CAPÍTULO VIGÉSIMO TERCERO: PUNTO DE QUIEBRE

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"Juls... Mi amor; no sé qué es lo que pasa; pero, lo que sea, podemos hablarlo y resolverlo. Sólo... Por favor... responde a mis llamadas, chiquita. Me estoy volviendo loca sin saber de ti."

La voz de Valentina, impregnada de desesperación y angustia, quedó grabada en un mensaje de audio que, junto con varios más -todos en el mismo tenor-, aparecían como entregados a través de whatsapp, sin siquiera ser escuchados por su destinataria.

Los niveles de incertidumbre y zozobra de Valentina habían rebasado los límites de la serenidad y el entendimiento desde hacía un buen rato. Estaba punto de completar cuarenta y ocho horas sin saber nada de su novia, quien simplemente dejó de hacer contacto, así, sin más ni más. Era inusual que entre ellas transcurriera más de una hora sin establecer comunicación; ya fuera a través de llamadas, textos, audios...por el medio que fuera, pero estaban permanentemente al tanto una de la otra. De modo que un silencio que se prolongaba por tanto tiempo era motivo de alarma y preocupación. El hecho de que habías transcurridos casi dos días sin saber de Juliana, para Valentina realmente se había convertido ya en un suplicio que no podría soportar durante mucho más.

Se levantó -por enésima vez- de la cama de día donde apenas si había logrado recostarse cinco minutos. La luz mortecina del crepúsculo entraba tímidamente por el enorme ventanal hacia el que dirigió la mirada azul, que a ratos parecía ausente y en otros adquiría la apariencia turbulenta y sombría de un océano enfurecido por la tempestad. La pesadumbre, la preocupación, la angustia y la incertidumbre se le mezclaban impíamente, dando forma a una inquietante amalgama que la agobiaba más y más con cada hora que transcurría en medio de ese desconcertante y opresivo silencio.

No sabía si su novia estaba bien; si le había ocurrido algo; si estaba enojada o triste por alguna razón de la que Val no tenía ni la más remota idea. Bien sabido es que la duda puede llegar a ser peor que la certeza... Y era justamente ese "no saber" lo que tenía los nervios de Valentina en el límite de su resistencia. No había manera de resolver un problema si ni siquiera sabía cuál era. Por su cabeza iban y venían ideas a velocidad vertiginosa; su mente era un torbellino de suposiciones, especulaciones e indecisiones que amenazaba con enloquecerla si lo dejaba envolverla por más tiempo.

Finalmente, la expresión en su rostro precioso se transformó una vez que la duda dio paso a la determinación. La mirada cristalina se endureció bajo el peso de la resolución recién tomada, dejando de lado la languidez del titubeo y el temor.

Sin darse ni un minuto más para seguir rumiando sus insidiosos pensamientos, la bella mujer tomó su cárdigan, su teléfono y su bolso para luego dejar su habitación, hablando entre dientes a la habitación vacía:

-Quieras o no, voy a encontrarte, Juliana. Y, quieras o no, vas a tener que hablar conmigo y explicarme qué demonios está pasando.

***

-Me disculpo por aparecer así, sin avisar, Lupita; pero realmente necesito ver a Juliana y, si no está aquí, pensé que tú podrías ayudarme a encontrarla.

-Nada que disculpar, Valentina. Me alegro de que estés aquí; así podamos hablar un momento.

Sentadas en la diminuta sala donde tantos momentos habían compartido teniendo como punto en común a esa mujer a la que ambas tanto amaban, Guadalupe Valdés y Valentina Carvajal estaban ahora una frente a la otra por motivos mucho más trascendentales que compartir una tarde de películas o una cena de celebración.

La decisión tomada por Valentina -justo antes de sobrepasar los límites de la serenidad y casi de la cordura- había sido justamente la de recurrir a quien fuera necesario para localizar a Juliana. Se había estado absteniendo por no alarmar injustificadamente y por no generar alguna situación incómoda o caer en indiscreciones que le pudieran ocasionar problemas a su novia; pero, dadas las circunstancias, la mujer que amaba la había dejado sin muchas alternativas, así que optó por ir directo a la única fuente que difícilmente podría fallarle.

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora