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Abrí lentamente los ojos. Parpadeé un par de veces para sacarme el desconcierto de la cabeza. ¿Dónde estaba? Miré la habitación. Paredes grises agrietadas; baño tapado, rebosando de papel higiénico y rejas gruesas de acero. Hubiera pensado que estaba en mi celda si no fuera por el dibujo de tiza hecho a mano.

Recordé lo de ayer y no pude evitar que una pequeña sonrisa apareciera en mi cara a pesar de la situación. Aunque me había acostado con él a la fuerza, estaba feliz. Me había traído tan bien, con tanta delicadeza y dulzura, como si fuera una princesa. Y besaba genial…

Me revolví un poco en mi lugar, sintiendo unos brazos en mi cintura. Fuertes y cálidos. Zayn.

—¿Perrie? —Preguntó con voz adormilada. Se escuchó un bostezo—. ¿Estás despierta?

—Si —respondí, dándome la vuelta para verlo. Tenía el cabello revuelto y los ojos avellana entrecerrados, con pequeñas lagañas amarillas debajo. Se veía muy adorable. Y sexy.

Tomó un mechón de cabello rebelde y lo puso tras mi oreja.

—¿Cómo te sientes?

—Bien. —Me encogí de hombros.

—Te… bueno, ¿te duele algo? —prosiguió nervioso. Sus mejillas adoptaron un  color bordo. Solté una risita.

—Estoy bien, descuida.

Sus hombros se relajaron y me sonrió. Me dio un pico.

—Muy bien —acarició mi mejilla dulcemente.

Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos. 

—¿Ya crees que nos dejen en paz? —le pregunté, refiriéndome a los demás presos. No quería que lo que hice fuera en vano.

—Estoy seguro. —Miró sobre mi hombro y suspiró—. Las 5:30 a.m. Debes irte. Los otros están durmiendo y no te molestaran cuando salgas. Tus compañeras no pueden saber de esto —agregó serio—. Es algo que solo los hombres están enterados.

—¿Entonces una mujer no puede obligar a un hombre a ser suyo? —pregunté curiosa y enojada. Después de todo, teníamos derechos.

—No lo creo —respondió—. Después de todo…

—Ya entendí —lo corté—. Entonces ya me voy.

Zayn desenredo sus brazos de mi cuerpo y me dejó salir. 

—¿Miro hacia otro lado o…

—Da igual. Ya me viste después de todo.

Me levanté y comencé a buscar mi ropa, la cual se encontraba tirada en el sucio suelo, junto con la toalla de Zayn. Alcé las comisuras de los labios. Tomé mi ropa interior, le sacudí un poco el polvo y me la puse.

Sentí sus fuertes brazos rodearme y su aliento caliente chocando contra mi oído. Se me paró la respiración, aún seguía desnudo.

—Lamento que debas irte, preciosa —susurró, provocándome escalofríos—. Pero son las reglas de la prisión.

Esperaba que a ningún guardia se le ocurriera pasar frente a la celda. No vería una imagen de su completo agrado.

—Lo entiendo, Zayn —contesté—. Pero me siento como un juguete —admití.

Sus brazos desaparecieron y me obligó a darme la vuelta. Estaba serio; su mandíbula apretada con fuerza.

—No vuelvas a decir eso —gruñó. Tomó mi cara entre sus manos y se acercó—. Tú eres alguien importante para mí, muy importante. Ya te lo dije, pero voy a repetirlo: te quiero, y mucho. Hice lo que hice para mantenerte a mi lado, no para jugar contigo. 

Plantó un beso en mis labios con pasión y fuerza, dejándome sin aliento. Me tiró hacia atrás y choqué contra la pared, dejando menos espacio entre nosotros. Apoyé mis manos en su pecho, sintiendo su cálida piel bajo mi tacto. Rozó su lengua en mi labio, pidiendo permiso. Se lo permití. 

Segundos después, se separó de mi agitado, con la respiración entrecortada. Miró mis ojos fijamente y sonrió. Depositó un beso en mi frente.

—Debemos repetir eso —afirmó, soltando una risita. Asentí divertida, sin pensarlo dos veces. Eso había sido demasiado… wow. Nunca fui tan “salvaje” con alguien. Antes, mis besos se resumían en pocos segundos y casi apenas un roce de labios. Pero ahora, había descubierto lo que realmente era besar.

Terminé de vestirme y me despedí de Zayn, el cual ya llevaba puesto sus bóxers negros. Repitió que no se lo dijera a nadie del otro sector y me besó.

Minutos después, ya era llevada por el guardia hacia mi celda silenciosamente. Las demás seguían durmiendo en sus camas plácidamente, soltando leves ronquidos. Abrió la puerta y luego de que yo entrara y me acostara en la cama, volvió a cerrarla. Luego, sus pasos empezaron a alejarse, hasta que el sonido desapareció por completo. 

Me acomodé en mi cama suave y lentamente. En realidad, si dolía, pero no quería preocupar a Zayn. No quería ver su fase de «padre sobreprotector.» Me hacía sentir como una niña pequeña. 

Cerré los ojos y dejé la mente en blanco, esperando que el sueño viniera a mí.

—Oye, psss —dijo una voz ronca detrás de mí. Abrí los ojos otra vez y alcé la cabeza. Michelle estaba parada en su celda, mirándome fijamente. ¿Desde cuándo ella estaba delante de mí? Nunca la había notado—. Levántate.

Hice lo que me pidió de la mala gana y me acerqué a la puerta, tomando los barrotes con las manos.

—¿Qué ocurre? —pregunté, ocultando mi sorpresa. ¿Desde cuándo ella me hablaba? 

—¿A dónde te fuiste? Saliste cerca de medianoche y no regresas hasta ahora.

Me mordí el labio inferior. ¿Es que ella me había espiado? «Las demás no pueden saber sobre esto.» La voz de Zayn apareció en mi cabeza, recordándome el aviso. Tragué saliva y mentí.

—Me llevaron a otro cuarto para probar una cosa. No fue nada importante —no tuve tiempo suficiente de pensar algo mejor. La mirada curiosa de Michelle se centró en mí.

—¿Y qué te hicieron en ese cuarto? 

—Me hicieron preguntas, ya sabes. Como era la comida, el establecimiento, la compañía…

—Edwards deja de mentir —me cortó furiosa—. Dime la verdad. ¿Fuiste marcada?

Fruncí el ceño y apreté más los barrotes, deseando que no existieran para poder hablar en privado.

—¿Cómo sabes sobre eso? —le pregunté en susurró, deseando que las demás estuvieran profundamente dormidas para que no pudieran escucharnos—. ¿Acaso tu… —dejé la oración en el aire, esperando a que respondiera.

—Sí, Edwards. Estoy marcada.

Love in Prison » zerrie PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora