Extra II | Un ángel bajó al infierno

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Meses atrás

Damon

—Entonces ¿Cómo te has sentido?

—Bien.

—Esa no es una respuesta acertada.

— ¿Hay una repuesta acertada? —pregunté con ironía.

—No pero hay respuestas que me bastan para saber que no estás bien, Damon.

— ¿Por qué lo asumes? Si te conté que hasta estoy conociendo a una chica.

—Porque no hay entusiasmo en tu voz. —respondió Selene mientras se acomodaba los lentes frente a mí. — ¿En qué has estado pensando últimamente?

—Ya te dije que no quiero matarme. —bufé lleno de aburrimiento.

Selene podía ser una buena amiga pero cada que se metía en el papel de psicóloga era insoportable, ella siempre buscaba la manera de leerme y tarde o temprano terminaba contándole mis planes.

Si no fuera por el imbécil de mi ex suegro, estas sesiones no serían necesarias ni útiles para la jueza, solo bastaba con verme para saber que estaba bien aparte de bueno.

Modestia aparte.

— ¿Volviste a reconectar la comunicación con tus amigos?

— ¿Zed y Sam? —asentí tranquilo. —Con ellos mantengo una relación más que buena, nos conocemos de hace años.

— Lo sé pero me refiero a si han vuelto a ser amigos.

La miré confundido.

—Somos amigos. —aseguré.

— ¿Cuál es la comida favorita de Sam y Zed?

Esa era fácil.

—A Zed le gustan los sándwiches y a Sam le gustan los pasteles, tartas, cualquier cosa dulce pero si pregunta yo no te lo dije, se pone...violento.

— ¿Violento?

—Pues claro, creo que él necesita más esta sesión que yo.

—No exageres. —pidió con una sonrisa. —Pero te equivocaste en uno.

— ¿Que? —solté incrédulo. —Imposible.

—A Zed le gusta el pollo frito ahora.

No podía ser cierto, si él estaba en camino de según ser vegetariano, como rayos prefirió un pollo en lugar de un brócoli, bueno, la historia se cuenta sola.

—Son pequeños detalles. —le quité importancia.

—Son importantes pequeños detalles, esto solo me dice que no te estas reconectando con la sociedad, recuerda que la jueza quiere tomar en cuenta tu salud mental para determinar alguna sentencia.

—No estoy loco. —aseguré frustrado. —Solo un poco dolido.

—Dolido por la muerte de ella.

La miré con seriedad, no me gustaba hablar de ella con alguien más.

—Sí.

—Pero ya han pasado años.

—Si perdieras al amor de tu vida te aseguro que te tomaría más de una vida poder lidiar con aquel dolor. —mi respuesta salió de mi boca antes de incluso pensarla.

—Entonces, ella aún vive en tu corazón.

—Sí y me temo que alguien busca meterse también.

Confesé como si ella fuera la mayor amenaza del mundo.

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora