, a la que estaba cordialmente invitada, por supuesto. Fred tuvo que hacer la mayoría de la conversación, pero Simone lo escuchaba atentamente.

—Fred, ¿Te sientes culpable por guardarle secretos a Elly?

Se ahogó con el café. —No tengo tantos... pero creo que sí. Aunque ella los descubrió al final.

Había un secreto que todavía no le confesaba, pero era para otro momento. Ya lo arruinó con declarar su amor demasiado pronto, no podía arruinar su plan maestro durante la exhibición.

—Yo sí— admitió Simone. —Algunos bastante feos.

—¿Planeas decírselos?

—No quiero molestarla, con todo lo que le está pasando.

La Búsqueda del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora