CAPÍTULO OCTAVO: TE QUIERO...MUCHO

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-Se siente bien, Val -un sonido de satisfacción se escapó de la garganta de Juliana sin su consentimiento, pero no hubo incomodidad ni pena; era Val con quien estaba, y con ella todo era siempre fácil y confortable.

-Te gusta que te consientan, Juls -afirmó Valentina con indulgencia mientras seguía cepillando la larga y lustrosa cabellera de su mejor amiga-. Me estoy dando cuenta de eso.

Juliana acababa de salir de la ducha, con el cabello aun húmedo y la piel sonrojada por el agua caliente. Val había entrado y salido del baño antes que ella para luego ocuparse de subir, desde la cocina y dispuesto todo en una bandeja, dos humeantes tazas de chocolate, un plato con churros rellenos de cajeta, un tazón con palomitas y dos vasos con jugo de manzana.

Una vez que su amiga salió del baño, con un pijama de franela y el cabello envuelto en una toalla, Val le puso en las manos la taza con el chocolate y la sentó a los pies de la cama para luego acomodarse detrás de ella, de modo que Juliana quedó entre sus piernas. Le liberó el cabello de la toalla húmeda y empezó a cepillarlo con la paciencia y cuidado que se usaría en una niña pequeña. Juls sólo se dejó hacer mientras se perdía en la explosión de sabores que la bebida desencadenó en sus papilas gustativas. Silvina definitivamente debía tener alguna receta secreta, porque esto no era como nada que hubiera probado antes.

Entre el líquido dulce y tibio deslizándose por su garganta y las manos de Val enhebrándose en su cabello con delicadeza mientras deshacía las marañas con el cepillo, Juliana -una vez más- se sentía en las nubes. El aliento cálido de Valentina le rozaba la oreja, provocándole cosquillas y una marejada de sensaciones que se propuso disfrutar sin cuestionarlas.

Las emociones que esa muestra de atención y cuidado le despertaba... Eso sí ya era harina de otro costal. Nunca nadie la había mimado así antes. Su madre la amaba con todo su corazón, pero estuvo siempre tan ocupada trabajando para que sobrevivieran, que el tiempo que le quedaba era apenas suficiente para atender sus necesidades básicas, materiales y de afecto; muchas de sus energías se desperdiciaban en intentar que el Chino estuviera tranquilo y contento. Cosas que nunca logró y que sólo le robaban la atención que debía dedicarle a lo que sí la requería. Juliana nunca supo de tratos especiales, mimos, cariños y dulzuras.

Siempre recibió cuidados, besos y abrazos por parte de Lupe; los necesarios y no más. No fue una niña descuidada por su mamá, eso de ninguna manera, pero tampoco la bañaron en esas muestras desmesuradas de afecto como las que Valentina había estado teniendo para con ella desde el día que la conoció. Esa mujer hermosa, con los ojos de cielo y cara de ángel, le estaba descubriendo todo un mundo nuevo en el que ella no quería hacer sino perderse, dejando de lado los temores y las dudas. Juliana jamás pensó que alguien pudiera tratarla así, con tanto amor, con tanto cuidado, con tanta intención de hacerla sentir bien; Valentina entró a su vida como un rayo de luz diáfana y tibia que la envolvía en un halo de felicidad pura. Se preguntaba cómo es que había sido ella la que tuviera la enorme fortuna de encontrar -por casualidad- a un ser humano tan maravilloso como esa niña que le cepillaba el pelo con una ternura y afecto que ni en cien vidas más volvería a hallar. Era plenamente consciente de su buena suerte; y jamás iba a dejar ir a su Val. Nunca.

-Me gusta que me consientas tú -aclaró Juliana entre sorbo y sorbo-. ¿Eso es malo?

-No -le respondió Vale en un murmullo, acercando sus labios al oído de su amiga-. Lo malo sería que no me dejaras hacerlo. Aunque, de todos modos, ya sabes que soy bien terca; te mimaría igual, aunque te me pusieras difícil; tú te mereces todo lo bueno de este mundo.

Un escalofrío les recorrió la espalda ante la intimidad del gesto y el impacto de las palabras. Y -por paradójico que suene- al mismo tiempo, una sensación de calor iba ascendiendo hasta encenderles la cara. El contraste era digno de disfrutarse; la magia se desprendía entre ellas como algo natural, orgánico...algo que estaba ahí por que ahí era su momento y su lugar. Y ninguna oponía resistencia.

-Tu cabello ya está listo -susurró Val, tomando la mata oscura y pasándola hacia el frente por el hombro derecho de Juliana mientras recargaba su mentón sobre el izquierdo, abrazándola por la cintura y plantándole un beso inocente en la mejilla sonrosada. Por instinto, Juls se arrebujó en el abrazo y giró la cabeza apenas unos milímetros para disfrutar de la breve caricia que ahí dejaron los labios de Valentina-. Te quiero... Te quiero...mucho.

Juliana sólo atinó a pensar que, después de ese momento, ya podría morir tranquila. Porque ni juntando todos los ratos más felices que había vivido hasta entonces, podría conjurar siquiera la mitad de la dicha que sentía ahí, entre los brazos de quien la veía, le hablaba y la trataba como nunca nadie. Estaba a punto de responder con un tímido 'te quiero' que ya tenía en la punta de la lengua, cuando el sonido de su celular las asustó al anunciar una llamada entrante. Las dos, perfectamente sincronizadas, desviaron sus miradas hacia el dispositivo que se había quedado olvidado sobre la cama. La imagen que parpadeaba en la pantalla era, ni más ni menos, que la del novio de Juliana.

Valentina exhaló un suspiro contenido; liberó a Juls de su abrazo y le colocó el móvil en las manos antes de ponerse de pie y decirle, con su más dulce sonrisa:

-Te dejo para que puedas hablar por teléfono; tómate tu tiempo – en sus ojos había comprensión y paciencia-. Cuando estés lista, mándame un whats y regreso. Estaré con Chivis en la cocina.

Tomó su teléfono de la mesa de noche y salió dejando a Juliana con el ceño fruncido, resoplando con exasperación y tomando la llamada sin muchas ganas.

***

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora