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Tiré la pequeña lámpara y seguí corriendo. La gente se abría paso para dejarme pasar y evitar ser golpeados. Apreté la mandíbula cuando un guardia intentó detenerme. Solo fue necesario en la nuca para dejarlo inconsciente en el suelo. La rabia me había consumido tanto que no había medido la fuerza. No me importo. Seguí corriendo escuchando los alaridos de los demás guardias detrás de mí, gritándome enojados que volviera.

Crucé el corredor y abrí la puerta.

Las celdas se alzaban en el pasillo con sus enormes barrotes de metal justo por delante de ellas. Todas cerradas; inaccesibles a cualquiera que no tuviera la llave. Cualquiera excepto yo.

Saqué la llave escondida en mi sostén y abrí la puerta, entrando y luego volviendo a cerrar. Me oculté entre la sombra que proyectaba la celda por la falta de luz y esperé en silencio, ahogando mis sollozos en mi interior. Los guardias corrieron por el pasillo, pasando de mí y entrando al siguiente sector de celdas. En cuanto dejé de escuchar los pasos, me permití llorar, aún así en silencio.

«Zayn». Pensé su nombre con amargura. Mordí mis labios y volví a sollozar. «Zayn me traicionó»

Todo había pasado demasiado rápido. Él, ella, juntos…

Volví a sollozar.

Todo había empezado bien en la mañana. O al menos, todo era común. Seguía encerrada y con ganas de morir; la comida de la cafetería seguía siendo una porquería; Clarisse aún me preguntaba sobre mis “extraños” comportamientos. Nada era raro. Hasta que llegó la hora del taller.

No había visto a Zayn en el taller, lo que era algo muy raro. Todos debían asistir obligatoriamente a las tareas asignadas, no había forma de pasar de ellas. Pero como no estaba aquí, tenía que estar en alguna parte.

Cuando sonó la alarma para el recreo, lo primero que hice fue buscar a Zayn entre la multitud. Me paré de puntas y estiré el cuello para poder tener una mejor visión, pero aún así no encontré ninguna cabeza con pelo oscuro o piercings en las orejas. Luego de cinco minutos, decidí parar. «Tal vez tuvo una emergencia», pensé, caminando hacia el pequeño banco apartado bajo la sombra. Cerré los ojos y decidí despejar mi cabeza de Zayn.

Unos minutos después, el timbre sonó. «Otra vez adentro», pensé con amargura. Sin él, no era nada agradable o divertido estar encerrada ahí dentro. Me paré y limpié mi pantalón, para luego seguir a la fila de reos que caminaba hacia la puerta. Cuando ya faltaban pocos, volteé la cabeza.

Ahí estaba él. Junto a la reja. Besando rudamente a una pelirroja llena de tatuajes.

Él no podía mirar a nadie, estaba demasiado ocupado poniéndole las manos encima a esa desconocida que parecía esperar con excitación esas “caricias”.

Mi mandíbula cayó al suelo y mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas, las cuales no permití salir. «Maldito desgraciado. Esta me la pagaras», murmuré antes de salir corriendo.

Y ahora estaba aquí, oculta en mi celda y encerrada tras esas paredes de cemento y una puerta de rejas, llorando por otro hombre al que le había confiado todo y me había engañado con otra mujer.

—¿Edwards?

Cerré los puños con fuerza y me limpié de un manotazo las lágrimas. Callé y esperé a que desapareciera.

—Se que estas aquí, será más rápido si no te escondes.

Respiré hondo y me paré. Caminé hacia la puerta y abrí la reja, saliendo al pasillo donde Michelle me esperaba con los brazos cruzados y su mirada de perra rabiosa, que cambió a una confundida cuando vio mi cara.

—¿Que ocurrió? —preguntó asustada, caminando hacia mí.

Miré el suelo. Me tragué el nudo de mi garganta y murmuré con amargura:

—Zayn.

Asintió.

—¿Que ocurrió con él? —prosiguió.

—El bastardo me engañó —respondí, poniendo la frente en alto—. Y frente a mis narices.

Un musculo de la mandíbula de Michelle se contrajo.

—¿Sabe del plan?

Negué con la cabeza. Noté como se relajaba.

—Él no saldrá de esta —susurré, ahora mirando un punto inexistente detrás de ella. Parecía que mi cabeza había perdido la conexión con mi cerebro y no podía pensar con claridad.

Ella suspiró y rodó los ojos. Cambió el peso de un pie al otro.

—¿Que quieres que hagamos? Estamos en la cárcel, es normal que eso ocurra. ¿Sabes cuantas veces he visto como Louis besa a otra? Son cosas normales aquí, así es la vida aquí dentro. Todos salen con todos.

—No para mí.

Michelle me miró a los ojos. Yo la miré a ella.

—¿Que quieres, Edwards?

Apreté los puños con ira.

—Venganza.

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Please, don't kill me

Palomita de Maíz

Love in Prison » zerrie PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora