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—¡Día de visitas! —exclamó el oficial, abriendo una por una las rejas.

Salimos todas en fila, emocionadas por poder ver otra vez a nuestras familias. Había pasado un mes desde la anterior vez.

Sí, todo un mes desde que había visto a Jonnie mirando desde el otro lado del cristal. Había pasado demasiado durante esas últimas 4 semanas. Había conseguido nueva información, una nueva amiga, un nuevo enemigo, una nueva venganza…

Llegamos a la sala y nos ubicamos en una hilera. El guardia dio la orden para que los presos se levantaran y nos dejaran los lugares. Luego de nos segundos, todas estábamos frente a los cristales con nuestros familiares del otro lado.

—Jonnie tengo mucho que decirte y… —le dije, callando lentamente cuando vi a la figura rubia junto a ella.

—Oh, Perrie —dijo la dulce voz de mi madre. «¿Que hace ella aquí?».

Jonnie leyó mi mente y miró a mamá, explicándome.

—Ella quiso venir para saber cómo estabas, ya sabes. Que has hecho, como te han tratado, con quien has estado… —murmuró por lo bajo.

Asentí y me giré para verla.

Mi madre siempre había sido una mujer bella. Su cabello era rubio platinado, lacio y con reflejos castaños. Tenía ojos azules mar, unas largas pestañas y nariz respingada. Sin ninguna clase de imperfecto a la vista. Por eso me mataba verla así: ojos rojos e hinchados, maquillaje corrido, pelo despeinado y enmarañado. Parecía como si la chispa de luz se hubiera desvanecido.

—Amor —murmuró, colocando la mano en el cristal. La coloqué sobre la suya. Ambas sonreímos—. ¿Cómo estás?

—Bien, mamá, bien —respondí, sin despegar mis ojos de los suyos—. Pero no tú.

Negó con la cabeza y bajó la mirada.

—Me he sentido tan vacía, querida. Sin ti cerca de mí… con los cargos a flote… encerrada en este horrible agujero para rufianes desamparados —dijo con odio, mirando el lugar con desprecio. Volvió a mirarme—. No perteneces aquí.

—Asesiné a dos personas, mamá. A sangre fría —le recordé, retirando la mano—. Mi lugar es con esta gente.

—No, amor, por supuesto que no. Tú debes estar con nosotros. Estuvo bien merecido lo que hiciste. Ese idiota te engañaba, ¡con tu mejor amiga, por Dios! —gritó, atrayendo la atención de algunas personas que nos rodeaban.

Jonnie la tomó de los hombros y comenzó a hacerle masajes, permitiendo que se relajara. Cerró los ojos, aspiró, exhaló, y volvió a mirarme.

—Juro que haremos lo posible para sacarte de aquí, Perrie. Lo que sea —repitió, mirándome directamente.

Entrecerré los ojos. Mi madre solo miraba fijo cuando era algo importante, cuando estaba nerviosa, o cuando se enteraba de que mentíamos y era hora de decir la verdad. Por eso, en ese pequeño momento, podías “leerle” los ojos, enterarte de lo que sea de lo que estaba pensando.

Miré a Jonnie enojada, terminando el contacto visual de mi madre.

—¿Le dijiste?

Soltó un suspiro y se revolvió nervioso en la silla. Luego de unos segundos, asintió.

—Ella me preguntó sobre la visita. Notó que estaba nervioso y… —se rascó el cuello y miró hacia otro lado.

—¿Se te escapó la lengua? Si que no sabes mentir, Edwards —me crucé de brazos.

—Niños ya dejen de pelear —nos cortó mi madre. Rodé los ojos. «¡No somos niños!»—. Perrie, si, tu hermano me dijo todo. Y… —hizo una pausa para mirar a los lados, asegurándose de que nadie escuchara. Se acercó unos centímetros—, y quiero ayudar.

Abrí los ojos como platos. ¿Mi madre ayudándome a escapar de la prisión? ¿Cuándo es una de las líderes del congreso y una respetada jueza? Esto era imposible. Debbie Edwards jamás —jamás— infringiría la ley ni aunque le costara la vida, menos para ayudar a escapar a su hija homicida de la cárcel.

—Ya sé lo que tenemos que hacer, no te preocupes —dijo, acercándose un poco más al cristal—. Prometo ayudar.

Asentí.

El guardia avisó que quedaba un minuto para terminar con el día de visitas.

Terminé de hablar con mi familia y me despedí de ambos, levantándome y volviendo rápidamente a mi celda. No quería que fuera de una manera tan rápida y sin sentimiento, pero había visto a Zayn entrar a la sala y ahora solo quería alejarme de él para evitar más remordimientos.

Me senté en mi cama y saqué el pequeño cuaderno ubicado bajo el colchón y abrí la última página. Los planos y las notas estaban todas escritas y dibujadas a la perfección, sin dejar ningún detalle por delante. Acaricié con suavidad la hoja.

Un par de días y ambos planes se pondrían en marcha. Escaparía hacia la libertad junto con Michelle y su novio, asesinaría a Zayn y volvería a tener una vida normal.

Simple y eficaz.

Love in Prison » zerrie PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora