Finalmente era el día de visitas. El día en que volvería a ver a mi familia después de que el martillo de la corte fue golpeado hace un par de semanas. Vería a mi madre, o a mi padre. Podría contarles todo lo que sucedió en estos extraños días dentro de esta prisión.
Las mujeres iban de aquí para allá de sus celdas, revolviendo entre los cajones y sacando cosas desde debajo de sus almohadas. Se alistaban para ver a sus parientes, novios o lo que sea con la mejor ropa que tenían; los uniformes menos usados y con menos manchas.
Esperé impaciente a que el guardia apareciera y me sacara de la celda. Ya estaba aburrida de esta caja con rejas. Estaba aquí desde hace ya 10 horas y comenzaba a sentirme asfixiada. Empecé a mover mi pie al ritmo del segundero del enorme reloj colgado cerca de mí. Miré hacia ambos; ninguna señal de él.
Suspiré y me senté en la cama, apoyando mi barbilla en mi mano. Quería irme. Ahora. Mi familia estaría allí fuera esperándome y yo aquí sin poder irme.
—Edwards —finalmente, la voz del oficial llegó a mi oídos, seguido de la puerta siendo abierta—, hora de visitas.
Me levanté y salí hacia afuera, siguiendo a las demás mujeres que caminaban hacia una puerta a la que jamás había entrado. Se escucharon un par de murmullos, pero pararon cuando abrieron las puertas.
Una larga hilera de cabinas para hablar dividía el salón en dos partes. El lado de los prisioneros y el de los familiares. Cada persona estaba sentada en una silla con un teléfono rojo en su mano, hablando desde el otro lado del cristal con la otra persona en la misma situación.
—¡Hora de cambio! —gritó el oficial, sacando un par de maldiciones de parte de todos, los cuales se levantaron dejando los teléfonos en su lugar.
Nos hicieron formar una fila. El guardia le dijo a cada una cierta cabina en las cuales sus familiares ya estarían esperando. Todas asintieron frenéticas; no querían esperar un minuto más para ver a esa persona.
Caminé hacia la última cabina, sentando en la vieja silla color azul. Tomé el teléfono y lo acerqué a mi oreja, esperando que alguien comenzara a hablar. No me había atrevido a ver el cristal, quería que fuera una sorpresa. Así que esperé la dulce voz de mi madre preguntándome si estaba bien, o a mi padre contándome como había seguido la vida en el exterior. Pero no imaginé que sería su voz la del otro lado de la línea.
—Hola Perrie —dijo Jonnie, dedicándome una pequeña sonrisa.
—Jonnie —susurré, sintiendo unas pequeñas lagrimas amenazar con salir de mis ojos—. Viniste.
—No iba a perder esta oportunidad de hablar contigo.
—Gracias, gracias, gracias. No sabes lo mal que me sentí cuando te vi en el estrado, hablando de algo que no tenias ni idea…
—Hablando de eso —me interrumpió—, necesito que hables. Papá y mamá ya me lo explicaron. Pero necesito tu versión. ¿Qué ocurrió exactamente esa noche?
Los siguientes diez minutos le conté la historia sobre lo sucedido meses atrás. En otras palabras, abrí de nuevo esas cicatrices.
Él escuchaba atentamente todo, sin interrumpirme una sola vez. Eso era lo bueno de él. Podías contarle algo y hasta que no acabaras no te daría su opinión al respecto. Hizo unas muecas cuando le conté sobre la parte de los cuchillos, pero no abrió la boca.
Cuando finalicé, con un suspiró de mis labios, él asintió.
—Lo lamento, Pezz. Eso fue horrible.
—Ni te lo imaginas —contesté, corriendo un mechón de cabello de mi cara—. Sé que fue una mala reacción de mi parte hacer eso, pero en ese momento mi cabeza estaba ocupada procesando la imagen de ellos dos juntos…
—Shh, está bien —dijo, dedicándome una sonrisa nostálgica—. Es verdad que no fue la mejor opción, pero tampoco sabemos si fue la incorrecta.
Asentí, enredándome un poco con sus palabras. A veces, solía ponerse filosófico y nadie lo entendía. Pero cuando descifrabas sus palabras, eran un gran apoyo.
—Cuéntame ahora sobre este lugar —dijo, mirando los viejos ventiladores colgando del techo—. ¿Es tan malo como las películas?
Reí.
—No. Solo un poco —contesté, encogiéndome de hombros—. No es agradable picar piedra, o estar encerrado, pero si estás bien acompañado…
—Tienes esa mirada picara en la cara —dijo, sonriéndome con toda la dentadura—. ¿Quién es él? ¿O ella? —añadió.
—Él —aclaré—. Su nombre es Zayn. Lo conocí en el taller. Es muy buena persona, además de guapo. Es bastante misterioso, también. Parece todo un badboy, pero en realidad es tierno.
—Te gusta —afirmó.
—Sí. Digo no. Digo… no lo sé. Nuestra relación es… complicada.
—¿Que tan complicada?
Complicada como el hecho de que en un par de días tendremos que acostarnos juntos.
—Solo complicado.
—¡5 minutos! —gritó el guardia, dando una vuelta a la habitación vigilando a las mujeres.
—Jonnie, necesito un favor —le dije cuando vi al guardia alejarse—. Pienso fugarme de este lugar.
—¿Qué? —exclamó, sosteniendo con fuerza el teléfono para evita que se le cayera. Le di una mirada indicándole que se callara.
—No pienso quedarme aquí por tiempo “indeterminado” —hice comillas en el aire con mi mano libre—. Jamás me iré si no escapo.
—¿Cómo vas a hacerlo? Necesitas muchas cosas y…
—Ya estoy planeando un plan. Ya conseguí la llave de mi celda —susurré—. Necesito solo un poco más de tiempo para conseguir otras cosas. Pero no todo está aquí. Por eso te necesito.
—¿Que necesitarías? —preguntó en susurro.
Sonreí. El iba a ayudarme.
Le expliqué lo que debía traer y como debía entregármelo para que nadie sospechara de nada. Le conté un poco del plan, el afirmó que no era nada malo. También dijo que había grandes posibilidades de éxito.
El guardia informó que ya había acabado el tiempo. Cerré los ojos y apreté mi puño con fuerza. Desearía tener al menos un minuto más con Jonnie. Hace tanto tiempo que no lo veía en una forma decente.
—Dile a papá y mamá que los quiero y los extraño —dije rápidamente por el auricular—. Que ellos no se enteren de tu sabes qué.
—Bien —contestó. Luego me miró con otra de sus sonrisas nostálgicas—. Perrie, ten cuidado.
—Lo tendré.
Dejé el teléfono en su lugar y me di la vuelta, empezando a caminar hacia la fila de mujeres con dirección a la puerta. Apenas todas salimos, la puerta se cerró, provocando que el eco revotara en las paredes de cemento.
Volvimos a nuestras respectivas celdas y me tiré en la cama. Miré el techo, observando los orificios rotos y la pequeña ancha de humedad.
<<Falta poco para la libertad, Perrie. Falta poco.>>
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Love in Prison » zerrie PAUSADA
Fanfiction❝Encuentras el amor en el lugar más inesperado, incluso en la prisión❞ Perrie Edwards era una chica normal; alegre, divertida y simpática. Nadie se esperaba que llevara ese demonio dentro de ella. Tras cometer doble asesinato, es enviada a la prisió...