Capítulo 40 | Sombras

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Damon

Día de San Valentín

Era linda

Su rostro sin duda alguna era algo digno de admirar. Dulce podía ser tan linda como un chihuahua pero también tan agresivo y explosivo como solían ser ellos.

Toda una chihuahua, mi dulzura.

Solté una pequeña carcajada pero me arrepentí en el mismo instante que la vi removerse en su cama, no quería levantarla pero no podía evitar pensar en su cara enojada que pondría si se enteraba de mi comparación.

Ver su rostro dormido, al mismo tiempo me daba una tranquilidad extraña. Sentía que de esta forma nadie podía lastimarla, yo estaría para ella, aunque no pueda verme, estaría cuidándola.

Después de todo hicimos un trato y... una promesa.

¿Quién creería que después de la tormenta hay un arcoíris? Definitivamente yo no.

Al menos no lo creía así, no cuando en mi vida las tormentas eran tan comunes como encontrar a Dulce comiendo helado. La tempestad se había adueñado de mi vida y en parte de mí, así que era eso, yo no confiaba en los "arcoíris" o "momentos felices", simplemente porque no eran duraderos.

Yo quería algo seguro, no algo pasajero.

Negué con la cabeza rechazando todo pensamiento que pudiera alejarme de mis planes y comencé repartir mis presentes, primero dejé la bandeja con su desayuno sobre su cómoda cerca de su cama y finalmente, coloqué la pequeña caja con mi regalo dentro sobre su mesita de noche.

Sabía que sería buen lugar, dado que ella era muy distraída, colocarlo literalmente a su lado lo haría notar con facilidad.

Dulce aún se veía dormida así que calculando un poco, se despertaría cuando yo ya me habría ido. Así que procedí a retirarme, me alejé no sin antes darle una última mirada y sonrisa en su dirección, lo próximo que hice fue cerrar su puerta con sigilo y salir caminando lentamente hasta llegar a mi auto.

Contarle casi todo a Dulce me había dado aquel respiro que tanto necesitaba. Sentía que ahora había menos secretos entre nosotros aunque claro está que no todo había sido contado, por ambas partes, había cosas que creíamos que solo nos pertenecía a nosotros.

—Samuel, ¿está todo listo? —pregunté mientras que con una mano conducía y con la otra sostenía mi celular.

— ¿Acaso eso fue una orden? —Fue lo que dijo para terminar cortándome.

Bueno no sería el Samuel que yo conozco si no me cortara cada llamada después de decir unas simples palabras, era parte de él ser un ermitaño. Volví a llamar.

—Samuel, amigo del alma ¿Tienes todo lo que te encargue? —pregunté en un tono que casi casi parecía sarcasmo.

—Muy falso. — y me volvió a cortar.

Reí frustrado y volví a llamar.

—Samuel por favor revisa que todo esté listo, gracias. —esta vez fui yo quien colgó.

Sabía que este era su jueguito pero no tenía tiempo para él. Me encontraba nervioso por alguna extraña razón, aunque muy extraña no era, tuve que organizar una fiesta en dos días y no fue para nada fácil

¿Cómo demonios le hacían las chicas?

Estacione en mi casa después de varios minutos frente a mi casa y salí rumbo a mi habitación, debía de llevar el cartel que había encargado un día antes.

— ¡Hermanito! —me recibió Ada emocionada. — ¿Cómo estás? ¿Eufórico? ¿Feliz? ¿Nervioso?

—Enana —la salude mientras pasaba por su lado desordenando un poco su cabello — Estoy bien, no te preocupes por mí, mejor dime si le explicaste todo el plan al idiota de Darren.

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora