Prólogo

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JEREMIAH

Sonreí al ver como Jerome estaba ocultándose en ese teatro abandonado, como si fuera una rata sin donde ir. Era tarde, debían de ser como las dos de la mañana, y el clima frío de Gotham ayudaba a que no hubiera nadie en las calles.

—Vaya, este lugar es igual que tú —digo caminando hacia Jerome, él me apunta con un arma y ríe—. Abandonado y mugriento.

—¿Qué haces aquí? —pregunta—. No acepto visitas a estas altas horas de la noche.

—Me han informado que tienes un nuevo juguete —sonreí—. Una puta al parecer —él se tensa—, ¿Dónde la compraste? Yo quiero una igual.

—Cierra la boca, imbécil —brama—. ¿Qué pasó con la chica de hace unos años? Pensé que darías tu vida por ella —ríe. Yo le apunto con un arma pero él empieza a reír más fuerte—. ¿Te terminó dejando, no es cierto?

—Ella no me importaba en absoluto, pero por lo que veo le tienes afecto a tu puta, mi hermano conociendo el amor, que adorable... Solo vine a advertirte que eso no durará mucho tiempo.

—Ni se te ocurra...

—Más te vale evitar lo que se viene, Jerome —sonreí y guardé el arma—. Porque solo puede haber un príncipe del crimen en Gotham, así que es tu puta o tu puesto. Me llevaré a uno de esas cosas, si es que te descuidas un poco.

***

Estar en Arkham era lo peor que pudiera haber, con todos esos lunáticos que ni siquiera tienen idea de como terminaron ahí. Me enfermaba ese lugar, era lo peor que podía haber. Jerome se salió con la suya esta vez, siempre se salía con la suya. Sentía impotencia y envidia con respecto a eso, al menos yo escapé de Arkham más rápido que él.

Me ocultaba en el callejón oscuro, el día estaba algo frío y estaba lloviendo. La estaba esperando, Dios, la estaba esperando después de haberse ido tan lejos. Había descubierto que ella siempre tomaba esta ruta para ir a su apartamento. Sonreí cuando vi una silueta de una mujer acercándose, llevaba un vestido y tacones, pero su chaqueta larga no me dejaba ver su silueta muy bien, por la oscuridad y el paraguas que llevaba no logré ver su rostro.

—Pasas de mi muy rápido —sonreí, ella se detuvo—, veo que me has superado.

Ella se vuelve, y noto que tiembla. Puedo ver mejor su rostro, sus ojos caramelo mirándome con miedo y el cabello rojizo mojado por la falta del paraguas que se le había caído de las manos. Ella rápida mente lo recogió.

—¿Qué haces aquí? —pregunta con su voz temblorosa, yo reí un poco.

—¿Ahora me tienes miedo? —sonreí mientras empezaba a acercarme—. Ha pasado mucho tiempo desde que no nos vemos, Violette. Pensé que me extrañabas.

—No lo hago —espeta—. ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué volviste? Arreglamos las cosas hace tres años, Jeremiah. Yo no te sirvo más, ve con Ecco para que te ayude.

—Ella está muerta.

—Entonces no voy a esperar para ser la próxima en morir —murmura—. ¡Solo aléjate de mi!

Cuando ella se vuelve me acerco más para tomarle del brazo, ella voltea hacia a mí y su paraguas se vuelve a caer al piso. Sonreí al recordar los viejos tiempos, esos recuerdos que ahora estaban marchitos, mi error de alejarla de mi y la furia que tenía adentro por ese gas que arruinó por completo mi vida con ella. Aunque no todo era malo, ese gas me había despertado, había vuelto a nacer como alguien mejor, como si fuera un Dios. Me sentía imparable, me sentía libre.

—¿Qué pasa si te digo que tienes una hermana? —murmuré en su oído. Ella se estremeció—. Ella es muy parecida a ti, tengo que admitirlo, el mismo terco carácter, pero ella tiene más fuerza que tú. Bueno, es una puta.

—¡No mientas! —grita y me empuja, yo sonrío—. No tengo una hermana, mis padres nunca me hablaron de eso.

—Fuiste adoptada, Violette —aclaré—. Ella no lo fue, es una criminal. Míralo de esta forma, tú fuiste una niña prodigio y ella tuvo que pasar su infancia en las calles.

—¿Dónde está?

—Ven conmigo y te lo diré —sonreí, ella me dio una cachetada.

—¡Ya no tengo dieciocho años, Jeremiah! —brama ella.

—Oh, espera hoy es veinticinco de Marzo. Felices veintiuno, Violette —sonreí.

—La voy a encontrar por mi cuenta.

Ella se vuelve y toma el paraguas del suelo, yo pongo los ojos en blanco. Se había vuelto más hermosa de lo que recordaba, ya no tenía el cabello largo como antes, se lo había cortado hasta un poco más abajo de los hombros y seguía oliendo como la primera vez que la vi. Violette, tan inocente, y tan tonta.

—Ella está con mi hermano —admití, ella paró y se volvió hacia a mí—. Sabes de lo que Jerome es capaz, ¿no es cierto, Violette? Él la tiene amenazada. ¿No quieres que la historia se repita, verdad? —sonreí.

Nuestra historia era más complicada que la de ellos, Violyn y Jerome tuvieron suerte, ellos tenían esa conexión que nosotros nunca tuvimos. Y me molestaba, mierda, eso me molestaba bastante, porque Jerome siempre obtuvo lo que quería mientras yo estaba solo. Manipulaba a todos de que él era malo, de que había nacido enfermo, pero siempre lo apoyaban. Y terminó matando a todos.

—Le va a hacer daño —murmura.

—Como yo te lo hice a ti una vez, ¿no es cierto, amor? —no sabía si eran las gotas de lluvia que caían en su cara, o si había empezado a llorar.

—¿Qué quieres ahora? No se me ha olvidado que siempre quieres algo a cambio.

Sonreí, así que ella recordaba los viejos tiempos. Oh, Violette, lo nuestro pudo haber durado mucho si tan solo te hubieras entregado a mi. Pero fuiste egoísta, y aunque ya no pueda desquitarme con Jerome porque Violyn había desaparecido por completo, me desquitaré contigo. Porque me dejaste solo, justo cuando me volvía más fuerte.

—Quiero que vengas conmigo, porque necesito tu ayuda.

—¿En qué?

—Tengo un plan en mente —sonreí.

—¿Y si digo que no?

—Pues condenarás a tu hermana de ser lastimada por un Valeska —ella niega la cabeza mientras sonríe.

—Tú hermano es sin duda alguna más demente que tú, por todo lo que ha hecho con los años, pero tú, tú siempre tienes un plan y siempre vas a un paso adelante —brama—. ¿Qué tengo que hacer?

—Venir conmigo.

—Y una mierda. Nunca volveré a ese lugar —grita.

—Entonces le has dado una condena de muerte a tu hermana —exclamo—. Él tiempo corre, amor.

—No me llames así—espeta—. No soy tu nada.

De un momento a otro me sentí nostálgico, ella odiaba que la llamara así, pero se me era inevitable. Tomé aire para quitarme todos los recuerdos de hace años y le ofrecí mi mano.

—Tú me ayudas, y yo te ayudo a encontrar a tu hermana perdida.

Sus ojos caramelo me miran y aún con el cabello mojado y su ropa empapada se veía hermosa. Ya no era la chica inocente que conocía, ya no sonreía cada vez que la miraba o algo parecido. Cambiamos, maduramos, y nos alejamos por un propósito. Ella se alejó porque no podía ver el mundo como yo lo veía. Aunque de todas formas, sonreí al ver que se adentraba nuevamente a mi vida, con tan solo tomar mi mano, una vez más. 

PSYCHO  ☠︎JEREMIAH VALESKA☠︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora