CAPÍTULO TRIGÉSIMO PRIMERO: NUEVOS HORIZONTES

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Parecía como si Juliana fuera a abrir una zanja en la acera a fuerza de hacer y deshacer el mismo camino una y otra y otra vez; llevaba quince minutos fuera de la mansión de los Carvajal sin decidirse ni a entrar ni a marcharse. El guardia que estaba de turno en la caseta, y que la conocía muy bien a esas alturas, sólo la observaba entre divertido e intrigado; aparentemente no se explicaba la razón por la cual la señorita Valdés no se animaba a pasar, pero el buen hombre tampoco se atrevía a sacarse la duda, por lo que se conformaba con verla de lejos mientras hacía apuestas consigo mismo sobre si acabaría por retirarse sin ver a la señorita Valentina o sobre el tiempo que demoraría en decidirse a pedirle el pase.

Por su parte, y totalmente ajena a las especulaciones del involuntario espectador, la bellísima indecisa de cabello oscuro y ojos color chocolate se detuvo frente al portón de la casona, suspiró profundamente y, con expresión preocupada, se dirigió al vigilante para saludarlo e indicarle que iba a ingresar a la casa; cosa que el buen hombre, con evidente beneplácito, le permitió de inmediato.

Juliana avanzó por el extenso jardín que debía recorrer hasta la entrada principal de la casa, pensando en cómo iba a pedir perdón por el exabrupto del día anterior. Val seguramente estaba enojada con ella...y con justa razón. Rodó los ojos en señal de fastidio consigo misma; reprochándose su estupidez y ese endemoniado temperamento del cual no podía culpar a nadie más que a su difunto padre.

Después de todo, no se completaba aun ni el mes de que ella y su novia se habían reconciliado luego de estar alejadas casi ocho semanas, y -a causa de su carácter tan disparejo- ya habían peleado otra vez. Por una tontería realmente... Por su estúpido orgullo que solía jugarle malas pasadas más veces de las que quisiera admitir.

El año escolar estaba a punto de iniciar; Juliana, entre una cosa y otra, no se había ocupado de elegir alguna escuela para seguir con sus estudios. En su favor, al menos tenía claro la carrera que deseaba seguir; el diseño de modas había sido siempre su sueño, a pesar de que nunca creyó que pudiera cumplirlo. Pero, más allá de eso, no tenía elegida alguna universidad, instituto o escuela; no hizo proceso de admisión, no solicitó información...nada de nada. No se ocupó de ese asunto porque, en el fondo, estaba convencida de que no tenía los medios necesarios para alcanzar esa meta; así que, simplemente, lo dejó pasar.

Pero no había contado con la fe ciega que Valentina tenía en ella y en su talento. Todo lo que no consideró ella sobre su futuro, su novia sí que lo había hecho. Y justo el día anterior, mientras regresaban del cine a casa de Juliana, Val tocó el tema; al enterarse de que no había nada resuelto a ese respecto, soltó, sin más ni más, la oferta de patrocinar los estudios de su diseñadora favorita.

El ofrecimiento no fue bien recibido en lo absoluto; la reacción de Juliana fue desproporcionada. El orgullo malentendido habló por ella, y las palabras que dejó escapar calaron hondo en Valentina. Discutieron fuerte y terminaron caminando en sentidos opuestos, enojadas, dolidas y con una buena dosis de temor también. No hacía mucho que se habían recuperado una a la otra, y el tiempo separadas fue lo suficientemente duro como para dejar una huella que demoraría en borrarse.

Para cuando Juliana llegó a casa, el enfado se había esfumado, dando paso al remordimiento y la culpa. Se había excedido en lo que le dijo a Val...y, definitivamente, ella no lo merecía.

Quizá no era fácil para su novia entender su situación; así como de fácil sí era para ella resolverla del modo en que solían resolver los problemas las personas que tenían recursos de sobra. Pero la intención de Val jamás fue ofenderla ni humillarla, sino todo lo contrario; ella creía en su talento y en que sería capaz de construir un futuro brillante... Todo lo que intentaba era ponerla en ese camino y facilitarle las cosas. Quizá el método no era el mejor, pero sí el propósito; y la forma en que Juliana le hizo notar su error no fue, en absoluto, la adecuada. De modo que debía explicarle y ofrecerle todas las disculpas necesarias; tenía que lograr que se reconciliaran antes de que se repitiera la triste historia de la ruptura anterior.

EL CIELO EN TU MIRADA - JULIANTINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora