Capítulo Dos

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Capítulo Dos

"Una búsqueda implacable"

"Una búsqueda implacable"

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—A ver, a ver, ¡Basta de tantos nervios! ¿No ven que se ha salvado y está bien? —preguntó con obviedad el dueño de la posada, mientras daba un golpecito reconfortante y amistoso sobre la espalda de Scott

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—A ver, a ver, ¡Basta de tantos nervios! ¿No ven que se ha salvado y está bien? —preguntó con obviedad el dueño de la posada, mientras daba un golpecito reconfortante y amistoso sobre la espalda de Scott.

El pobre Scott se había perdido en su viaje de trabajo, terminó vagando por las calles de un pueblito, con muchísima hambre y sed, lo que provocó que cayera desmayado en la ruinas de una abadía y, allí fue atacado por algo o alguien. Pero afortunadamente fue encontrado y rescatado, para seguidamente ser llevado hasta la posada, donde ya le habían alimentado y brindado un vaso de vino. Su problema ahora era; que estaba siendo abordado por muchas personas preocupadas.

—Cuando supe que lo habían rescatado del lugar maldito, yo pensé: pobre hombre. Que bueno que no sé convirtió en una víctima más. —agregó el posadero, que seguía a su lado, intentando hacer que los demás dejen algo de espacio personal a Scott.

—Gracias por la ayuda que me está dando, señor. —agradeció obsequiándole una sonrisita cansada.

—Yo debo confesarle, que no creo para nada en esas supersticiones, pensar en no-muertos que toman forma de lobos, ¿Para qué? —admitió divertido, agarrando un trapo, para limpiar una mancha de salsa sobre la madera de la barra. —Porque seguro esas cosas a usted le han contado. Son historias que inventa la gente y que luego creé, ¡Puras mentiras!

—Algo me atacó y ese algo cierto fue, dígame entonces ¿Por qué yo me desmaye? —exigió el moreno, con los pelos de punta. —Eso no fue un sueño ni una alucinación, yo estuve en sus brazos y no fue mi imaginación. Lo sentí, no duden que eso fue así.

Las chicas sentadas frente a él, estaban murmurando entre ellas algo asustadas, mientras que los pocos otros muchachos allí, se miraban con algo de temor colectivo.

—No digo que usted mienta, pero seguro el viaje lo agotó, tenga más calma y paciencia. En su tierra seguro que no creen en esas cosas.

—¡A bailar! —exclamó un hombre algo anciano, en un intento de cerrar el tema, e hizo una seña hacia una chica de rizos negros, que rápidamente saltó de la silla en la que estaba sentada y comenzó a bailar, zarandeando sus largas faldas gitanas.

Te siento dentro (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora