□Historia ambientada en el tiempo de los dioses griegos□
Debajo de la tierra, vivía un semidíos; de hombre era su cuerpo y de topo su tez. Rapto a un doncel llamado Stiles, que a su túnel llevó y aunque el chico no era un dios, de él se enamoró.
E...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Era una preciosa mañana, extrañamente bastante primaveral para ser otoño. El aroma a rosas y césped mojado entraba por los ventanales, los cuales estaban abiertos de par en par en la enorme sala. La mansión Stilinski volvía a verse viva, casi tanto como lo estaba aquél día en el que Stiles y Allison habían sido abordados por la bestia.
—Buenos días, Stiles. —le saludó Lydia, desde su cómodo lugar en el sofá. —Isaac está preparando el té, así que toma asiento.
—Pobre chico, ha sufrido tanto, ojalá se encuentre bien aquí. —deseó en voz alta, abotonando su bata de dormir sobre la pijama. —Y buenos días, querida.
—Noah se siente perfecto. Dijo que iría a trabajar hoy, se veía felíz, vendrá a desayunar con nosotros. —le avisó sonriente, sacudiendo levemente sus cabellos pelirrojos.
—La verdad me alivia muchísimo, mi padre mejoró tanto. —expresó, dándole una mirada cariñosa a su amiga.
—Yo te lo dije, simplemente su mala salud era debido a la preocupación, pero ya volviste. —le recordó la chica, con su tono de sabelotodo.
—Buenos días señorito Stiles. —saludó el rubio de rizos, quién entró en la estancia a paso relajado, llevando en sus manos la bandeja con la vajilla.
—Buenos días, Isaac, ¿Dormiste bien, querido? —preguntó con sincero interés, mientras veía al chico acomodar la vajilla sobre la mesita.
—No dormía tan bien desde hace tiempo. —contestó con honestidad y una sonrisa.
—A decir verdad, yo igual. —estuvo de acuerdo el castaño.
—Oh, mis pobres bebés. —añadió Lydia, levantándose, atrapó entre sus brazos a ambos niños. Entonces los tres rieron divertidos.
—Buenos días. —dijo otra voz, provocando que todos se volteasen. Era Noah, parado en el umbral de la puerta de la estancia, ya no tenía pijama, sino un traje elegante y su expresión era cariñosa.
