CAPÍTULO TERCERO: CHURROS Y CHOCOLATE

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Valentina sintió temor de haber molestado a Juliana al entrometerse en un momento del que tal vez ella preferiría reponerse a solas. Por un segundo pensó que quizá esa mirada, tan intrigante como indescifrable, podría ocultar molestia hacia ella. Por alguna razón que no alcanzaba a explicarse, su corazón empezó a latir de forma acelerada mientras que la sangre se le subía a la cara, provocándole un intenso calor debido a la vergüenza resultante de haberse metido en un asunto que, claramente, no era de su incumbencia.

Estaba a punto de soltar una disculpa sincera y de ponerse de pie para emprender dignamente la retirada, cuando una sonrisa deslumbrante se abrió paso entre los labios de Juliana, alcanzando sus ojazos oscuros en los que se asomaban, sin disimulo, algo muy parecido a la euforia, un atisbo de sorpresa e -inexplicablemente- lo que podría percibirse como gratitud. Era un poco como la mirada que tanto la había inquietado durante la comida en el restaurante, pero con más intensidad y menos filtros en ese momento. Y, por supuesto, ahora iba acompañada de una sonrisa cautivadora...la más hermosa y genuina que Valentina había visto en su vida.

- ¿Podrías sólo...hablarme de...lo que sea? De cualquier cosa... Por favor.

Valentina devolvió la sonrisa por acción refleja; sin siquiera pensarlo. El temor de momentos antes se evaporó como el rocío ante el sol apenas escuchó la voz de Juliana, de timbre profundo y un tono dulce muy distinto al modo frío e impersonal que usaba en sus horas de trabajo. Exhaló con alivio al comprobar que no se había enojado por su intervención y que, por el contrario, parecía de mejor semblante que minutos atrás.

-¿Sonaría muy creepy si te digo que me encanta tu cabello? -Preguntó Val con toda inocencia y espontaneidad, ganándose otra sonrisa que acabó en una carcajada limpia por parte de Juliana-. O sea, o me das la marca de tu champú o el nombre de tu estilista... por favor -añadió dedicándole su mirada más conmovedora y su sonrisa más encantadora.

-Bueno -respondió Juliana entre los últimos vestigios de sus carcajadas y sin dejar de sonreírle- esa información es clasificada y, por lo tanto, muy cara... Tendrías que ofrecer mucho por ella.

-Póngale precio, señorita -siguió el juego Vale, mirándola fascinada-; esos ojos tan lindos sí que ni cómo hacerle para lograrlos, pero al menos esa melena de infarto debe tener algún secreto oculto por ahí... Estoy dispuesta a vender mi alma a cambio de él -le ofreció guiñándole un ojo descaradamente.

-¿Segura? -Preguntó la muchacha de ojos color chocolate, sintiéndose halagada y tan reconfortada que casi le agradecía al imbécil que se acababa de ir que se hubiera portado como un patán, puesto que, gracias a eso, Valentina estaba junto a ella, sacándole sonrisas-. ¿Pagarías lo que fuera?

-Lo que sea -le aseguró Vale sin vacilaciones.

-Vamos por unos churros rellenos de cajeta con una taza de chocolate y te cuento mi secreto -soltó Juliana, preguntándose de dónde demonios había salido eso; generalmente no socializaba tan rápido ni tan fácil... Pero esto era distinto, se dijo a sí misma, Valentina Carvajal no era una desconocida, en lo absoluto.

-Me encanta la idea -Valentina no se podía creer su buena suerte; iba a poder empezar a desentrañar el misterio que encerraba la mirada de Juliana justo cuando ya se había dado por vencida-. ¿Ya o de una vez?

-Oye, ¿no te han enseñado a desconfiar de los desconocidos? -Intentó razonar con ella Juliana respecto a esa cuestión que sí le causó preocupación: la facilidad con la que Val se disponía a irse con una persona a la que no conocía-. ¿Qué tal que soy una ladrona o secuestradora y tú aceptas irte conmigo como si nada?

-Ese consejo aplica también de aquí para allá, permíteme que te lo informe -le dijo Valentina, divertida-. Después de todo tú eres la que quiere ir a comer churros y chocolate con una extraña; eso en primer lugar. Por otro lado, ahorita le ponemos remedio a eso de ser desconocidas -añadió al tiempo que le ofrecía su mano a modo de saludo-. Hola, me llamo Valentina.

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora