CAPÍTULO TRIGÉSIMO: RENDICIÓN

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ESTE CAPÍTULO FUE COESCRITO POR MI AMADA ESPOSA. GRACIAS A ELLA POR SU VALIOSA COLABORACIÓN.

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El deseo salvaje que se agitaba en la superficie de esas lagunas cristalinas fue lo que liberó a Juliana del hechizo en que la había atrapado su memoria; sí, estaba sorprendida, maravillada, extasiada por lo que Valentina hizo en honor de ese amor que no tenía límite ni medida, pero habría tiempo para deleitarse en ese regalo enorme. Por el momento, tenía asuntos más apremiantes que atender...como ese cosquilleo que se arremolinaba en su bajo vientre; como la mirada cautivadora de la mujer que tenía ante sí y que parecía a punto de arder por combustión espontánea si no se ocupaba ya mismo de sus urgencias.

Se volvieron a fundir en un abrazo; ese que esperaban hace tiempo. La sensación para ambas era la de llegar finalmente a casa luego de una espera casi eterna. Habían sido sólo sesenta días, pero ellas los sintieron así... interminables. Se sostuvieron, sabiendo que finalmente cada pieza era contenida por su contraparte. Juliana respiro profundo cerca al oído de Val, llenando sus pulmones de ese reconfortante perfume, el mismo que hasta en sueños recordaba. Valentina hizo lo propio; escondida en su lugar, se embriagaba con el aroma del cabello de Juls.

A medida que los segundos avanzaban, lo hacía también la necesidad. Se añoraban tanto que no hubo forma de detener el beso profundo y sentido al que volvieron a entregarse; nuevas y audaces caricias no se hicieron esperar. Sus manos se movieron con el anhelo acumulado durante el tiempo que pasaron alejadas; y así empezó a reavivarse el afán.

Val se recuperó su postura horizontal en la cama, pero esta vez llevando con ella a una Juliana totalmente perdida en sus labios. Una vez recostadas, Valentina decidió que era momento de cambiar posiciones y retomar el mando; se separó apenas de su novia para invertir su acomodo y quedar, así, encima de ella. Juliana protestó apenas registró la ausencia de esos labios que la volvían loca; y la reacción de Juls habría resultado graciosa de no ser porque las dos estaban ardiendo de pasión y deseo, y muy poco dispuestas a dilaciones ni esperas.

Así fue como nuevamente sus cuerpos desdibujaron los límites y esa tremenda energía sexual que entre ellas nunca se disipaba -ni siquiera en medio de la discusión más cruenta- se canalizó a través de sus cuerpos perfectos. Más besos candentes; caricias insistentes que exploraban, descubrían, despojaban. Sin saber quién tomó la iniciativa, sus piernas se entrelazaron y la temperatura se elevó ostensiblemente. En el momento en que sus caderas comenzaron a moverse rítmicamente, buscando más roces, sus prendas interiores ya estaban completamente arruinadas.

La urgencia era tal, que separar sus sublimes anatomías no era una opción; ellas simplemente se movían en sincronía perfecta. Valentina afirmó su rodilla en la cama para que su pierna se mantuviera un poco más firme entre las de la hermosísima mujer cuyos jadeos estaban enloqueciéndola -en el mejor de los sentidos-. La reacción no demoró en llegar en la forma de un gemido cavernoso que no hizo sino acentuar el movimiento de sus caderas en la búsqueda de mantener a su compañera en ese estado de absoluta rendición.

Transpiraban... mucho transpiraban; lo que no era de sorprender puesto que, en medio de la premura y la urgencia, no habían llegado a retirar todas sus prendas...al menos no todavía. No eran capaces de articular más sonido que los suspiros hondos, las respiraciones entrecortadas y el roce de los labios fundiéndose unos contra otros.

Había sido tanto tiempo de no tenerse y era tal el despliegue de pasión, que resultaba materialmente imposible hacerse durar mucho tiempo; no esa primera vez. De modo que, al cabo de pocos minutos en medio de ese sensual vaivén, Juliana, con apenas un hilo de voz, alcanzó a exhalar un "me voy a correr" que para Valentina fue como un desinteresado propósito que anhelaba lograr en el menor tiempo posible... Su única motivación consistía en darle placer a la mujer de sus sueños. Siguieron moviéndose en esa danza tan suya por algunos minutos más hasta que se desencadenó la liberación de Juliana; y a Val le bastó escucharla para seguirla en esa idílica caída libre. Juntas se elevaron hasta las estrellas; los fuegos artificiales, tan difíciles de obtener para ambas antes de encontrarse, estallaron en un éxtasis que sólo la comunión de sus almas -a través de la conexión de sus cuerpos- les brindaba.

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora