#1

852 88 7
                                    

—¿Estas lista nueva? —pregunto el guardia de seguridad abriendo la celda—.Tu nueva vida acaba de comenzar. 

—Vete al demonio —le respondí pasándolo de lado y borrando la sonrisa que tenia en la cara. 

Hoy seria el primer día en la cárcel. Me habían dado una pequeña celda en donde solo podía entrar una cama y un retrete al que me negaría a usar. Los horarios que me habían dicho —gritado— decían que debía trabajar en el cuarto de maquinaria pesada, construyendo cosas y arreglándolas. 

Fui hacia el patio de la enorme prisión. El césped estaba bien cuidado y se veía que todas las prisioneras lo disfrutaban. "Yo también debería hacerlo", pensé. "Luego volveremos a nuestras viejas celdas y nos olvidaremos completamente de la naturaleza". 

Camine un rato por los alrededores mirando cada parte del lugar. Camine hacia la enorme reja que separaba los distintos sexos. Los chiflidos no tardaron en aparecer. 

—¡Preciosa, tu y yo! ¿Qué te parece? —grito uno. 

—¡Ven conmigo y no te retractaras! —grito otro. 

Yo simplemente rodaba los ojos y los miraba de forma asqueada. Debían de tener unos 40 años y esposas esperándolos en sus casas. Seguí mirando hasta que un chico me llamo la atención. Tenia cabello oscuro y piel morena. Unos tatuajes sobresalían de su traje naranja. Se veía rudo, pero también parecía estar asustado de los demás. Debía tener mi edad aproximadamente, ¿Qué habrá hecho? 

La campana sonó sacándome de mis pensamientos. Las prisioneras empezaron a entrar y yo las seguía. Antes de entrar mire hacia atrás y note que el moreno estaba observándome. No le di importancia y entre al edificio. Camine hacia el comedor; una habitación de ladrillo en el que el gris era el color principal. Había unas mesas de metal en el centro y los bancos estaban pegados a estas. Una enorme barra estaba en lado izquierdo y por la fila adivine que era donde nos servirían la comida. Tome una bandeja y me posicione detrás de todas esperando recibir mi almuerzo.  

Cuando al fin fue mi turno, la vieja señora de anteojos y redecilla me sirvió un plato de una sustancia marrón y con pedazos de algo dentro. Busque una mesa vacía y me senté a comer lo que sea que era eso. Todo parecía tranquilo, pero todo lo bueno siempre termina. 

—Estas en mi mesa —dijo una voz junto a mi. Levante la vista y vi a una chica de pelo negro y rapado mirándome de forma superior—. ¿Qué no escuchaste? Estas en mi mesa, sorda. 

—Esta mesa no es de nadie —dije ignorándola. Tome otro bocado de "comida" y me lo lleve a la boca. 

—Es mía —repitió. 

—No veo tu nombre en ella —respondí. El salón completo había quedado en silencio y podía sentir las miradas sobre mi. 

—¿Cuál es tu nombre?

—Perrie. 

—Pues, Perrie —dijo resaltando mi nombre—. Voy a ser paciente ya que eres nueva aquí. Yo siempre me siento aquí, lo que significa que es mi mesa — resalto el "mi". 

—Yo también voy a ser paciente — me levante de mi asiento y la mire a los ojos—. Aquí tu tan solo eres otra. No eres ninguna diva ni nada, así que será mejor que me dejes comer tranquila si no quieres que algo malo ocurra. 

—Puedo hacerte cosas que no podrías imaginar —mascullo furiosa. 

—Yo igual —le dije aun con la mirada fija. 

—He matado a alguien —dijo rápidamente al ver como estaba perdiendo la batalla—. No significa que no pueda hacerte lo mismo. 

—Algo que tenemos en común —sonreí—. Solo que yo mate a dos. 

Love in Prison » zerrie PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora