CAPÍTULO DÉCIMO QUINTO: ME QUEDO CONTIGO SIEMPRE

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Los ojazos azules de Valentina se abrieron hasta lo imposible y una expresión de sorpresa transfiguró sus rasgos hermosos. Conforme los segundos pasaban y las palabras de Juliana se asentaban en su mente, el alivio fue haciéndose presente, suavizando las ya de por sí delicadas facciones hasta volverlas un poema de comprensión y empatía.

Juliana la observaba expectante, callada, un tanto insegura ante el silencio que se prolongaba y que empezaba a enervarla. Estaba a nada de dejar escapar una súplica para que Vale dijera algo, lo que fuera, cuando de repente se vio rodeada estrechamente por un par de brazos esbeltos y cálidos. El rostro de Val se hundió en su cabello, su aroma la envolvía hasta casi marearla con las sensaciones que le provocaba; su aliento cálido le acariciaba la piel del cuello, causándole calor y frío a un mismo tiempo, así como el inquietante efecto de una descarga eléctrica recorriéndola de norte a sur hasta anidarse en su vientre bajo.

Era algo que había sentido ya tantas veces con ella, que le resultaba muy familiar, aunque no por eso menos potente; más bien era al contrario. La voz dulce de Valentina llegó a su oído nítida, a pesar del casi imperceptible temblor que se dejaba sentir entre los susurros, mientras los labios carnosos dejaban un leve e involuntario roce sobre el lóbulo, cuya piel se erizó al contacto.

-Lamento lo que pasó entre ustedes, chiquita - los brazos de Juliana, que habían rodeado a Vale en una respuesta automática, la apretaron con todo el cariño y la ternura que se le desbordaban siempre que se trataba de esa mujer maravillosa que le robaba los suspiros y las horas de sueño-. ¿Estás bien?

-Sí, Val -le dijo en un murmullo dulce, directamente sobre su oído; sin aflojar ese abrazo que, luego de extrañarla tanto, la hacía sentir en la gloria-. No te preocupes, estoy bien. Es algo que tenía que haber hecho hace mucho.

-Bueno... De todos modos, hoy haremos lo que tú quieras, Juls -Val se separó apenas un poco, sin soltarla del todo, paseando sus manos a lo largo de los brazos de Juliana en un gesto de confort, y regalándole su sonrisa más cautivadora-. Dime qué quieres que hagamos hoy.

-Por lo pronto, sólo quiero estar aquí contigo, hablando -la mirada de Juliana era anhelante; dejaba ver con claridad la nostalgia acumulada durante ese lapso de ausencia que pareció eterno-. Hace mucho que no nos vemos y yo...te extrañé mucho, Val -bajó la vista, nerviosa, al tiempo que acomodaba un mechón de cabello tras su oreja-. Fueron muchos días sin saber de ti; así que...no me importa qué hagamos mientras sea a tu lado.

La expresión en la carita de Val no tenía precio. Miraba a Juliana con una mezcla dulce de alivio y euforia. Parecía que le habían abierto las puertas del cielo y ella lo tocaba con sus manos. Escuchar a Juliana decir que se había librado de ese noviazgo tóxico, y que lo único que quería era pasar tiempo con ella porque la había echado mucho de menos, era como recibir un regalo muy deseado cuando ya ni siquiera esperaba tenerlo. Reconoció para sí misma que no sabía cuánto necesitaba escuchar eso hasta que Juliana lo dejó caer sobre ella como un bálsamo reparador que apaciguó ese ardor con el que tuvo que lidiar desde que la vio alejarse en los brazos de José María.

Hasta ese momento en que el alivio se instaló de lleno en su mente cansada, Val no se había permitido reconocer -ante sí misma y con total libertad- lo que la atormentaba desde días atrás; desde que Juliana canceló su tarde juntas. La molestia estaba ahí...el dolor sordo, ahogado; la reacción visceral a la que no lograba ponerle un nombre. Era una amalgama de emociones intensas, profundas pero lo suficientemente vagas como para enterrarlas la mayor parte del tiempo e ignorarlas hasta donde le era posible. Y Valentina se obligó a hacer eso durante cada momento que estuvieron distanciadas; con rigor y tenacidad. La certeza que llegó a formarse de que Juliana había decidido darle una segunda oportunidad a su relación con Chema, fue un aliciente más que efectivo para levantar la guardia y encerrar bajo llave todo el cúmulo de sensaciones y sentimientos que Juliana había ido despertando en ella a lo largo de los meses que llevaban de conocerse.

Pero en ese momento todos sus miedos e incertidumbre iban disolviéndose como una distante niebla ante el sol radiante que era la sonrisa de Juliana...y sus palabras sinceras que le devolvían la seguridad y la calma. Empezaban a pasar al olvido los días de zozobra; las noches desasosegadas; las horas y más horas cargadas de nostalgia y de un anhelo vehemente que se escapaba entre suspiros y quejas silenciosas que no llegaban a tomar forma, pero que quemaban con el fuego de los celos y la desesperanza del amor no resuelto. Sólo ella tenía el poder de desvanecer la oscuridad y diluir los malos recuerdos con el solo poder de su presencia dulce y sus palabras siempre empapadas de un cariño infinito.

-Yo también te extrañé, chiquita -la frase salió quebrada y apenas audible, como una exhalación contenida-. El tiempo sin ti se pasa muy despacio, Juls.

-Sí, morrita... Muy despacio -Juliana, sin percatarse de lo que hacía, se inclinó hacia adelante hasta que su frente descansó sobre la de Valentina; cerró sus ojos, disfrutando la intimidad y la calma de un momento tantas veces soñado durante esas noches de inquietud y tumulto-. Val... No vuelvas a hacerme eso. Por favor no.

-¿A hacerte qué? -Valentina sentía que la respiración se le dificultaba al sentir la proximidad de Juliana; su aliento rozándole los labios, su nariz acariciando la de ella con ternura, sus manos buscándose sin reparos, en un gesto instintivo.

-Alejarte de mí -Juliana abrió los ojos, encontrando la mirada clara que se fijó en la suya con tanta intensidad que le llegaba al alma-. ¿Para ti no fue difícil?

-¿Es en serio, Juls? -Valentina parecía incrédula ante semejante cuestionamiento; una chispa de exasperación, y otro tanto de algo más, se encendió, surcando el cielo límpido de su mirada-. ¿De verdad me estás preguntado eso?

En un movimiento impulsivo e intrépido, Val tomó entre sus manos el rostro de Juliana, sin desviar la vista de los ojos color chocolate que la contemplaban como si nada más existiera en el mundo. El aire se volvió denso, cargado de electricidad; casi podían escucharse los latidos desenfrenados como ruido de fondo mientras que las respiraciones pesadas rompían un silencio expectante, suspensivo, anhelante. La distancia fue acortándose, los párpados volvieron a caer, las exhalaciones se hacían una y los labios se encaminaban inequívocamente hacia su único destino.

-Mi niña, la cena está lista...

La voz de Silvina llegó desde el corredor, lejana pero lo suficientemente clara como para romper la magia de un momento con el que cada una había soñado dormida y despierta. Pusieron un poco de distancia, apenas la necesaria, pero sus miradas no se desenlazaron y decían mucho más de lo que las palabras pudieran expresar. Un mensaje silencioso y certero pasó entre ellas a través de sus ojos iluminados por un renovado sentido de complicidad y por un amor que ya no podía ser contenido.

-Vamos a cenar, Juls -Valentina se puso de pie, ofreciéndole su mano a Juliana para ayudarla a incorporarse y conducirla hasta el comedor-. ¿Te quedas conmigo hoy?

Juliana la detuvo un momento, estirándola a través de sus manos entrelazadas y acomodando unas hebras del cabello claro detrás de la espalda de Valentina; una vez que pudo volver a verla de frente, le respondió con toda la certeza y el valor que le dejaron como herencia los largos días de soledad y ausencia:

-Val...yo me quedo contigo siempre.

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora