CAPÍTULO DÉCIMO TERCERO: DE REGRESO A TI

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Corría la tarde del martes, pero para Juliana, lejos de correr, se arrastraba... Exactamente como cada hora de los últimos cuatro días. Casi sentía que había contabilizado los minutos que llevaba sin ver a Valentina, sin escucharla, sin ver su sonrisa y sin perderse en su mirada.

Desde ese desastroso viernes en el que tuvo la muy poco asertiva idea de modificar sus planes con Val a causa de las presiones y chantajes de Chema, apenas si había sabido algo de su amiga. Decir que aquella noche no fue difícil, sería mentir. Luego de dejar la casa de Vale, se dirigió a la suya en medio de un tumulto que no le permitió ni conciliar el sueño. Las horas de insomnio se hicieron eternas mientras daba vueltas en la cama, pensando, temiendo, esperando... La mañana del sábado ya no aguantó más y le escribió a Valentina, intentando aparentar una serenidad que estaba muy lejos de sentir; pretendiendo una normalidad que se notaba tan forzada e incómoda como nunca lo había sido entre ellas.

La respuesta no demoró en llegar; amable, cortés, atenta...pero distante. Juliana no había conocido ese lado de Valentina, y sentía un nudo en la garganta cada vez que un mensaje aparecía disperso, ausente, impersonal; escondiendo una frialdad que ni los impecables modales de Val lograban enmascarar. La dulzura que siempre emanaba de ella era tal, que cuando desaparecía, el cambio resultaba evidente y brutal.

Se notaba que Vale estaba sentida, molesta, poco dispuesta a pasar por alto el incidente; al menos no del todo. No dejaba ningún texto sin contestar; hizo su mejor intento por parecer normal en las dos ocasiones en que Juliana había tenido el suficiente valor como para llamarla por teléfono. Pero esas llamadas terminaban siendo interrumpidas con premura y alguna excusa plausible... Y en cada intercambio, la ausencia de esa Valentina a la que Juliana adoraba y estaba tan acostumbrada, se hacía notar...para desconsuelo de quien tanto la añoraba.

Lo peor era que Val no reclamaba, ni se quejaba, ni siquiera sacaba a relucir aquello que, evidentemente, la había molestado. Sólo se mantenía en esa postura indefinida, indiferente, lejana. Bajo esas condiciones resultaba muy difícil, por no decir que imposible, abordar el problema...y, por lo tanto, resolverlo. Juliana llevaba días con sus noches forzando a su ingenio hasta el agotamiento en la búsqueda de algo que le permitiera recuperar a quien, para ella, valía todos los esfuerzos del mundo: Valentina.

El tiempo sin ella se le volvía un ocho, pero al menos algo bueno había salido de entre tanto desatino; la tarde anterior agarró valor, no supo ni de dónde y, por fin, se atrevió a terminar con una relación que ya se estaba estirando más de la cuenta, lastimando -en el proceso- a los involucrados...y todo por una compasión mal entendida. El enfrentamiento con su exnovio no fue ni fácil ni indoloro, pero Juliana se aferró con fuerza a cada palabra que escuchó tantas veces de su mejor amiga, y se mantuvo firme aun en medio del vendaval de chantajes, manipulaciones, súplicas y amenazas que José María dejó caer descaradamente sobre ella, con el único objetivo de retenerla dentro de un círculo que, por donde se viera, era ya muy dañino.

Al fin había salido de ese noviazgo malsano; el apoyo y los consejos de Valentina habían sido clave para poder lograr esa proeza tantas veces pospuesta. Pero lo irónico del asunto era que Val no estaba cerca para compartir con ella ni su alivio, ni la vaga sensación de remordimiento que la acompañó durante las primeras horas luego de la ruptura. La verdad era que, tanto en sus momentos muy buenos como en los más malos, Juliana necesitaba a su lado a Valentina. La realidad era que necesitaba desesperadamente verla, escucharla, sentir que su amistad estaba intacta a pesar...de los pesares.

Juliana dejó caer su espalda sobre el respaldo del sillón al tiempo que llevaba sus manos a la cara para luego arrastrarlas por entre las hebras oscuras de su cabello; suspiró, cerrando los ojos e inclinando la cabeza sobre el borde del sofá. Su desesperación empezaba a alcanzar límites inusitados y su cerebro trabajaba frenéticamente, tratando de encontrar una forma de revertir su distanciamiento con Valentina.

Al final, el esfuerzo dio frutos; una idea -aparentemente infalible- tomó forma en la mente de una Juliana ansiosa y dispuesta a intentarlo todo por recuperar a quien se había convertido, en muy pocos meses, en su más preciado tesoro.

Sin darse tiempo a pensarlo para que los nervios no acabaran ganándole la partida, sacó su móvil de bolsillo trasero y en cuestión de segundos, el mensaje estaba enviado. Se recostó, colocó un cojín sobre su cara para impedir que la luz llegara a sus ojos, y se dispuso a tomar una siesta. Estaba agotada y la espera de una respuesta iba a volver eterno el paso del tiempo. Mejor sería dormir un ratito con las esperanzas puestas en que, al despertar, Valentina habría dado señales.

***

Valentina bloqueó su móvil luego de haberlo desbloqueado por décima vez en el transcurso de los últimos quince minutos. El procedimiento se repetía una y otra vez como en un bucle. Encendía la pantalla de su teléfono, abría Whatsapp, sus dedos danzaban nerviosos sobre el teclado, suspiraba con exasperación, cejaba en el intento y el móvil volvía a la inactividad; pasaban un par de minutos y se repetía el ciclo.

Se dejó caer sobre su cama; algo así como un resoplido rebotó entre las paredes de la habitación mientras la mirada cristalina se fijaba en el techo y los pensamientos recorrían el mismo camino confuso por el cual ya habían ido y vuelto tantas veces, que su cabeza estaba permanentemente adolorida.

Ya no se sentía muy segura del tiempo que llevaba sin ver a Juliana; es más, ya no estaba segura de nada en ese punto. Nunca pensó que una ausencia temporal -de alguien que no fuera de su familia- pudiera volver los días tan borrosos, tan incoloros, y tan difíciles de sobrellevar. Lo único que si tenía claro es que la extrañaba con una intensidad que calaba hondo, que dolía tan profundo como nunca con nadie había dolido.

La opinión de Valentina sobre sí misma -respecto a ese conflicto con Juliana- oscilaba, una y otra vez, entre los mismos tres adjetivos, sólo acomodados en diferente orden de importancia: avergonzada, temerosa, indecisa. Su vergüenza se derivaba del hecho de haber reaccionado de una forma que le había ido pareciendo exagerada conforme los días pasaban; después se fue formando el temor a que su amiga le hubiera tomado a mal su comunicación tan impersonal y fría; y, como si no fuera suficiente, las últimas veinticuatro horas habían transcurrido en un 'estira y afloja' entre sus deseos y sus temores.

Le pesaba en el ánimo el haberse dejado llevar, en un primer momento, por su necesidad de tiempo para asimilar y procesar el revoltijo de sentimientos que le causó ver a Juliana elegir a alguien más por encima de ella; porque para cuando fue consciente de que sus deliberaciones estaban tardando lo suficiente como para preocupar a Juliana con su actitud distante, ya no encontraba el camino para reconectar con ella sin pasar por una fase incómoda a la que ninguna de las dos estaba acostumbrada.

Así habían corrido las horas que se convirtieron en días cargados de nostalgia, de temores e inseguridades, de malas jugadas que la mente hacía...y de un aluvión de preguntas -que se detonaron en cuanto vio a Juliana irse con José María- a las que no se atrevía a darles respuesta. Entre una cosa y otra, Valentina ya había llegado más allá de su límite. Necesitaba dejarse de tonterías, hablar con Juliana, disculparse por lo que a ella le tocara, y retomar esa amistad tan valiosa justo en el punto donde se había quedado por algo que, a esas alturas, parecía una insignificancia.

Volvió a tomar su teléfono, determinada a romper ese círculo agotador en el que llevaba inmersa la última hora; justo cuando se disponía a componer cuidadosamente un mensaje conciliador, de la nada apareció ante sus ojos una sucesión de apretadas líneas que, sin esfuerzo, le regresaron la sonrisa al rostro y el alma al cuerpo.

'Val, sé que estás enojada conmigo y que tienes razón de estarlo, pero no puedo ganarme tu perdón si no me dejas hablar contigo. Además, aunque sé que no tengo derecho a pedir nada, quiero que sepas que tengo un examen el jueves y necesito tu apoyo para estudiar. Tú eres mi salvación, morrita... Por favor, ayúdame. Te juro que te voy a compensar por todo; sólo déjame hacerlo. Te quiero...y te extraño mucho'.

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora