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—¿Segura que estarás bien? —me preguntó por quinta vez Zayn, dándome un ligero apretón a mi mano. Volví a asentir, esperando que esta vez lograra tranquilizarlo.

Habían pasado tan solo un par de horas desde que habíamos salido del hospital con mi alta. Habíamos subido a la patrulla y partimos hacia la prisión, escoltados siempre por dos policías para evitar que no nos escapemos. En ninguno momento él se había alejado de mi o dejado de mirarme. Notaba la preocupación que salía por cada uno de sus poros.

Ahora, nos encontrábamos en el comedor femenino, tomando un té que la cocinera nos había preparado. Él se encontraba junto a mí, dándole pequeños sorbos a la taza y preguntándome si podría volver a sobrevivir en esa jungla de concreto sin su ayuda. Y yo, le repetía continuamente que estaría bien, pero sin ganarme su seguridad total.

—El guardia dijo que si necesitabas algo, podrían llamarme —continuó, caminando hacia la puerta. Lo seguí, tomada de su mano. Se detuvo frente a la puerta donde empezaba la zona de hombres. Suspiró—. ¿Segura que estarás bien?

Rodé los ojos y asentí. Sonrió con las comisuras, acercó su cara y plantó un lento beso en mis labios, alejándose segundos después. Sonrió. Lo imité.

—Nos vemos luego, amor.

—Nos vemos —respondí, agitando mi mano para finalizar la despedida.

Me di la vuelta en cuanto la puerta se cerró. Caminé hacia mi celda, mirando el reloj de la pared. Las 5:00 pm. Se supone que hoy tendríamos informática. Di la vuelta otra vez, dirigiéndome al locutorio centrado en el interior de la prisión. Efectivamente, ahí estaban todas, usando las maquinas para sus distintos fines.

—Edwards —dijo el guardia, al que había escuchado que le decían Barry—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar en cama descansando.

—Quiero usar una computadora. No puede privarme de eso —contesté, cruzándome de brazos. Si, tenía razón sobre que debía estar acostada, pero realmente necesitaba sacar algo de información.

El guardia se quedó mirándome unos segundos, repasándome con la mirada de arriba hacia abajo. Mis manos empezaron a sudar levemente.

—Bien —dijo finalmente, dándome espacio—. Pues usar la nueve.

Soltando disimuladamente el aire de mi interior, caminé hacia la maquina con el número nueve y me senté. Esperé a que se encendiera por completa y luego, entré a internet. En el buscador de Google tecleé: "Esquizofrenia" y apreté buscar. Rápidamente, enlaces azules empezaron a salir. «Perfecto», pensé, apretando el segundo y comenzando a leer.

«La esquizofrenia es un trastorno mental que se encuentra dentro del grupo de los llamados trastornos psicóticos. Las personas que padecen esquizofrenia también manifiestan otros síntomas, como los delirios, en que se tienen ideas extrañas que no se ajustan a la realidad o al consenso social. 

¿Quién la padece?

El inicio del trastorno se produce a menudo durante la adolescencia –incluso en la infancia- o al principio de la edad adulta. En los hombres parece que empieza a una edad más precoz.

¿Qué provoca esquizofrenia?

No se conoce qué provoca la esquizofrenia, pero las investigaciones indican que tiene que ver con una combinación de factores genéticos y ambientales que crean un estado de vulnerabilidad en la persona y una predisposición a desarrollar el trastorno si se dan circunstancias facilitadoras para ello.»

Mordí mi labio, introduciendo toda la información importante a mi cerebro. La palabra «esquizofrenia» se repetía en mi cabeza cientos de veces, siempre tomando un camino distinto.

Cuando estuve a punto de leer "Como curarla", sentí una mano en mi hombro. Me sobresalté y cerré con velocidad todas las ventanas. Me di la vuelta, encontrándome con Michelle y su típica cara de amargura cambiada a una de preocupación.

—Edwards, me diste un susto de muerte —dijo, abrazándome por los hombros. «¿Ella? ¿Preocupándose?», pensé con ironía.Tomó la silla junto a mí y la arrastró para sentarse—. ¿Qué ocurrió?

Negué con la cabeza y simplemente dije—: Fue solo un mareo. No hay de qué preocuparse.

Michelle rió sin gracia y rodó sus ojos verdes.

—¿Un simple mareo? Vi como te desmayabas en el suelo y caías de cara al suelo perdiendo por completo la conciencia. ¡Estuviste dos días en el hospital!

Las demás reclusas giraron la cabeza para mirarnos. Les lancé una mirada fulminante a todas y rápidamente se dieron vuelta. Me volví otra vez hacia Michelle.

—Habla más bajo, ¿quieres? No quiero que todas se enteren. —Ella asintió—. No sé lo que ocurrió. Estaba en la celda, pensando, y de repente empecé a escuchar una voz en mi cabeza. Luego... nada. Desperté en el hospital con los médicos.

—¿Y qué te diagnosticaron? —preguntó interesada. Me encogí de hombros.

—No lo sé. No me lo dijeron.

Michelle abrió la boca para decir algo, pero rápidamente el guardia avisó que ya era hora de salir. Nos levantamos y caminamos en fila hacia la puerta, llegando luego hacia las celdas correspondientes.

—Hablaremos de esto mañana —dijo ella antes de meterse en la celda.

Después de que cerraran las puertas de barrotes, me senté en la cama mirando hacia la pared. Tomé una tiza y agregué otras dos líneas más junto con las demás. Luego, me acosté y miré el techo, mirando con melancolía las grietas y las manchas de humedad.

Me detuve a pensar. Había descubierto tres cosas importantes estos días:

1)    Michelle se preocupaba por mí.

2)    Había perdonado a Zayn.

3) Sufría esquizofrenia. Por lo tanto, estaba loca.

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⏰ Última actualización: May 07, 2015 ⏰

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