XIII |Extintos|

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Región de hielo, muralla norte. 

Temperatura: -15° C

Cuando el sol se asoma por encima de la muralla norte sé que es momento de cambiar de puesto, las personas por aquí no toleran la impuntualidad y aun así mi relevo tiene veinte minutos de retraso. No lo sé porque tenga un reloj, dudo mucho que para este punto quede alguno funcional, pero la sombra que proyecta la barrera está a veinte centímetros del suelo, y eso me indica que en efecto han pasado cerca de veinte minutos desde que alguien debió llegar a relevar la guardia.

Dejo mi espada contra pared y recargo los brazos sobre la barda. De lejos no es posible notar cual devastada está la ciudad, pues los altos edificios siguen de pie y son tan grandes que es difícil distinguir el desgaste de la fachada. Curiosamente fue cuestión de algunos meses para que el matiz purpura del sol se disolviera casi por completo, y a diferencia del bosque, donde aún se podía notar, aquí es prácticamente imperceptible. Incluso puedo decir que si el paisaje no estuviera completamente cubierto por hielo podría pasar perfectamente como una vista de una ciudad en invierno. Resulta en un gran contraste con la zona roja, que desde la distancia se resume a una nube de humo rojiza-violeta que resalta como un faro en la penumbra.

Veo con nostalgia el bosque, me reprimo un suspiro. En estos momentos no puedo darme el lujo de dejarme llevar por mis emociones, no cuando la situación es tan complicada.

Escucho la escalera de metal sonar, alguien está subiendo, mi remplazó probablemente. Y no disimulo ni un poco mi molestia cuando hecho un vistazo a la sombra y calculo que han pasado al menos quince minutos más.

Un chico alto se asoma por la escalera, subiendo de manera apresurada y torpe. Su cabello es blanco como el de la mayoría por aquí y su piel casi transparente, tanto que podría fácilmente camuflarse en la nieve. Me sorprende un poco notar que no es tan corpulento como los demás, no puedo ver su cuerpo completamente, pero incluso con las ropas pesadas que usa puedo notar que es bastante delgado.

—¡Lo siento! ¡corrí desde la base, me quedé dormido! ¡pero ya estoy aquí puedes irte ahora! —exclama de manera apresurada.

No me ha visto, está demasiado ocupado luchando por sacarse la correa de su espada. Pero cuando nota que me he quedado en silencio levanta la mirada.

—Oh, un humano—es todo lo que dice, mientras sus ojos me observan con resentimiento.

No puedo juzgarlo, después de todo hoy en día no hay muchas personas que un puedan considerarse seres humanos. Si yo fuera él también me tendría resentimiento. Ellos son diferentes y posiblemente su mente aún no termina de asimilar que ha dejado de ser un chico normal, un chico como yo.

—Si vuelves a llegar tarde no pienso quedarme aquí a contar ovejas mientras apareces.

No espero una respuesta y solo bajo la escalera con pesadez. La escalera cruje bajo mis pies, como una queja molesta.

Son seis cuadras lo que tengo que caminar para llegar, la base es grande y logro verla desde la mitad de la escalera, un gran edificio rodeado de cercos, hay un guardia en cada esquina y también sobre los edificios aledaños. No siento el tiempo mientras me dirijo allá, como si con solo parpadear ya me encontrara en la entrada, siento las miradas de ellos sobre mí, pero estoy tan acostumbrado que ya no me incomodan.

Somos pocos, quizás entre todos podamos sumar unos diez o quince, al menos los que logramos llegar aquí, aún tengo la idea de que allá afuera aún hay humanos, el mundo es demasiado grande como para reducirlo a solo este país. Pero al menos en la región del hielo, los humanos ni siquiera podríamos llenar un aula de las viejas escuelas.

ÉXODO (Apocalipsis II)- KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora