#17

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Sentí su respiración en mi oído y tuve que retener toda mi paciencia para no pegarle en la entrepierna. Habló con voz cálida y preocupada.

—¿Te ocurre algo?

Negué con la cabeza y continué trabajando en el motor, sintiendo aún el calor de su piel contra la mía.

—Perrie, estuviste demasiado callada todo el día. ¿Seguro que no te ocurre nada? —insistió Zayn.

Volví a negar.

—No ocurre nada, créeme —le respondí, sonriéndole falsamente—. En realidad, todo está de maravilla.

No parecía para nada convencido, pero me soltó la cintura y empezó con su trabajo, dándome miraditas cuando él creía que yo no miraba. Pero lo hacía. Todo el tiempo. No con amor, como anteriormente, sino con odio e ira contenida.

Ayer, junto con Michelle, habíamos planeado la perfecta venganza. Pasamos toda la tarde arreglando cada pequeño detalle, acomodando el punto sobre cada i, y destruyendo cada posible amenaza. No habíamos dormido en toda la noche y nos la habíamos pasado escondidas de los guardias, pero teníamos todo en su lugar.

Unos cuantos minutos después, sonó el timbre para salir al recreo. Dejamos las herramientas y salimos al patio. Caminé hacia el banco bajo la sombra y me senté, cerrando los ojos unos segundos después. Entonces, sentí un cuerpo caer a mi lado.

—Hey —murmuró Zayn.

Abrí los ojos con fastidio y giré la cabeza para mirarlo. Sus ojos avellana me miraban preocupados.

—¿Qué?

—¿Estás bien?

Me mordí la mejilla para evitar gritar «¡Claro que no estoy bien, idiota! ¡Te vi besándote con otra perra!». Con toda la paz que pude reunir, dije:

—Sí.

Zayn se quedó mirándome por otro rato. Luego negó.

—Algo te pasa —afirmó—. Y es malo —agregó.

Me mordí el labio y miré para otro lado, intentando evitar su mirada. «No abras la bocota, Edwards —me dije, regañándome internamente— o echaras todo a perder». Finalmente, cuando abrí la boca, las palabras salieron solas.

—De hecho, si que ocurre algo —confesé—. Algo muy importante.

—¿Qué es? —preguntó interesado. Elevé las comisuras de mis labios. Me acerqué a él para que pudiéramos hablar en secreto.

—Pienso escapar de la prisión —le dije. Zayn abrió los ojos como platos—. Lo sé. Es un plan bastante difícil y arriesgado, pero no quiero pudrirme en este lugar —luego agregué—: Y creo que tu tampoco.

Me miró interrogante.

—¿Quieres acompañarme, Zaynie?

Él aún lucia impresionado, confundido y aturdido. Pero asintió y me sonrió.

—¿Escapar de esta mierda? Por supuesto.

Sonreí. «Perfecto».

—Sabía que no me decepcionarías —lo tomé de la mano y entrelacé nuestros dedos. Estaban cálidos y suaves, como siempre—. Este es el plan.

Le expliqué todo lo que debía hacer, sin dejar escapar ningún detalle. Cada tanto, hacia muecas de confusión, pero cuando continuaba asentía. No hizo ninguna pregunta en ningún momento, se mantuvo callado sin interrumpirme. Cuando terminé, asintió. Miró nuestras manos.

—¿Y nosotros?

Me confundí.

—¿Qué?

Acarició mis dedos con delicadeza y volvió a elevar la vista. Una chispa de luz brillaba en sus ojos. Señaló nuestras manos con un gesto de cabeza.

—Si logramos escapas, ¿estaremos juntos? —Preguntó con esperanza—. ¿Seremos de esas parejas que caminan por el parque, abrazados y felices?

Evité una carcajada.

—¿Qué libro te tragaste? —pregunté divertida. Él rodó los ojos.

—Ninguno —respondió—. Pero no puedes culparme por soñar. Sé que soñaré como un idiota, pero nunca tuve esa “persona”. Alguien con quien disfrutar y besar hasta que la noche cayera. Pasé toda mi infancia mirando películas románticas con mis hermanas. Algo se me iba a pegar.

Tuve que hacer un esfuerzo para no saltar a sus brazos y besarlo. Mordí mi labio y le sonreí.

—Te prometo que así será —le dije, acariciando sus dedos.

Sonrío y se acercó a mí para besarme. Justo a tiempo cuando el timbre sonaba. Me levanté de un salto y Zayn cayó al suelo. Me reí.

—Gracias por la ayuda —dijo sarcástico, levantándose con dificultad del suelo de cemento.

—De nada.

Me di la vuelta y comencé a caminar hacia el taller. Entonces, Zayn jaló de mi brazo y me besó, colocando segundos luego su mano en mi mejilla. Jadeé cuando se separó. «Quiero más», pensé, ansiando volver a saborear esos labios cereza.

—Me debías un beso —recordó, dándome un pico rápido y volviendo a entrar al taller. Me quedé unos segundos estática y confundida, intentando recordar que estaba haciendo parada ahí.

Sacudí la cabeza para ordenar mis pensamientos y entré detrás de él. Las ansias de besarlo aún no me dejaban.

«Lo necesito».

«No arruines esto, Edwards. El plan debe seguir tal como se planeó», me regañó una voz en mi cabeza que misteriosamente me recordaba a la de Michelle.  

«Pero él es perfecto», me excusé.

«¿Te recuerdo lo que viste? Una pelirroja queriendo llevarlo a la cama».

«Pero…».

«¡Sin peros, Edwards! ¡Debes hacer lo que debes hacer!».

« Pero no quiero matarlo».

Love in Prison » zerrie PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora