Capítulo 30

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No sabía cuantos días habían transcurrido desde que Leandro me arrastró fuera de casa en Catania.

Cuando me arrojó al interior del vehículo, no pude ver a donde me llevaría. Y cual sería nuestro destino.

¿Qué tan lejos nos encontramos de Valentino?

Pudieron haber pasado dos días, incluso más.

He perdido la noción del tiempo. No puedo distinguir entre el día o la noche. El interior le impide a la luz del día entre en el edificio abandonado en el que me ha encerrado Leandro.

Tengo hambre y me encuentro deshidratada.

Me preocupa que no he percibido movimiento alguno del bebé. Temo que algo malo le haya sucedido a mi hijo.

Que este muerto.

Ruego en silencio para que Valentino nos encuentre pronto. Me siento débil y no creo soportar un minuto más en este lugar.

La venganza de Leandro tal vez se terminaría pronto. Me está matando lentamente. Tengo que encontrar fuerzas y energía para mantenerme despierta y consiente, porque si permito que el sueño me venza. Será el fin de mi bebé y el mio.

Los pómulos me duelen y puedo asegurar que tengo hematomas en los brazos y piernas por las constantes agresiones de Leandro.

Mi cuerpo está cansado y adolorido.

Solo quiero ponerle fin a este horrible sufrimiento.

Acaricio mi vientre, pidiendo que el mínimo movimiento se perciba ahí adentro. Quiero sentir a mi bebé.

Pero no hay cambios. Todo sigue igual.

Sollozo en silencio permaneciendo en el rincón del frío y deplorable cuarto al que Leandro me había arrojado días atrás.

El intenso olor a humedad penetra mis fosas nasales, provocándome nauseas.

¿Cómo puedo seguir viva después de las condiciones en las que me encuentro?

Mi cuerpo tiembla posiblemente por el shock que estoy sufriendo. El frio se cuela por las viejas paredes y la prenda que llevo encima no cubre que cinco centímetros debajo de mis rodillas y un poco los delgados hombros.

Leandro se ha marchado a quien sabe a dónde desde muy temprano. Ha pasado demasiado tiempo desde que escuche su gruesa voz saliendo de este lugar aparentemente abandonado.

Poco a poco pierdo mi fuerza, se me dificulta levantarme del suelo e intentar escapar.

Si lograba salir, no sabría a donde ir.

No tengo idea de a donde me a traído.

Estar en manos de Leandro ha sido un verdadero infierno.

Me ha golpeado hasta el cansancio.

Mi ropa esta ensangrentada y sucia por dormir varios días en el piso. Me sorprende que aún no presentara síntomas de hipotermia.

Necesito algo de comer y un poco de agua.

¿Cómo un hombre puede hacerle esto a una mujer embarazada?

Tal vez si no estuviera embarazada, no me importaría morir luchando por mi vida. Intentando volver con Valentino.

Pero debo pensar claramente antes de cometer una locura, llevo otra vida dentro de mí.

Ser prudente y sensata.

Salvar su vida dando la mía.

El crujir de las viejas maderas bajo sus relucientes zapatos me indican que Leandro ha vuelto.

Peligroso DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora